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Por Publicado el: 07/07/2007Categorías: Crítica

BÉJART: EL PENSAMIENTO SE HIZO DANZA

BÉJART: EL PENSAMIENTO SE HIZO DANZA

56 Festival Internacional de Granada
Béjart Ballet Lausanne. Director artístico: Maurice Béjart. Jardines del Generalife, Granada, 5 y 6 de julio de 2007.
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No es, sólo, un coreógrafo; no ha sido, sólo, un bailarín. Maurice Béjart (Marsella, 1927) es un pensador –filósofo, literato, cineasta, dramaturgo, músico- que ha aplicado su intelecto a la danza. Música y danza, lo ha dicho hasta el agotamiento, eje recurrente de sus fascinantes memorias “Un instante en la vida de otro”, constituyen su forma de expresar un mundo interior que, mucho antes de la “alianza de civilizaciones”, ya hablaba de unir a Oriente y Occidente a través del “Dios único” y del gesto conjunto de la música y el baile. Béjart, el cristiano converso al Islam de la belleza y la más honda espiritualidad, el “reventador” del arte coreográfico tradicional en la pasada centuria, el incansable forjador de bailarines –desde Paolo Bortoluzzi hasta Víctor Ullate, desde Jorge Donn a Sylvie Guillem-, ha venido a Granada (se dudó mucho de su presencia, la reciente mala salud no ha confinado, eso es imposible, al artista en la silla de ruedas, pero ha convertido a esta en inseparable báculo del personaje), con estreno, re-estreno y reposición.
Del final al principio: la reposición fue la del “Bolero” de Ravel, creado en 1961 para los Ballets del Siglo XX, y que es casi la firma viva del arte de Béjart. En tres versiones posibles a lo largo de su historia, mujer/hombres, hombre/mujeres, hombre/hombres, Béjart ha traído la tercera y la primera (en ese orden de actuaciones), con Octavio de la Rosa en la “Melodía” que Jorge Donn convirtiera en paradigma desde 1979 y Catherine Zuasnabar en el papel que creara Duska Sifnios en 1961. La propuesta, 46 años después, no ha perdido una micra de modernidad y de poder de captación de la audiencia. Con el “Bolero”, Béjart pone patas arriba los auditorios y genera el delirio.
El re-estreno llegó con “Juan y Teresa”, el ballet creado en 1997 por Pietragalla y Gil Roman, el ‘alter ego’ de Béjart, que volvió a interpretar la obra en Granada, ahora con la española Elisabet Ros. ¿Se imaginan a Juan de la Cruz y Teresa de Ávila convertidos en dos “pícaros del Siglo de Oro” –Béjart ‘dixit’-, enzarzados en contiendas hechas baile, caminantes/camaradas desde la “noche oscura” hasta el “castillo del alma”? Él sí se lo imagina, con música renacentista, taconeos flamencos y hasta tambores y clarines procesionales –con la aparición de una custodia caminante que casi encrespa a parte del público de la Granada más ‘jonda’-, recitado de versos de ambos e itinerario –Béjart fiel a sí mismo- de la taberna a la “morada interior”.
El estreno fue el de “Le Croissant”, la “Media luna”, que dice casi todo en el título. Béjart se va a “su” Islam, el del filósofo y poeta místico persa Jalal ad-Din Muhammad Rumi, al de los derviches jiróvagos, al de los poemas de amor/transfiguración (¿San Juan de la Cruz?) de belleza devastadora, al de la alegría del baile y el placer de la música, con otra española protagonista, Ruth Miró como la “Rose de Flamme”. Color, fantasía, gozo, intemporalidad, ritmo, plenitud: esas son las armas de este ultimísimo, incombustible Béjart. El pensamiento se hizo danza y no duerme.

José Luis Pérez de Arteaga

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