Bodas: 40 años nos contemplan…
LE NOZZE DI FIGARO (W. A. MOZART)
Deutsche Oper de Berlín. 15 Diciembre 2017.
Este viaje a Berlín tenía muchos atractivos de antemano. Para empezar, asistir a la reapertura de la Staatsoper Unter den Linden tras un cierre de 7 años. Además la Deutsche Oper ofrecía nuevamente una ópera de Meyerbeer (El Profeta), tras los Hugonotes del año pasado. Si entonces fue Juan Diego Flórez el protagonista, ahora lo es Gregory Kunde. Para completar la estancia se ofrece un Lohengrin con Klaus Florian Vogt y nada menos que Anja Harteros. Pues bien, problemas de última hora me han obligado a retrasar el viaje a Berlín, con lo que me he perdido tanto L’Incoronazione di Poppea como Szenen aus Goethes Faust, ambas en la Unter den Linden, por lo que tendré que retrasar mi visita a este teatro reconstruido hasta el mes de Marzo.
Escena
Así pues, se inicia este recortado periplo operístico berlinés con Le Nozze di Figaro en la Deutsche Oper, cuya representación ha sido bien recibida, aunque se puede decir que artísticamente ha respondido en tono menor, ya que el reparto vocal no ofrecía muchos atractivos.
La producción escénica se debe al antiguo director de la Deutsche Oper de Berlín, Götz Friedrich, que tuvo su estreno en 1978. Obviamente, se trata de una producción muy tradicional y en la que destacan de manera importante la escenografía y el vestuario del ya desaparecido Herbert Wernicke, cuya labor es muy elegante tanto en un aspecto como en el otro. Ha sido justamente la escenografía lo más convincente de toda la representación. La dirección escénica carga las tintas en el aspecto bufo de la ópera, y lo hace con exceso, como si de una función infantil se tratara. Los personajes de Don Bartolo, Basilio, Marcellina y
hasta el Conde resultan pura caricatura, que parecen tener como único objetivo de su actuación hacer que el público suelte carcajadas Se abren los cortes tradicionales de las arias de Marcellina y Basilio en el cuarto acto, lo que no hace sino alargar innecesariamente la representación. Siempre he considerado que estas arias únicamente pueden ofrecerse si se cuenta con cantantes de altura, lo que no ha sido el caso.
La dirección musical ha estado encomendada al australiano Nicholas Carter, habitual en el foso de este teatro, ya que es el asistente del titular, Donald Runnicles. Su dirección me ha resultado un tanto irregular, con altibajos y con el volumen algo pasado en ocasiones. No puedo decir que ha sido una dirección convincente, aunque ha habido momentos mejores, siendo lo menos interesante su lectura de la obertura y el primer acto, mejorando en la continuación. No me resultó particularmente brillante la prestación de la Orquesta de la Deutsche Oper. Cumplió el Coro de la Deutsche Oper en sus breves intervenciones.
Escena
En lo últimos años la Deutsche Oper ha venido programando esta ópera con repartos de cantantes no consagrados, lo que presenta una gran diferencia con el que se ofreció en el estreno de esta producción hace casi 40 años. Entonces fueron José Van Dam, Barbara Hendricks, Julia Varady, Dietrich Fischer-Dieskau y Hanna Schwarz, todos ellos dirigidos por Daniel Barenboim. Aquí sí que se puede aplicar el dicho aquel de que cualquier tiempo pasado fue mejor…
Encabezaba el reparto como Fígaro el barítono americano Seth Carico, cuya prestación vocal me ha resultado poco convincente. Se trata de un barítono un tanto ligero para el personaje, con la voz de escaso atractivo y con tendencia a abrir sonidos en su canto, que resulta un tanto monótono. Se defiende bien como actor, pero esto no es suficiente para Fígaro.
La soprano australiana Alexandra Hutton dio vida a Susanna y lo hizo bien. Se trata de una soprano ligera, quizá un poquito corta de volumen, y de timbre no particularmente atractivo. Cantó con corrección siempre, aunque no fuera particularmente brillante.
Como hace dos años, cuando vi esta producción por última vez, repetía como Condesa la soprano italiana Federica Lombardi y su actuación ha vuelto a ser convincente. La voz es atractiva, de soprano lírica, cantando con gusto sus arias y moviéndose bien en escena. Habría que verle en otros personajes, porque me da la impresión de que puede perder atractivo en la zona alta.
Escena
El Conde Almaviva fue interpretado por el barítono americano Thomas Lehman, que sustituía al italiano Davide Luciano. La impresión es positiva, ya que la voz es atractiva y homogénea a lo largo de la tesitura, cantando con gusto, con el inconveniente de que su volumen resulta un poco corto, quedando ensombrecido en los concertantes.
Repetía también la mezzo soprano americana Irene Roberts como Cherubino y volvió a resultar adecuada a las exigencias del personaje, cantando bien sus dos arias.
En los personajes secundarios hubo de todo. Me produjo buena impresión la joven soprano Meechot Marrero en la parte de Barbarina, con una voz atractiva, más importante que lo que suele ser habitual en el personaje y con buena desenvoltura escénica. Repetía Ronnita Miller como Marcellina y cumplió con su cometido, cantando el aria del Capro y la capretta, donde volvió a demostrar su falta de agilidad vocal. Deficiente el Bartolo de Stephen Bronk, inaudible en muchos momentos. Refugiado en una especie de parlando el tenor Burkhard Ulrich como Don Basilio, que cantó el aria del cuarto acto sin brillantez. Adecuado, Andrew Harris como Antonio. Sonoro y correcto el tenor Gideon Poppe en la parte de Don Curzio.
La Deutsche Oper ofrecía una entrada de alrededor del 75 % de su aforo. El público se mostró cálido con los artistas en los saludos finales, siendo los mayores aplausos para las mujeres.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 3 horas y 43 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 3 horas justas. Cuatro minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 95 euros, habiendo butacas de platea desde 53 euros. La localidad más barata costaba 29 euros. José M. Irurzun
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