Carta abierta a la dirección del Teatro Real
Uno de nuestros lectores, que posee el blosspot operayhumor, nos envía esta carta abierta al Teatro Real para su publicación.
Carta Abierta al Teatro Real
Anteriormente estimados señores del Teatro Real,
Soy un humilde (humildísimo) aficionado a la ópera, hasta la fecha habitual espectador de su teatro. De muy joven, aún con problemas para pagar el alquiler, siempre sacaba de algún sitio para hacer una escapada a Madrid para escuchar (que no ver) un par de óperas. Amo el género con locura, como casi toda la música. Hace unos 6 años años tuve ocasión de trabajar en Madrid y la proximidad con el teatro fue una de las razones de más peso para aceptar ese trabajo. Las penurias económicas se acentuaron, pero mis visitas al Real mucho más. No sólo eso: promoví la creación de una asociación de aficionados a nivel nacional que hasta hace poco presidí, con la que creamos una página web operística con un vivo foro, además de otorgar premios anualmente y en definitiva difundir este género de forma gratuita, con muchas horas de nuestro día a día dedicadas a esto por puro amor al género.
Con el pasar de los años tengo un armario lleno de los más diversos programas de mano, el 95% del teatro real, además de un montón de arrugadas entradas como resumen de mis continuas visitas. Y no sólo eso, conmigo he hecho que viniesen mis amigos, mi pareja, conocidos, familiares… cuando había un cumpleaños, unas navidades, mi regalo habitual (junto a un libro, película o disco) era una entrada para alguna ópera o concierto en el teatro. El regalo emocionaba doblemente: cuando se recibía y cuando se hacía uso de él. Llegué a conseguir un abono para mí y otro para unos amigos. Tampoco me pesaban las matrículas en los cursos sobre historia de la ópera y demás monográficos que desde el teatro se organizaban (y por suerte se siguen organizando).
El anuncio de que Antonio Moral sería sustituido por Gérard Mortier ya me preocupó, primero, porque Moral llegaba justo a su momento de mayor estabilidad de programa en un año que auguraba grandes éxitos que acabaron por ser grandísimos. No es que su programación estuviese exenta de baches, pero se acercaba bastante a un equilibrio estilístico, como también podía presumir de unos repartos en general muy apropiados y, habitualmente, de indiscutible renombre. Eso por no mencionar los ciclos de recitales, todo un lujo para poder escuchar a esos cantantes que por un motivo u otro, no se les haya podido encontrar sitio en las funciones de ópera.
Lo que más me preocupaba en sus numerosas intervenciones en la prensa tras ser nombrado (y antes de ser oficialmente el director artístico) es que empezó deshaciendo hasta donde pudo la temporada 2010/11, echando abajo el trabajo ya realizado por su antecesor, todavía oficialmente en el cargo en aquel momento. Además de esto surgían oficial y extraoficialmente los adioses de muchos famosos y queridos cantantes en Madrid, algunos por propia voluntad, otros sabedores de que el nuevo programador nunca contaría con ellos.
Muchos decían: “no critiquéis aún, que todavía no ha podido hacer nada”. Sin embargo sí que había hecho ya: prescindió de un director musical residente, dejando a una orquesta con algunos problemas en manos de directores itinerantes. Según el mismo intendente defendía, esto reduce costes –dato que ignoro pero me resulta, al menos, sorprendente – y aumentaría la calidad de la orquesta –discutible – . También decidió que la mejor manera de solucionar los problemas con el coro era echándolos impunemente y contratando un coro privado, operación que desde mi punto de vista, raya la ilegalidad.
El anuncio oficial de la temporada 2010/11 ya presagiaba grandes fracasos, pero otra vez se oía la cantinela de que “estáis juzgando antes de ver nada de su trabajo”. La página web del teatro cambió, borrándose todo el histórico de las anteriores temporadas del teatro, no sé todavía con qué intención. Yo decidí vender las entradas de mi abono, todavía confiado que en posteriores temporadas tal vez podría aprovecharlo. Poco a poco se fueron conociendo más cambios como el del personal de sala, una lástima y una injusticia igualmente, los programas de mano…
Abrió la temporada con una producción totalmente ajena al teatro. Orquesta, coro, cantantes, escenografía…. todo era del Bolshoi. No llegué a asistir, pero por lo oído y leído fue una gran decepción, una oportunidad de disfrutar de una ópera de repertorio, echada a perder por la calidad de la producción y los cantantes. Tras esto se siguió con un supuesto buque insignia. No sabemos qué se tuvo que “desprogramar” para este capricho/saludo inicial del nuevo director. Evidentemente la carísima producción de la fura fue un éxito muy celebrado, pero la calidad musical no hacía justicia a la partitura de Weill ni estuvieron a la altura, ni mucho menos, de la producción.
