“Las Calatravas”: una zarzuela para chuparse los dedos
“Las Calatravas”: una zarzuela para chuparse los dedos
El coliseo de la calle Jovellanos hará dos funciones en versión concierto del título de Pablo Luna, una obra prácticamente desconocida y de gran envergadura estrenada en 1941 y de la que no existen grabaciones
Prolífico, influido por las corrientes musicales que triunfaban en Europa, cultivado, compositor de enorme éxito y autor de bandas sonoras para el cine, pero de quien apenas recordamos un título, “El niño judío” y su archifamosa “De España vengo”, Pablo Luna (1879-1942) fue uno de los más notables compositores que ha dado la música en español. El 12 de septiembre de 1941, ojo, que la fecha no es un elemento baladí, estrenó en el Teatro Alcázar de Madrid “Las Calatravas” (se representaron 98 funciones). El éxito acompañó a este título de arte mayor; sin embargo, la vida del artista se apagó un año después y con ello la posibilidad de que la obra tuviera el recorrido que merecía.
De esta comedia en tres actos no existen grabaciones, ni completa ni de uno solo de sus números. De ahí que la recuperación del Teatro de la Zarzuela, que hará dos funciones en versión concierto los días 12 y 14 de marzo, sea un acontecimiento y prácticamente un estreno. Así lo cuenta el musicólogo Emilio Casares, quien lamenta precisamente la ausencia de soporte sonoro, “lo que significa un asunto grave, pues estamos ante una obra muy buena que yo enmarcaría como uno de los actos, sin duda, más importantes del año culturalmente hablando. Lo compararía con la recuperación hace dos años de “María del Pilar”, de Gerónimo Giménez, otra obra portentosa”, explica el profesor. “Qué problema más grande tenemos con nuestro legado y nuestro patrimonio”, añade para dar una cifra que pone sobre el tapete la dimensión del tema: “Tenemos cuantificadas entre 8.000 y 9.000 zarzuelas, pero hacerse solo se hacen entre 60 y 70, lo que habla de la irresponsabilidad cultural que vivimos”, subraya quien es indiscutida voz de referencia dentro del género.
Príncipe de la opereta
Para Casares, Luna es uno de los más importantes compositores patrios, “enorme y del que poco se sabe. Además, falleció sin tener descendencia y su recuerdo se apaga de una manera dramática hasta caer en el olvido”. De 1910 a 1941 escribe zarzuelas, operetas (precisamente en abril La Zarzuela repite con el autor y llevará a escena “Benamor”) no para de componer. Su importancia, asegura el musicólogo, es comparable en estatura musical a la de Vives, Guerrero, Alonso o Moreno Torroba. Es “El niño judío” la zarzuela que no deja que se extinga su luz, pero poco más, por desgracia, se conoce de él y perdura en el tiempo. Casares le define como “uno de los príncipes de la opereta y uno de los grandes de la revista y la zarzuela grande”.
“Las Calatravas”, que contará con las voces de Miren Urbieta-Vega (Cristina), Lola Casariego (Laura), Javier Franco (José Mariani), Andeka Gorrotxategi (Carlos Alberto), Emmanuel Farado (Pepe Aleluya) y Emma Suárez como narradora, está en la estela de obras de la envergadura de “Doña Francisquita” o “Luisa Fernanda”, señala Emilio Casares y se ambienta en un mundo de amor y diversión. La semejanza entre las tres zarzuelas, asegura el experto, se debe, en parte, a que “el libretista es el mismo en todas, Federico Romero, otro grande, con una enorme experiencia a la hora de trabajar en grandes libretos. Renueva los tópicos románticos de la época”.
Un dato a tener en cuenta es el momento en que se estrena, apenas a dos años del fin de la Guerra Civil, en plena y durísima posguerra: “Es una obra que eclosiona precisamente porque el público lo que desea es olvidar la realidad dura que vive, los problemas que tiene alrededor. Necesita una evasión que esta obra le proporciona. Bastante drama tiene con el día a día”, extremo que corrobora el director musical de La Zarzuela, Guillermo García Calvo, que estará en el podio y a quien le cuesta entender que “una música de semejante calidad no sea famosa, cuando su instrumentación es impecable y desde los primeros compases ya apunta su altísima calidad”.
El “arqueólogo” García Calvo
Para el director, “Las Calatravas” es “esa joya que un arqueólogo halla una vez en la vida. Para mí la obra era un misterio. Con ella me ha pasado algo parecido a lo que me ocurrió hace un año con “Farinelli”, de Bretón”. La partitura está escrita, comenta, “de una forma pragmática, no resulta difícil y es de dimensiones asequibles. Ojalá sea este el primer paso para que se recupere y los teatros se animen a ponerla en escena, pues sobre un escenario se podrían hacer maravillas”. García Calvo resalta la modernidad” de la partitura “escrita alternando lo español y lo europeo, lo que la convierte en sumamente placentera. Los músicos la tocan con enorme pasión y cuesta, lo subrayo, comprender la incomprensión y el olvido cuando, por ejemplo, el barítono Mariani tiene dos arias preciosas, o la soprano. Hay también un fandango maravilloso (que nos recuerda al Falla de “El amor brujo”) y ecos de las operetas de Franz Lehar. Desde el preludio se respira un ambiente íntimo y romántico. Y posee incluso momentos en que recuerda a la música eslava, es decir que está en las antípodas de una obra localista”, explica e insiste en esa “europeización” de este Luna postrero, capaz de integrar perfectamente músicas de distintas procedencias, caso de una marcha francesa que puede traer a la memoria a Poulenc, Ravel u Offenbach.
El trabajo con la orquesta ha sido minucioso y el maestro ha disfrutado tanto o más que los profesores. Sirva como ejemplo que un vals que apenas dura cinco minutos les llevó hora y media de detenido ensayo. La experiencia de Luna, comenta, al final de su vida es enorme y en “Las Calatravas” demuestra que es capaz de “escaparse” del momento histórico que le tocó vivir: “Podría haber sido escrita una década antes o después. Lo comparo con la música de Richard Strauss, que estaba escrita en pleno Tercer Reich y no denotaba en absoluto el momento histórico que vivía. Aquí estamos en plena posguerra y carece de cualquier espíritu reivindicativo. Su altura de miras es innegable y permite que te expreses como intérprete”.
Tanto Casares como García Calvo coinciden en el hecho de que es necesario valorar y descubrir a un compositor enorme como Pablo Luna. El director de orquesta confiesa su interés cada vez mayor por este tipo de proyectos: “En el fondo no conocemos ni nuestra propia música y Luna, como tantos otros, son referentes del país en el que hemos nacido”. E ilustra esa ingente capacidad de creación del padre de “Las Calatravas” con una frase de Richard Strauss al hablar de su trabajo: escribía como las vacas daban leche. “Y eso es lo que le sucede a Luna. Lo suyo es un derroche de inspiración y creatividad en el que todos nos hemos implicado”. Una zarzuela, como apostilla Casares, “para chuparse los dedos”. Gema Pajares
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