Berganza, Caballé y Fernández Cid en el recuerdo
Mañana debería haber cumplido 90 años Teresa Berganza y estaríamos celebrándolo frente al Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. No podremos tirarla de la oreja, porque falleció el 13 de mayo del año pasado. Sin embargo, gracias a Daniel Bianco, siempre atento a los detalles, sí tendremos ocasión de homenajearla. Ese día se bautizará con su nombre a la peculiar plaza que da acceso al Teatro de la Zarzuela. El 12 de abril también habría cumplido 90 años Montserrat Caballé. De los enormes los valores artísticos de ambas queda poco por decir, si es que queda algo. De ahí que, permítanme, me desahogue en los personal, pues tuve la suerte de conocer bien a ambas.
Debo mi vida musical fundamentalmente a tres personas. Dos son las citadas, la tercera es Antonio Fernández Cid, cuyas críticas en ABC leí en cuanto empecé a disfrutar de la música clásica. De él aprendí que una cosa es una crítica en una revista especializada y otra en un periódico. Años antes fue Montserrat Caballé quien me introdujo en el mundo de la ópera, con su disco de arias belcantistas y, ya más tarde, con su “Roberto Devereaux” en vivo. Justo por esta época conocí y escuché también por vez primera a Teresa. Fue en el Patio de los Naranjos sevillano, mientras yo hacía la mili. A partir de entonces fueron frecuentes mis encuentros con ambas, aunque mucho más con Teresa. Montserrat y yo compartimos algunos almuerzos –“¿De verdad me vas a invitar tu? Nunca me ha invitado un crítico o un periodista- y varias visitas en su casa. De ella me quedarán siempre, además de las postales que me enviaba de cada sitio donde actuaba, su voz, su risa y también, por qué no decirlo, su genio y la facilidad con la que improvisaba letras y notas cada vez que se le olvidaba una partitura. Mi relación con Teresa fue aún más estrecha, muy favorecida por nuestra residencia en San Lorenzo de El Escorial. En su casa o en la mía hasta para ver alguna ópera por televisión durante la pandemia. De ella me queda para siempre la propia e inigualable Teresa.
Traigo hoy a ambas a colación porque no fue sencillo, pero logré que ambas, en los años finales de su vida mantuviesen una relación de amistad. No se llevaban bien. Recuerdo la inauguración del Auditorio Nacional con la “Atlantida” de Falla en la que las dos cantaron. Apenas se cruzaron una palabra en los pasillos de los camerinos. Lo comenté en varias ocasiones con Teresa y una vez, tras contarle que Montserrat lo estaba pasando mal, me llamó: “Acabo de llamar y hablar con Montserrat. Ha estado muy cariñosa”. Luego les dio tiempo a charlar 4 o 5 veces más.
Y, volviendo a Fernández-Cid -quien falleció en el Hotel Ercilla de Bilbao, prácticamente en mis brazos- no puedo dejar de recordar con estupefacción cuando Teresa me contó tras su debut como Carmen en Edimburgo, al que asistimos ambos: “¿Sabes lo que me ha dicho Antonio? Que se le había puesto muy gorda”…
Teresa tendrá una plaza mañana, como tiene un conservatorio, un auditorio o una calle en San Lorenzo, amén de otros sitios. Montserrat la tiene en Málaga, Getafe y, en 2018 se dijo que la tendría en Barcelona… Gracias, enormes gracias a los tres. Gonzalo Alonso
PDT: Lamentable que el representante del ayuntamiento de Madrid que acudió hablase con unas cuartillas utilizadas mil veces y no se hubiese molestado en cambiar el nombre que venía en dicha cuartillas. Así que en el acto de la plaza se refirió a Lina Morgan y no a Teresa Berganza. ¡Penoso!
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