Podemos seguir desgranando los desatinos y fracasos de la presente temporada donde algunos pequeños reflejos de Moral la han adecentado. No seguiré porque no quiero que mi opinión personal sobre la calidad musical de unos instantes en concreto distraiga sobre lo realmente importante de todo este asunto que es el conjunto. En cualquier caso lo que sí que es indiscutible es que los recitales se han convertido un “regalo” del intendente a sus cantantes favoritos/amigos en lugar de ser lo que era, llegando en alguno hasta necesitar de amplificación electrónica (micrófono), el mayor enemigo de la técnica canora conocido.
Se ha intentado todo. Se promociona más que nunca el teatro: en prensa, televisión, Internet, se ofrecen charlas, conferencias (también on-line), los cursos siguen impartiéndose a gente muy interesada por el género, se hacen descuentos del 90% a gente con 30 años (antes 26), válgame el cielo, un precio simbólico, un “casi entra gratis” y aun así hay entradas sin vender. Me gustaría saber cuanto dinero se ha recaudado por venta de entradas (abonos incluidos) comparado con el año anterior, pese al aumento de precios estoy seguro de que es muy menor. Con sólo introducir algunos cambios, el público ha pasado de pelearse por las entradas, a intentar venderlas o regalarlas. Y lo que nos queda de temporada…
El caso es que desde el primer día de la temporada hasta hoy, sólo cuento con dos entradas arrugadas en mi montón (una de ellas con el sello de “último minuto”). La otra es del concierto-homenaje a Plácido Domingo. Si no hubiese sido por Teresa Berganza y alguna fugaz genial intervención, toda la expectación que generó aquel recital habría sido una de las mayores decepciones que recuerdo. Bueno, no quiero volver a despistar. El caso es que las entradas para ese concierto eran especialmente caras (carísimas) y fue una odisea conseguirlas. Como justificación constaba una nota (ya desaparecida) que rezaba más o menos: “los beneficios obtenidos por este recital serán destinados a fines benéficos”. Si ha sido así me gustaría saber, primero, cuánto se ha gastado y en qué, cuántos han sido los beneficios y, de haberlos, a qué fines benéficos se han destinado, porque hasta la fecha no me consta ninguna información al respecto. En el apartado de ingresos debería aparecer, además de las entradas, la parte proporcional de subvención pública y patrocinios privados que recibe el teatro y, si los hubiera, específicamente para ese recital, además de los derechos de emisión y grabación del recital (había planeado un DVD y las retrasmisiones en directo y diferido fueron excepcionales).
Si después de todo eso no hubo beneficios, me reservo el derecho de denunciar al teatro por estafa, pues el presupuesto estaba claro antes de ser organizado y habiendo vendido el 100% de las entradas se debería saber con antelación si cabía la posibilidad de beneficios o no. Si no se podía preveer beneficios, la nota es un burdo engaño. De existir y no haberlos destinado a ningún fin evidentemente benéfico, también se tratará de una clara estafa que pienso denunciar como víctima de la misma. Dios no lo quiera.
Ahora se anuncia la temporada 2011/12, ya calificada como 100% Mortier. Algún compromiso más se ha tenido que cancelar, las agendas se prevén con varios años vista. Por cierto, otro dato que sería muy valioso para ponderar la gestión de Mortier sería saber si por las cancelaciones de compromisos realizadas desde su entrada, se ha perdido dinero en indemnizar a los contratados.
La temporada, con unos mínimos conocimientos del repertorio y de los cantantes sí que puede prejuzgarse, al menos, de lo buena o mala idea que son algunas cosas. No voy a opinar, como se suele decir, “a toro pasao” de si son buenas o malas ideas, para mí lo serán o no independientemente de los resultados. Luego juzgaremos los resultados cuando los tengamos, cosa en la que no voy a entrar, no voy de pitoniso.
Como bien dice J. Fdez. Guerra en la revista docenotas (http://www.docenotas.com/noticia/7549/opini), la idea de que el público de Madrid somos intolerantes con la ópera posterior al XIX y que si nos sacan de las óperas tradicionalmente de repertorio protestamos porque somos obtusos y casposos aficionados, es una falacia sin fundamento que los defensores de esta temporada esgrimen sin conocimiento de causa. Óperas tradicionales de repertorio no habrán llegado a la decena en mis años como espectador del teatro. Como indica el artículo, se ha podido disfrutar de casi todo (¿o todo?) Janácek, todo Berg, Britten, Henze… La mayoría con notabilísimo éxito cuando se han hecho bien, por cierto. La Elektra con que se abre la próxima temporada es la tercera vez que se programa en las 14 temporadas de teatro, mientras que Traviata (supuesto paradigma de la ópera tradicional), una sola vez. Hay otros títulos que pueden ilustrar esta tendencia hacia programar con comedimiento el gran repertorio, pero gracias al borrado del histórico de temporadas de la web del Real, me cuesta en exceso recopilar los datos concretos.
