Bernabé Martí, el hombre tras Caballé
Bernabé Martí, el hombre tras la famosa
La historia que hizo conocido a Bernabé Martí (1928-2022) comienza en 1963, en La Coruña, en una “Madama Butterfly”. Alguna crónica cuenta que Montserrat Caballé sugirió su nombre para sustituir al tenor previsto, lo cual resulta difícil de creer cuando supuestamente ambos ni se conocían. El caso es que, durante los ensayos, se fue fraguando una relación que acabaría en matrimonio apenas unos meses después, el 14 de agosto de 1964. Caballé declararía que hubo un beso entre ambos por el que “supo que era el hombre de su vida”. Y lo fue, a pesar de algunos admiradores que persiguieron a la soprano.
Pastor de cabras, cantor en el coro de su pueblo – Villarroya de la Sierra- estudiante en el Conservatorio de Madrid y las academias de Milán y Siena, la carrera de Bernabé no había despegado aún. El párroco de su pueblo, admirado de su voz, le animó a cantar ópera, género del que él le preguntó “¿Qué es eso?”, como confesaría en un homenaje en 1989. Él recordaría sus inicios en una de sus escasas entrevistas, publicada en el Heraldo después de fallecer su esposa: “Canté algo de jota, poco, aprendí solfeo, fui a Zaragoza y estuve un año entero con los Infanticos. Fui a estudiar a Milán una temporada y conocí a Alfredo Kraus y José Campó. Kraus me llevó a su misma profesora, Mercedes Lloptart, que había sido soprano. Me llamaron mara cantar en Valencia. Kraus cantaba algunas piezas pero yo no me sentía preparado entonces, algo que me ha pasado a veces. Pensaba que había cosas que me llegaban demasiado pronto”. Se estrenó en el Teatro Principal de Zaragoza en 1956, el día del Pilar, con un concierto en el que tuvo que bisar la romanza de “El trust de los Tenorios”, la misma que tantas veces contó el aragonés Miguel Fleta, cuyos filados y medias voces Bernabé siempre admiró. Participó luego en el Festival de Granada, junto a Victoria de los Ángeles y en la Ópera de Düsseldorf (1958),en el Liceo (1960) y otros teatros, tanto alemanes como francesas, cantando “Carmen”, “Werther”, etc e incluso Latinoemérica.
Pero fue gracias a su matrimonio cuando se le abrieron las puertas de los grandes teatros. Donde actuaba ella, actuaba él, al igual que otras muchas veces en la historia: Vinco y Cossotto, Alagna y Gheorghiou, Schrott y Netrebko, etc. Sólo que su matrimonio duró hasta el final. Ella diría de su marido: “Mi misión es, en primer lugar, hacer feliz a mi marido, y en segundo, tratar de unir a gentes de diferentes razas, religiones y puntos de vista a través de la música”. Bernabé no abandonó su carrera, que debía en buena parte a su mujer, pero fue un marido abnegado y totalmente entregado a ella, desaprovechando muchas oportunidades profesionales para estar con sus dos hijos y en la finca que poseían en Cataluña, mientras Montserrat viajaba por todo el mundo.
Fue un tenor spinto, de la escuela de Del Monaco o Corelli aunque sin los medios vocales de éstos. La voz poseía caudal y extensión, con un agudo
desahogado, una emisión bastante nasal, poco propicia al bel canto, con deficiente legato y muy dada al mezzoforte, pero era tenor seguro que podía afrontar papeles complicados para tranquilidad de los teatros que le contrataban. En 1972, cantando “Norma” en Paris con Montserrat, no se encontró bien y se le detectó una afección pulmonar que le obligó a retirarse. Más tarde padeció también un problema de corazón. Actuó por última vez en 1985.
Era un hombre que se hizo querer por quienes le conocimos. Una buena persona. Descanse en paz junto a Montserrat. Gonzalo Alonso
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