Cambio de chip
Cambio de chip
Aún hace pocas fechas volvía a Madrid la Filarmónica de Viena. Ella o su cordial competencia de los berlineses representan un modelo organizativo del que no habrá más remedio que tomar ejemplo y, hoy por hoy, con muy pocos paralelismos en el mundo musical español. Posiblemente la Sinfónica de Madrid sea el conjunto más próximo a ellos.
Se autogestionan, buscan su financiación, eligen a sus directores titulares… y, sobre todo, son conscientes de la realidad en la que viven. Esto es algo a lo que todavía no nos acostumbramos los europeos y muy en particular los españoles. La crisis que vivimos no es algo que pueda solucionar ningún gobierno, sea del partido que sea, en un par de años y ni siquiera cinco. Hace falta un cambio total de mentalidad. Europa no es competitiva y o es capaz de especializarse en productos de alto valor añadido –los casos de Suiza y algunos países nórdicos- o rebaja sus costes laborales o sus empresas sitúan sus fábricas allí donde estos sean más bajos y repatria beneficios. No hay más.
Nuestras orquestas son claro ejemplo de sector que precisa un cambio de mentalidad. Tuve ocasión de cenar con uno de los profesores más destacados de la agrupación vienesa y de conocer a fondo su funcionamiento. Valgan dos ejemplos que revelan la diferencia entre ellos y nosotros. La orquesta, como hace la OSM, atiende su propia temporada sinfónica y al foso de la Ópera de Viena, además de otros conciertos “a medida”. Su plantilla es más amplia, casi 200 profesores, pero trabajan muchísimas más horas que cualquiera de las nuestras. Prácticamente todos sus atriles tienen un promedio de más de un servicio diario. Por las mañanas ensayan sus conciertos y, por la tarde, una gran parte de ellos tocan en la ópera. A nadie se le ocurre “fingir” una enfermedad para no acudir a uno de esos servicios, porque saben que si uno de ellos es baja, otro ha de realizar sus tareas y, por tanto, asumen trabajar aún con enfermedades reales. Hoy por ti y mañana por mí, una cuestión de responsabilidad. ¡Qué difícil es pensar que lo mismo suceda en nuestros conjuntos! Aquí prima todavía la picaresca. Aquella, por ejemplo, que llevaba a duplicar dietas de transporte o alojamiento en las giras: una pareja de músicos viajaban en un mismo coche y compartían habitación, pero liquidaban dietas independientemente. Así no hay futuro, ni para nuestras orquestas ni para nadie en sector alguno. O cambiamos el chip o no tendremos futuro.
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