Canarias da qué pensar
Pocos festivales hay en invierno, el de Canarias tiene la ventaja de ser uno de ellos aunque, dicho sea de paso, en los últimos años parece como si el mal tiempo con que me recibe quisiera aconsejarme que no regrese. Pero, ¿cómo no hacerlo con dos conciertos de Thielemann con la Filarmónica de Munich y dos de Rattle con la de Berlín y el Orfeón Donostriarra, además de otras muchas citas relevantes y varias obras de gran entidad sinfónico-coral?
Pero no voy a alabar al anfitrión, aunque bien lo merece, sino a plantear inquietudes a la nueva dirección que se estrena en esta edición. Creo que lo primero que se debe hacer en estos casos es reflexionar sobre dónde se está, cómo se ha llegado hasta aquí y dónde se quiere y es posible llegar. Algunas observaciones de hechos constatados habrían de ayudar en el análisis. Tanto en la sesión inaugurar con el “War Réquiem” de Britten, una obra de enjundia de las calificables como “no fáciles”, como en la segunda de carácter popular y fuera de abono a precios reducidos de diez euros, con soprano, coros y orquesta para un programa lírico fácil y de gancho, había muchos sitios libres. Tanto como un 30% del aforo, no excesivamente grande, del Auditorio Alfredo Kraus. ¿Cuáles pueden ser las causas? Queda claro que no los precios. ¿Acaso días laborables alejados del fin de semana? ¿Acaso la dificultad de la obra en el primero? ¿Y en el segundo? ¿Sería el poco atractivo de “volver” a escuchar a las agrupaciones locales propias? ¿Es que sólo se funciona a través de abonos y los espectáculos libres no atraen socialmente? Recuerdo ediciones anteriores en los que grandes orquestas y directores tampoco consiguieron llenar. Resulta sorprendente cuando ya se va por la XXIII edición y, por tanto, el Fesival habría de estar más que consolidado. Parece necesario hallar algunas respuestas.
Se habla de ahondar en la internalización de su público, promocionándolo más en el exterior. ¿Es seguro que el turista canario extranjero se interesa por la cultura como para cambiar un “todo incluido” en el sur por un concierto con los “Gurrelieder”? Creo sinceramente que la Península está más cerca y en ella sí hay público interesado en algunas cosas y que sería conveniente buscar adecuadamente a ese público y esas cosas, además de eliminar imágenes de elitismos y aumentar las bases locales potenciales con una apertura de la programación a otras músicas. Algo desde luego hay que retocar.
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