Barenboim con Viena en el país de la música
Ciclo Ibermúsica
Brenboim y Viena en el país de la música
Obras de Schumann, Wagner, Schubert y Bruckner. Orquesta Filarmónica de Viena. Daniel Barenboim, director. Auditorio Nacional. Madrid, 26 y 27 de febrero.
Pocos países del mundo, si alguno, pueden disfrutar de las Filarmónicas de Viena y Berlín en una misma semana. Madrid, Valencia, Las Palmas y Santa Cruz han sido sede de ellas estos días. Lástima que no haya habido una sala que acogiera a ambas a la vez, pues habría sido la mejor forma de comparar a una con otra. Lo intentaremos aquí el domingo a pesar de ello.
Las primeras notas de la “Sinfonía n.4” de Schumann, la obra que abrió fuego, sonaron impactantes. Fue una excelente tarjeta de presentación, pues marcó la diferencia con la memoria caché de nuestros tímpanos. No se podía tocar mejor ni individual ni colectivamente. Deslumbraba el sonido por su potencia deslumbrante, su brillantez, por su redondez y calidez. Quien firma sólo recuerda una versión así de esta obra, hoy no tan frecuente como antes: la de una de las últimas visitas de Karajan a Lucerna con la Filarmónica de Berlín. Fue esta primera interpretación la mejor de todas las que realizaron. Hubo otros dos momentos también excepcionales en la primera jornada: una impactante y hasta sobrecogedora “Marcha fúnebre” de “El ocaso de los dioses” y el delicadísimo “Vals triste” de Sibelius, el único del género que no suena en la Viena de cada Año Nuevo y pieza de toque para la cuerda. No hubo el mismo nivel ni en la Obertura de “Tannhäuser” ni en la de “Los Maestros cantores”, fundamentalmente por el uso desmesurado del mezzo-forte y por la falta de poesía y claridad de exposición de las diferentes líneas melódicas. Espectacular la polka regalada.
Fue un gran fallo no haber cambiado el orden de los programas, puesto que el comentado hubiera encajado mucho mejor a las diez y media de la noche que las “Quinta” y “Séptima” de Schubert y Bruckner. No son horas y obra para oídos y percepciones de quienes llegan con catorce horas de trabajo encima, ni tampoco para los propios músicos y por ello no son de extrañar bostezos como los de Felipe González quien, junto a Sonsoles Espinosa, se acercó a compartir el éxito del amigo a quien tan bien ha colocado en la Junta de Andalucía. Tampoco para el crítico, que admite no saber con certeza si la cierta falta de continuidad en la tensión era algo objetivo o no. Al margen de esto, hubo instantes admirables, como el auténtico canto del segundo tema en el primer movimiento o el buen sentido constructivo para alcanzar el clímax en el cuarto. Gran éxito para una visita que se había demorado seis años. Gonzalo Alonso
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