Canarias, una reconsideración
Canarias, una reconsideración
El Festival Internacional de Música de Canarias discurre por su recta final en una edición recortada en tiempo y oferta, si bien se mantuvieron grandes nombres para continuar haciéndolo atractivo. La reciente constitución de una fundación en la que participa el Ministerio de Cultura aportará una seriedad frente a posibles vaivenes popularistas. Sin embargo tampoco podrá evitar entrar en la reconsideración que ha de efectuarse en toda la política musical canaria.
¿Puede una comunidad autónoma permitirse la coexistencia de dos orquestas sinfónicas de primer nivel, tres programaciones operísticas y un festival? ¿Acaso la situación actual es la misma que cuando se crearon éstas? Factores nacionalistas, insularismos y la falta de visión a largo plazo de la que adolecen la mayoría de nuestros políticos han llevado a una oferta superabundante, excesiva para la capacidad de absorción del público y evidentemente imposible de mantener económicamente en el presente.
Es necesario redefinir la relación entre la Asociación de Amigos de la Ópera de Las Palmas, la de Tenerife y el Teatro Pérez Galdós en lo que respecta a sus temporadas líricas, prácticamente independientes. Al Festival de Ópera de Tenerife le han recortado la subvención para programación artística hasta sólo setecientos mil euros, dejándolo en esqueleto. No hay fondos públicos para mantener sus niveles de calidad y, de hecho, no sería sensato continuar con tal dispersión.
También se precisa un análisis sobre las Orquestas de Las Palmas y Tenerife para, al margen de absurdos insularismos, tratar de potenciar efectos sinérgicos y eliminar duplicidades de actividad. ¿Son realmente necesarias dos agrupaciones sinfónicas o bastaría con una más amplia para dar servicio a toda la Comunidad Canaria? El número de servicios de cada una y el tipo han de dar las claves.
El citado Festival de Música de Canarias fue creado en un momento en que en la región apenas había actividad musical, especialmente sinfónica. Estos ya no es así, con dos orquestas propias de excelente calidad, y por tanto su filosofía no puede continuar siendo la misma.
El sentido común se ha de imponer pero, ya sabemos, éste es el menos común de los sentidos. Sobre todo entre políticos. Gonzalo Alonso
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