Lo mejor de todo es que no creo que nadie se queje por tener otra vez más a Elektra en la temporada, podría ser un “mal menor” si hubiese alguna justificación de peso que motivase la programación de esta y otras obras además de la voluntad del director artístico. La programación no parece llevar ningún otro hilo conductor que le dé coherencia a la propuesta más que convertir al teatro en un teatro de rarezas.
Una de las justificaciones que el mismo programador da, es la de “dar un carácter europeo” al teatro. ¿Alguien me podría decir qué significa esto? ¿Es menos europeo Bizet, Gounod, Verdi, Offenbach o Donizetti? Por poner unos ejemplos. Por supuesto el barroco debe haberse desarrollado en la civilización Maya. ¿O con europeo se quiere decir anglosajón? ¿O no latino, directamente, que hay que ver lo poco europeos que somos? Yo, la verdad, no lo entiendo. Una de las imágenes que me vienen a la mente cuando oigo hablar de la cultura centroeuropea es la de un señor vestido de pingüino aplaudiendo aproximadamente al compás de la Marcha Radetzky. O los recitales de high-lights con amplificación electrónica. No creo que nos vaya a aportar culturalmente mucho este “carácter”, la verdad sea dicha. A parte de esto habría que plantearse si los teatros de París y Londres (por ejemplo) son europeos, porque según sus programaciones, comparadas con esta, no lo son en absoluto.
El mismo programador define su temporada como “exigente”. Por favor, explíquese: ¿exigente para quién? ¿Qué sentido tiene? ¿Cómo puede serlo? Tampoco lo entiendo del todo. O mejor dicho, no quiero entenderlo para su propio beneficio.
También defiende que se trata de una temporada “de calidad” y que atraiga a “nuevos públicos”. La primera premisa está por demostrar. No sé si se refiere a la calidad de los títulos (que la hay) a la de las producciones (que lo ignoro) o a la de los intérpretes (que en su gran mayoría lo dudo). Desde luego que como conjunto, sin independizar cada título, es inestable, sesgada, corta de miras y focalizada en un repertorio poco variado, además de apostar por ciertos espectáculos que directamente no son óperas ni ballets, experimentos a parte. La calidad de los intérpretes ha bajado muchos enteros si comparamos estos elencos con los del 2009/10, no creo que ganemos en este aspecto nada y sí se pierde bastante. Lo de los recitales no tiene ni punto de comparación posible. La segunda premisa también es una constante media verdad. La mayoría del repertorio es directamente posterior al “fin de siècle” o de las tendencias más vanguardistas del mismo, donde se crean nuevos lenguajes como respuesta a los preexistentes o incluso a las distintas ramificaciones que les son contemporáneas. Éstos leguajes, en su mayoría de gran complejidad, y el diálogo que se produce entre ellos y sus antecedentes, son ininteligibles si no se tiene un algo más que somero conocimiento del devenir de la música en los 300 años anteriores (incluso más). Lejos de abrir a nuevos públicos, el efecto lógico es que se reduzca a una minoría aún más acusada que el público de la ópera más tradicional, por no hablar de aquel que se acerca por primera vez al género, para el que le podemos crear anticuerpos si empezamos la casa por el tejado. Esto no significa que sólo haya que programar ópera para “no iniciados”, pero sí que habrá que saber guardar un equilibrio si de verdad nos interesa abrir la cultura musical europea a nuevos públicos.
Otra de las justificaciones que usó el director en la presentación es que “no se puede malgastar el dinero (un 44% público y un 56% de las actividades del Teatro) en costosas puestas en escena”. ¿Esta premisa justifica un acercamiento al repertorio menos tradicional? Pues creo que más bien es al contrario. Empezando por los derechos de autor, muchas óperas del siglo XX aún hay que pagar y no poco, por cada función a su autor o herederos. Igualmente el loable rescate de obras que han desaparecido del repertorio conlleva unos grandes gastos como fácilmente puede deducirse. Si hablamos de costosas puestas en escena, el mejor ejemplo es ese Saint François d’Assise que el director se empeñó en realizar en su primer año en teatro y cuyos costes harán que se replanté el escenario planeado (la Caja Mágica) por el Madrid Arena, como mínimo. Deberemos comparar el déficit que va generar este capricho con la más cara producción de cualquier ópera de repertorio hasta la fecha y ver si está justificado. Creo que el ahorro no es una razón que pueda justificar la elección del repertorio. Tal vez sí la de cantantes (no lo sé, no tengo datos), pero si lo que ahorras en contratos, lo pierdes por taquilla ¿tiene sentido?
