Cambios en el INAEM
Cambios en el INAEM
No llegó ni siquiera al mes la cacareada “confirmación” en el cargo a Juan Carlos Marset. Se sabía en los medios que era humo, pero la venta de humo ha sido siempre una de las virtudes de Marset. Muy buen político y persona de trato afabilísimo supo rodearse de gente con posibilidades desde la plataforma de la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Sevilla y, sobre todo, desde su revista “Sibila”. En ella colaboró Cesar Antonio Molina y Molina le trajo a Madrid.
Pasó por el INAEM como un vendaval, con ideas no intrínsecamente descabelladas pero sí faltas de maduración. Es cierto que el Auditorio Nacional necesitaba cambios, incluso quizá una programación propia a medio plazo, pero no precisaba de una superestructura de gasto y menos de una política de “exterminio” de su clientela. En él deja un caos. También fueron discutibles las cesiones de responsabilidad por parte del Ministerio en el Teatro Real, dado su peso económico en la institución. Queda aparentemente como positivo el cese de enfrentamientos entre INAEM y Orquesta Nacional, aunque queda por ver su coste económico.
La aplicación del código de buenas prácticas resultó un dislate: en vez de nombrar directamente a dedo a los responsables de instituciones se nombró a dedo, con el peligro del amiguismo, a quienes habrían de nombrar a aquellos.
Quedan muchos temas pendientes -Duato aparte- como la reorganización del propio INAEM o encauzar adecuadamente el faraónico proyecto de una ciudad de la música o las artes en el extrarradio madrileño, a donde llegó a pensarse en trasladar la OCNE.
Felix Palomero representa el perfil opuesto. Lo suyo es el trabajo detallista y en silencio. Conoce bien la casa, no en balde fue gerente de la OCNE, y su muy amplia y fructífera trayectoria en el mundo musical supone en principio una garantía de eficacia. El nombramiento en la subsecretaría del Ministerio de Mercedes del Palacio, una auténtica profesional de la gestión pública, viene a reforzar el planteamiento de una ministra con buen asesoramiento en esta área. Otra cosa es que, con bastante probabilidad, no vayan a tener tiempo ni de calentar sus sillones. Gonzalo Alonso
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