Cagadas
CAGADAS
Perdonen la expresión, pero alguna vez hay que hablar claro y llamar a las cosas por su nombre. Me refiero a las incomprensibles puestas en escena que tanto abundan hoy día. Ahí van unos ejemplos.
La “Tosca” de Carsen en el liceo de Barcelona, con el suicidio de la la protagonista tirándose al foso de la orquesta de un supuesto teatro o la violenta pregunta de Scarpia “¿Un tan bacano in chiesa?” donde lo que hay es un jolgorio de acomodadotes en un teatro. El último “Parsifal” de Bayreuth, plagado de producciones mareantes es otro caso, como el mismo “Caballero de la rosa” salzburgués con su lupanar final. ¿Y qué me dicen de del “Fausto” muniqués con marionetas interrumpiendo la acción para explicar el argumento o el “Cosi fan tutte” berlinas en el que no hay ni una mujer? No, lo que les cuento, que Fiordiligi, Dorabella y Despina son también hombres. Es el Mozart gay. Y, bueno, uno se ríe y ya está, pero hay otras veces en que el espectáculo resulta tremendamente desagradable. Así un último “Don Carlo” de Himmelmann en el mismo Berlín en el que el preludio se desarrolla en una mesa de comedor sobre la que cuelgan de los pies cadáveres de rebeldes totalmente desnudos.
Lo grandioso del caso es que la mayoría de las veces la crítica de periódicos, que no tanto la de revistas especializadas, se queda perpleja y pasa de puntillas por tales aberraciones. Incluso hay quienes las encuentran interesantes en su afán esnobista. Los miedos a herir susceptibilidades, los amiguismos con los teatros y también, por que no decirlo, las inseguridades hacen que los críticos pequen de complacientes. Y todo ello encima cuesta millones que menguan enormemente los presupuestos de los teatros.
Por eso no me sorprende que cantantes como Caballé, Gruberova o Georghiou digan que prefieran hacer ópera en concierto. Porque al menos pueden buscar el dramatismo a base de interiorizar en vez de tener que cerrar los ojos para no despistarse con lo que hay a su alrededor.
¿Cuál es el problema realmente? ¿Por qué los responsables de los teatros se rinden ante este falso “intelectualismo” escénico? ¿Por qué las habituales protestas del público, incluso pateos, no sirven para nada? Esto es lo que me gustaría que alguien me explicase. BECKMESSER.COM
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