Pero lo que definitivamente casi me lleva al delirio ha sido escuchar este snobismo de que “el patrimonio español no existe”. Sólo por esta declaración no merece ninguna responsabilidad cultural en nuestro país, para luego justificar que está presente a través de Mercadante (que la escribió estando en España) y Ainadamar que su protagonista es Lorca. Entonces ¿existe o no existe? Siguiendo esa simplista justificación (y como decía una conocida mía) podemos reclamar como óperas españolas integrantes de nuestro patrimonio Le Nozze di Figaro, Fidelio, Don Giovanni, El Rapto en el Serrallo (qué, hombre, la protagonista es española y su novio también), Don Carlo, Ernani, La Favorita y La Forza del Destino, para comenzar. Pero es que resulta que el patrimonio español no sólo existe, sino que además nada tiene que ver con estas zarandajas y en él los teatros españoles deberían ser referentes internacionales. Nada más lejos de las declaradas intenciones de éste director.
Cuando pensaba que la cuenta de despropósitos, desprecios y snobismos no era matemáticamente capaz de aumentar, me doy de bruces con la realidad.
Respecto a la escasez de artistas españoles en la programación, el intendente belga no ha dudado en afirmar que “ningún director de ópera ha hecho tanto” por los artistas españoles como él y ha criticado que, a pesar de las “buenas voces” que hay en España “falta estilo”. “Cantan Verdi como Puccini y el estilo mozartiano es muy malo”, señala. “Necesitamos crear una escuela lírica. Ese es mi sueño”, ha añadido.
Vamos a ver: ¿cuánto es ese tanto y cómo lo demuestra? Porque se me ocurren varios directores que sí han hecho más que Mortier, directores de temporadas españolas y extrajeras, para más inri. La excusa para no contar a penas con ellos es que “cantan Verdi como Puccini” en una temporada sin ningún Verdi, qué más dará como canten Verdi los españoles, a pesar de que este tipo de generalizaciones no debería enunciarlas ningún responsable cultural que se llame “culto”. En cuanto al “y el estilo mozartiano es malo” tres cuartos de lo mismo. No creo que los cantantes de nuestro país se merezcan tal desprecio y tan falto de análisis como este gratuito ataque simple y llanamente para defender su fallida elección. Habría sido infinitamente más fácil, inteligente y constructivo (ojo, aunque no lo pensase), soltar un diplomático “por diversas causas ha sido imposible contar con todos los cantantes que me gustaría, agendas, repertorio, condiciones (…), pero conforme avancen las temporadas se irán incorporando pues existen cantantes españoles con grandes carreras con los que nos gustaría contar”. Pero no, lo ha dejado bien claro. Pero es más, añade que la solución pasa por crear “una escuela lírica”. O sea, no sólo nos tiene que decir qué escuchar y qué no, sino que además se permite el lujo de decir que los cantantes españoles tienen que reeducar su estilo según sus criterios canoros. Arreglados estamos, donde no basta con crear un público nuevo sino que además también hay que crear unos cantantes nuevos.
Las palabras del director del INAEM prefiero no comentarlas, porque, o están escritas antes de conocer la temporada, o ha mentido consciente, descarada y gratuitamente.
Todo esto ha hecho que un fiel y joven aficionado se dé por vencido. Ya no traeré a más amigos o familiares, ni pregonaré en mis escuetos desiertos las bondades del arte y la cultura que puedes llegar a albergar. Adiós abono, adiós teatro. Adiós lágrimas de felicidad, adiós cultura. Espero que esos “nuevos públicos” disfruten en tus imposibles butacas sin visibilidad lo que yo he disfrutado, a mí, últimamente, sólo me hacen sufrir y llorar de pena y nostalgia (y no han pasado sino unos meses).
Por todo esto, he creado un grupo en Facebook, para todos aquellos, que como yo, quieren que el teatro de la ópera de Madrid vuelva a intentar ser lo que fue y no un corralito donde unos cuantos campan a sus anchas, para todos aquellos que piensen que la cultura madrileña ganará con la dimisión de Mortier pero, especialmente, de quienes decidieron contratarle:
Por la supervivencia de la Ópera: Mortier dimisión
¡Que les vaya bonito!
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