Bruckner al desnudo en el Festival de Lliria
Bruckner al desnudo
Obras de Bierey, Mozart, Brahms, Fauré. Orfeó Valencià. Mestres de vent de Llíria. C. Soler, director. Iglesia de la Sangre, 24 de julio,
Sin duda, una de las cintas más interesantes de este Primer Festival de Llíria era la interpretación de la Misa nº2 en mi menor de Bruckner. Se trata de una obra tan bella como singular. Escrita para 15 instrumentos de viento y coro, es un ejemplo de hasta qué punto la música de Bruckner, no solo la sacra, sino también la sinfónica, está imbuida de una profunda espiritualidad. Y es que en una obra como esta, de peculiar instrumentación, se dan cita todos los elementos musicales que conforman el singular lenguaje del autor. Se puede definir casi como un Bruckner al desnudo, con unos timbres orquestales mínimos y, sobre todo, la voz humana, el coro que, en el fondo, está detrás de los usos melódicos del autor. Por cierto, las notas al programa incluían una sintética y a la vez detallada descripción de la obra firmada por Joaquín Guzmán.
Fueron sus intérpretes el Orfeó Valencià y la agrupación Mestres de Vent de Llíria. Esta última debutaba en este concierto y ha sido creada a partir de la conjunción de importantes instrumentistas edetanos que desarrollan importantes carreras profesionales. Todo ello conducido por el maestro Cristóbal Soler quien dio muestras de un absoluto control del coro, acompañando a las voces, con el gesto, con la mirada y, también, con la boca, como un buen director de voces que es. El coro se enfrentó con entrega y profesionalidad a una parte que, si bien no tiene una escritura contrapuntística muy alambicada, sí está escrita a ocho voces con la complejidad que eso supone. Por su parte, la agrupación de viento mostró tanto calidad individual como una equilibrada sonoridad de conjunto. A todo esto hay que unir el mágico espacio donde se desarrollaba el concierto: la iglesia de la Sangre. Se trata de un bellísimo edificio de origen medieval, con elementos románicos, góticos y un precioso artesonado.
Pero la anécdota llegó en la última nota, en la última sílaba. El calor venció a una de las cantantes del coro que se desplomó sobre esa nota. Afortunadamente no ocurrió nada grave. Un caluroso aplauso reconoció el esfuerzo de la intérprete que se deshacía en disculpas al director. Había aguantado hasta el final intentando mantenerse en pie. Cuando la música ceso, sus fuerzas la abandonaron. Y es que así se estaba haciendo música en este concierto tan especial, dejándose hasta el último aliento. Para solventar al situación se repitieron los últimos compases para que el merecido aplauso tuviese lugar.
Antes de la interpretación de la misa se ofrecieron cinco números corales: el Kyrie escrito a partir del Claro de luna de Beethoven por Gottlob Benedict Bierey, el Ave verum de Mozart, Gestliches Lied de Brahms, Le Djinns de Fauré y el Ave María de Gomis. Todos ellos con la participación del pianista Jesús Debón. César Rus
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