Ciclo Grandes Intérpretes
La edad no perdona
Obras de Mozart, Schumann, Schubert y Beethoven. Alfred Brendel, piano. Auditorio Nacional. Madrid, 18 de octubre.
Las visitas de Alfred Brendel (Wiesenberg, Moravia, 1931) son siempre de las más esperadas entre los melómanos. No en vano estamos ante uno de los nombres más grandes del piano de los últimos cincuenta años. Un artista que se ha labrado una justa fama de “serio” por la autenticidad de su posición musical. Era suficiente escuchar las “9 variaciones sobre un minueto de J.P.Duport” de una Mozart tardío (1791), que abrieron la velada, para darse cuenta de ello. Hay frases que muchos jóvenes famosos de hoy tocarían con mayor preciosismo, pero Mozart es tal y como Brendel lo tocó.
Posiblemente sean muchos los pianistas de la actualidad que poseen un virtuosismo –escribo virtuosismo, que no técnica- muy superior al de Brendel. Basta asistir a alguno de los célebres concursos de piano, en donde los jóvenes apabullan con dedos prodigiosos. Y hay pianistas que consiguen obtener del instrumento un sonido más bello, pero Brendel siempre ofrece lecturas consistentes y fieles a la partitura con desnudez y austeridad proverbiales. Esto es lo que el público espera de él y esto es lo que volvió a ofrecer en Madrid.
Sin embargo, todo hay que decirlo, no fue su mejor recital en la capital de España. ¿Por qué? Porque, como comentó mi querido amigo Arturo Reverter, estuvo algo “espeso”, adjetivo que califica muy bien su versión de la muy difícil “Krisleriana” de Schumann. El exceso de piano es un recurso que se utiliza cuando ya no se pueden encadenar los sonidos como corresponde. Brendel estuvo además lento. No son sino consecuencias de la edad. Ya es un milagro tocar a los setenta y cuatro años como toca. De otro lado, Shumann no ha representado nunca lo mejor de su repertorio.
A pesar de ello, cuando existe genio, éste siempre acaba saliendo a relucir y regaló tres “Momentos musicales” de Schubert –nº 1, 2 y 4 Op.94- magníficos desde todo punto de vista. Este sí es su repertorio. Como lo es la “Sonata Pastoral” de Beethoven, con un tiempo “andante” absolutamente soberbio, en el que se concentraba toda la inmensa experiencia del solista en el mundo beethoveniano. Los citados “Momentos” y éste tiempo justificaron un recital irregular. Gonzalo ALONSO