Bartoli, intensidad, sentimiento y expresividad
Bartoli en el Real
Intensidad, sentimiento y expresividad
Obras de Scarlatti, Corelli, Haendel y Caldara. Cecilia Bartola, mezzosoprano. Orquesta Barroca de Friburgo. Petra Müllejans, concertino y dirección. Teatro Real. Madrid, 17 de febrero
Pocas veces el público se ha mostrado tan entregado desde el inicio a un artista en la última historia del Real. Bartoli cantó por última vez en Madrid en 1991. Ya tenía nombre, pero DECCA aún no había invertido en ella todo lo que ha invertido. Es, desde luego, un producto comercial: discos muy cuidados cada año y medio, giras internacionales para colocarlos, firmas de discos al terminar las actuaciones, invitaciones a prensa selecta para entrevistas, prohibición total de micrófonos que puedan echar a perder el producto comercial… Pero, frente a otros casos, en Bartoli hay una sólida base vocal y artística. No sólo eso, hay también inteligencia para escoger personalmente repertorios no trillados o para dejarse aconsejar por quienes de ello saben y también la hay para compartir el éxito con los miembros de la estupenda Orquesta Barroca de Friburgo y no sólo con los que la acompañan en solos –oboe o flautín- sino con todos ellos. Es una mujer que transmite sencillez, simpatía, alegría –al mirarla me recordaba a Rosa Torres Pardo, entusiasmada en la sala, cuando canta acompañándose al piano- y que conecta muy bien con el público. Presencia y canto lograron un éxito espectacular.
Esta crítica hubiera podido titularse “más difícil todavía”, centrándose en las circenses coloraturas, que ella resalta con los gestos del trapecista en triple salto mortal. Espectáculo puro. Sin embargo la mezzo incluso convence más en las piezas lentas de pura melodía. En ellas no sólo no pierde timbre, sino que las canta con un intimismo tal que parece que las cante a cada uno de nosotros. Lo que hacía Berganza y es que la admirada madrileña se deja sentir. Las mismas voces de limitado volumen, la mismas agilidades, los agudos fáciles y los graves, típicos de cuerdas entre mezzo y soprano, algo faltos de oscuridad, el centro homogéneo y acariciador… De ahí que los momentos más musicales del generoso concierto –pirotecnias aparte- fueran “Lascia la spina” de Haendel y “Si piangete pupille” de Caldara.
Será difícil que la veamos cantar ópera en España, le van más los conciertos, los teatros pequeños como Zurich –inteligente su director Pereira en el tema de las residencias suizas- y los directores bien seleccionados como Harnoncourt o Barenboim, pero su gira por varias ciudades españolas le habrá dejado un estupendo sabor de boca. Quizá alguien pueda ofrecerle en el ya inminente Teatro de El Escorial la “Carmen” íntima que tanto ella como Gardiner desean. Gonzalo Alonso
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