LA CENERENTOLA (G. ROSSINI)

Palacio Euskalduna de Bilbao. 19 Noviembre 2016.

Temporada de ABAO.

La Cenerentola no se representaba en ABAO desde hace ahora 16 años y ofrecía el gran atractivo de la presencia en el reparto del tenor mejicano Javier Camarena. Como es bien sabido, Camarena se ha caído del cartel por supuesta enfermedad y el hueco que ha dejado no hay manera de cubrirlo de manera satisfactoria. Estas cosas nadie quiere que sucedan, pero suceden, y no es la primera vez que ocurren ni será la última. El problema queda magnificado, cuando una representación gira alrededor de un divo y el resto del reparto se sitúa a un nivel claramente más bajo. Todos los aficionados saben que el personaje más importante de La Cenerentola es precisamente Angelina, la protagonista, y aquí se ha confeccionado un reparto en el que la diferencia de calidad entre Angelina y el Príncipe Ramiro es muy grande, demasiado. Eso trae consigo que la anulación por parte del divo deja la representación más que tocada, casi hundida. Algo similar podría haber ocurrido hace 34 años, cuando ABAO programó una Lucia di Lammermoor con un reparto en el que descollaba la presencia de Afredo Kraus, aunque la protagonista fuera Adriana Annelli. Si en aquel momento Kraus hubiera cancelado, aquella Lucia habría pasado del éxito al fracaso. Eso es lo que ha ocurrido ahora.

Escena

La producción escénica procede de Toulon y lleva la firma de Jean Philippe Clarac y Oliver Deloeuil, habiéndose estrenado en la ciudad francesa en Enero de 2014. Dos cosas llaman la atención en esta producción. En primer lugar, parece claro que la producción está concebida para un escenario bastante más pequeño que el del Euskalduna, ya que sobra espacio por los laterales y al fondo de modo evidente. Por otro lado, los registas franceses ofrecen esta ópera bufa como si de una función para niños se tratara, resultando excesivamente infantil para un público adulto. La escenografía y el vestuario son de los propios directores de escenas y la primera consiste en un módulo de madera, que ofrece por un lado una reducida casa de Don Magnífico, y por el otro, un supuesto palacio que más parece un apartamento minúsculo. Digamos que pura escenografía low cost. El vestuario resulta colorista y traído a tiempos modernos, particularmente ridículo para las hermanastras de Cenerentola. Tampoco es que el lujo acompañe precisamente la entrada de Cenerentola en el supuesto palacio del Príncipe. La iluminación de Rick Martin es tan ramplona como el resto de la producción.

Escena

Volvía al foso del Euskalduna Antonello Allemandi tras más de 8 años de ausencia. Es el director que ha dirigido más representaciones de ópera en toda la historia de ABAO, aunque ahora sus apariciones son esporádicas. Su dirección me ha parecido no más que correcta, un tanto rutinaria. Ha habido algún desajuste entre foso y escena, especialmente en algunas intervenciones del coro y en algún momento en los concertantes. Lo que no me ha convencido ha sido la actuación de la Orquesta Sinfónica de Bilbao. El Coro de Ópera de Bilbao, en esta ocasión solo la parte masculina, tampoco ha estado muy brillante.

Angelina, la Cenicienta, fue interpretada por la mezzo soprano italiana Jose Maria Lo Monaco, cuya actuación me resultó poco convincente. Es una voz de tamaño reducido, que en las notas bajas resulta prácticamente inaudible. Es más adecuada en la parte alta, aunque hasta un límite. Se mueve bien en agilidades, pero esas prácticamente no

aparecen hasta el rondó final. El Euskalduna pasa factura a estas voces reducidas y la de la protagonista quedó claramente corta de amplitud.

El sustituto de Javier Camarena fue el tenor uruguayo Edgardo Rocha, de quien casi se puede decir lo mismo que de su compañera de reparto a la que me acabo de referir. No es fácil una sustitución de última hora en el personaje del Príncipe Ramiro y más si el titular es Javier Camarena. En cualquier caso, Edgardo Rocha también quedó penalizado por las especiales características de la caverna del Euskaduna. La voz es excesivamente reducida también en este caso.

Escena

Don Magnifico era Bruno de Simone, un experto bajo bufo con una larga carrera a sus espaldas y que, como siempre, lo hizo mejor como actor que como cantante, ya que su voz nunca ha tenido mucha calidad.

Algo parecido se puede decir de Paolo Bordogna como Dandini. La voz de este barítono tampoco tiene mucha calidad, siendo un buen actor. Ocurre que Dandini es más exigente vocalmente que otros personajes bufos.

Hubo otra sustitución en el reparto y fue la del bajo Ievgen Orlov en el personaje de Alidoro. Su sustituto fue el barítono griego Petros Magoulas, que resultó bastante modesto vocalmente. La voz no tiene calidad, se estrangula por arriba y las agilidades se le atragantan un tanto.

En cuando a las hermanastras, fueron cubiertas por Marta Ubieta (Clorinda) y María José Suárez (Tisbe). Lo hicieron bien en escena, no tanto vocalmente.

El Euskalduna ofrecía una ocupación algo superior al 80 % de su aforo. El público se mostró bastante frío durante y al final de la representación. No hubo bravos para ninguno de los artistas.

La representación, que se dedicó por megafonía a Teresa Berganza, presente en el palco, comenzó puntualmente y tuvo una duración de 3 horas y 5 minutos, incluyendo

un intermedio. Duración musical de 2 horas y 33 minutos. Los aplausos, tibios como pocas veces, no llegaron a los 4 minutos.

La localidad más cara costaba 216 euros, mientras que la más barata tenía un precio de 90 euros. José M. Irurzun