ONE: Bocadillo de Berlioz
Bocadillo de Berlioz
Hay muchas maneras de programar. Empezando por una que, afortunadamente, ya se ve poco en nuestras salas: la de no seguir ningún criterio, salvo el que las músicas escogidas sean buenas. Algo así como: las lentejas son buenas, el sirope de nata es bueno, luego ambas cosas mezcladas dan un resultado doblemente bueno. Falso, claro. O no; depende de qué cocinero haga la mezcla. Me refiero a conciertos con poca ´cocina´, y de esos, que antaño fueron noticia permanente en nuestro país, ahora no queda rastro. No; ahora hay un programador que negocia con los artistas, a los que les pide mesura y menos ego; y que tengan más en cuenta el gusto de los públicos. Por otro lado, se puede intentar una programación ´pedagógica´, pero con cierto esmero, sin perder de vista que la mayoría lo que demanda es la música que conoce; casi siempre siente pánico por lo nuevo, aunque no lo manifieste por pura corrección intelectual. Pero esto no importa mucho (allá cada uno con sus vergüenzas), salvo que lleve consigo el abandono de las taquillas, lo que, eso sí, es una ruina. Hay que evitar esas ruinas. Y para ello hemos de dejar de ponernos estupendos –todos, y en primer lugar los críticos- y aceptar que no importa que entre envoltorios nuevos se vuelvan a incluir músicas manidas; que está bien hacer bocadillos de toda clase, con panes raros y relleno de confianza, y viceversa. Me referiré ahora a un bocadillo con segura ´chicha´ entre panes de alta costura.
Esta semana comienza el ciclo sinfónico de la ONE con un concierto que me ha invitado a hacer esas reflexiones. La velada finalizará con la Sinfonía fantástica, de Berlioz. Sin duda una obra maestra. Pero que saben tararear hasta los pájaros. Bien; al público le encanta afilar el oído con lo que ´se sabe´; le encanta disfrutar de la música sin hacer esfuerzos. Loable. ¿Deseable? Pues también, pero dentro de un orden: hay que leer al propio Berlioz para imaginar qué opinaría él de que su Fantastique se escuche tanto y otras obras suyas tan poco. Ahí está, por ejemplo, su Sinfonía Fúnebre y Triunfal, que no se escucha nunca (ya lo he dicho alguna vez desde esta página), y es más Berlioz de marca que la propia Sinfonía Fantástica. Pero a lo que voy: vale volver a programarla; en lo que hay que fijarse es en sus acompañantes en el concierto. Todo aquel que quiera volver a aterrorizarse con aquelarres de brujas y emborracharse de opiáceos, tendrá antes que pasar por dos autores que ofrecen otras carnes, propuestas menos digeribles, pero extraordinarios manjares al cabo: la primera obra orquestal de enjundia de Olivier Messiaen (Les Offrandes Oubliées) y el segundo concierto parta piano de Prokofiev. O lo que es lo mismo dos piezas que sí harán ´pensar´ al respetable. La primera, porque este, al leer las notas al programa, comprobará que se trata de una música de gran efusividad religiosa, mientras que seguramente tras la audición no acabe de entenderlo así. He ahí la gran maravilla del mejor Messiaen: cómo la mística de inspiración religiosa-contemplativa deviene en auténtica y única maravilla sonora sin nombre ni apellidos. Cosa bien distinta le sucede al segundo de Prokofiev, una auténtica sacudida sonora al borde de la violencia que desborda al oyente porque lo provoca. Una suerte que se haya tenido la grandísima idea de contratar a Nicolai Lugansky como solista, pues el concierto encierra unas dificultades técnicas y conceptuales muy considerables para las que el pianista ruso es ideal, por temperamento e inteligencia. La batuta del director titular de la ONE, Davis Afkham es otra garantía de peso, en realidad una más para recomendar este espléndido concierto. Pedro González Mira
Nicolai Lugansky, piano. Orquesta Nacional de España. Dir.: David Afkham. Obras de Messiaen, Prokofiev y Berlioz. Viernes 23 y sábado 24, 19.30. Entre 11 y 37 €.
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