Carmen hace historia en Verona
Carmen hace historia en Verona
Carmen de Georges Bizet. Director: Henrik Nánási; director escénico: Franco Zefirelli; vesturio: Anna Anni; coreografía: Lucia Real a partir de la original de El Camborio. Intérpretes: Anita Rachvelishvili, Jorge de León, Rocío Ignacio, Raymond Aceto.
En el centenario de su estreno en la Arena, dos voces españolas consolidan su presencia en el mítico espacio
En la pasada edición, celebrando el siglo desde la puesta en marcha del verano lírico veronés, el eje de la programación fue Aida, testimonio a la primera ópera que se pudo ver en el singular recinto, que puede albergar 14.000 espectadores. Este año, la piedra angular ha sido la Carmen que copó el cartel de la edición 1914. Con un tercio de papel sin vender –con la crisis no todo el mundo está dispuesto a pagar hasta 204 euros por la entrada más cara- comenzó la fiesta. Una gran propuesta vocal para un montaje apolillado, que firmó hace dos décadas Zeffirelli, basando la espectacularidad con caballos burros y demás fauna, en un espacio más zoco marroquí que la Sevilla que el libreto reclama. Si para la Aida, junto a la recuperación del primer montaje, se encargó a Fura dels Baus una nueva producción, la Carmen de Zefirelli debería jubilarse definitivamente, devolviendo al arcón trajes de curas, sacristanes y algún que otro capirote: el tópico por el tópico.
La ópera de Bizet llegaba el 1 de agosto de 1914 como único título de la temporada. Desde entonces, con 226 representaciones arenísticas se ha convertido en la segunda ópera más vista. A distancia de Aida, que sigue en cabeza con 600. Protagonista indiscutible en esa misma fecha cien años después, la georgiana Anita Rachvelishvili, compartió cabecera de cartel con Jorge de León que, como la joven mezzo, han convertido en caballo de batalla la Carmen con que ambos debutaron en La Arena en 2014. Llena de fuerza, con sorprendente carga dramática en los bajos y capacidad lírica encomiable en los pianísimos, Rachvelishvili ha deslumbrado como Carmen desde el Met neoyorkino a la Scala de Milán. Por su parte, el tenor canario, con buen fraseo y rotunda claridad, apoyados en una excelente emisión, manifestó hasta que punto lo ha vampirizado Don José. Su presencia fue escalando grados desde el dúo con Mikaela al cuadro final con Rachvelishvili, que electrizó a la audiencia. Destacando las ovaciones tras el aria de la flor. Por último, junto al notable Escamillo del bajo Raymond Aceto, que en 2015 visitará dos veces el Liceu, sorprendió otra voz española, Rocío Ignacio, debutando como Mikaela. La soprano sevillana, que cuaja su carrera en Italia mostró familiaridad con el espacio, que pisó por primera vez en un Barbero de Sevilla de 2011. Superando la dubitativa vocalidad del oficial de turno, valiente, decidida, con voz bellamente timbrada, encandiló desde sus primeras palabras hasta la lucida intervención del tercer acto a un público que premió sonoramente sus intervenciones. Henrik Nánási, que hace un lustro acometió en Munich su primera Carmen, que rodó antes de debutarla ahora en Verona en la Komische Oper berlinesa, de la que es director, aunque pareció ralentizar los tempi en un primer momento, pronto se adaptó a la musicalidad más viva, y la orquesta respondió. La buena labor del ballet y los coros, incluído el de voces blancas, que tanta presencia tienen en este título bizetiano, pusieron la guinda a una noche llena de magia donde la lluvia, que había obligado en las semanas previas a suspender diez espectáculos in medias res, volvió a respetar a la cigarrera elevada entre Merimée y Bizet a mito universal. Juan Antonio Llorente
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