Bienvenido Mr. Marshall

Como agua de mayo espero la llegada del Sr. Pinamonti. Si bien, en un primer momento muchos mostraban su recelo a la llegada del italiano como nuevo Director del Teatro de la Zarzuela, ahora yo, como cantante puedo vislumbrar que ha sido la mejor elección. De entre los muchos nombres que sonaban como “posibles” hoy quiero centrarme en la figura de uno en especial; quizás el más cercano al mundo de éste género tan español, Carlos Fernández de Castro Fernández Shaw. Uno viene de vuelta de todo, o casi, y es que en el momento en que fui contratado para tomar parte en la producción que el Sr. Fernández de Castro dirigía, no sabía lo que ésto traía consigo. En lo público debo felicitar a mis compañeros, cantantes unos y actores otros, al magnífico Juan de Udaeta, Director musical, a los componentes de la orquesta y demás personal, que han hecho, dentro de lo posible, una labor de incalculable valor para con las obras a llevar a escena. Mis gracias y un BRAVO a todos. Se trata de “Agua, azucarillos y aguardiente” y “La verbena de la Paloma”, dos obras que si bien son de repertorio obligado en la vida lírica de casi cualquier cantante español, en esta ocasión se han convertido en la pesadilla de quienes las han sufrido. Una producción casposa y rancia, hecha para llenar las arcas de la empresa del Sr. Fernández de Castro, Tiempolirico, ahorrando hasta límites insultantes cada céntimo posible. Tal es así que ciertos pequeños papeles no se remuneraban económicamente a los jóvenes cantantes aduciendo tratarse de “una oportunidad única de debut”; o bien la casi situación de esclavitud a la que se sometía al coro, quienes no contaban con pausas en los ensayos, agua o si quiera un camerino donde vestirse antes de salir a escena; otro de los escándalos propios de la producción podría ser el hecho de contar con las salas de los Teatros de Canal, de forma completamente gratuita y desinteresada, como sede de ensayos durante varias semanas, sin que la Comunidad de Madrid permitiese o si quiera tuviese constancia de tal hecho; la fluctuación de caché cual activos bursátiles, que dependían del día en que se solicitase información a producción, un día se cobraría una suma y al día siguiente otra completamente distinta; irregularidades en las altas de la SS; favoritismos en días libres para unos cantantes-actores de los que otros no gozaban, así como permisos especiales irregularmente otorgados. Si hablamos de la producción meramente en lo material, cabe destacar el patetismo de los dos o tres únicos elementos en escena, a saber: un telón mal pintado y dos fachadas de casita de muñecas, más propias de un campamento de manualidades infantil que de una obra a representar en “Los veranos de la villa”, dando una imagen internacional triste, desoladora y a falta de una palabra que lo defina mejor: cutre, del género lírico español. Un público mudo en aplausos que escapaba durante la primera media hora de espectáculo, dejó evidenciar la calidad del mismo.

Como conclusión decir que hemos vuelto al tiempo del caciquismo, a la avergonzante época de la mafia y los mercenarios, al “quid pro quo” en una producción que prácticamente ha sido regalada (la empresa de alquiler de vestuario tampoco cobrado un céntimo por el préstamo del mismo al Sr. Fernández de Castro), hemos vuelto a la época en que nada importaba el arte, sino llenarse los bolsillos a costa de la “sangre” de los obreros de la música… Y yo digo, bienvenido Sr. Pinamonti. Gracias por evitar que este protodirector se haya convertido en el verdugo del Teatro de la Zarzuela, aunque bien se haya jactado en incontables pasillos de la ciudad de ser “el mejor candidato”,y de saber suyo el puesto semanas antes porque “cuento con el apoyo de Gerardo Vera, y él me ha prometido el cargo”.

Bienvenido, nuevamente!