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Por Publicado el: 02/09/2024Categorías: En vivo

Critica: Cierre en belleza del Festival de Santander

Cierre en belleza en el Festival de Santander

Obras de Debussy, Lalo, Ravel y Stravinski. Sol Gavetta, violonchelo. Mikko Frank, director. Orquesta Filarmónica de Radio Francia. Palacio de Festivales, Sala Argenta. 31 de agosto de 2024. Festival Internacional de Santander.

CIERRE EN BELLEZAObras de Debussy, Lalo, Ravel y Stravinski. Sol Gavetta, violonchelo. Mikko Frank, director. Orquesta Filarmónica de Radio Francia. Palacio de Festivales, Sala Argenta. 31 de agosto de 2024. Festival Internacional de Santander.

Sol Gabetta

El Festival, que parece haber tenido una buena afluencia de público en esta primera edición dirigida por Cosme Marina -que ha mantenido lo programado por su antecesora, Valentina Granados-, se ha cerrado con buen pie apoyado en la actuación de la Orquesta Filarmónica de Radio Francia con su titular actual, el finlandés Mikko Frank, al frente. En cierto modo ha borrado un cierto mal sabor de boca que nos había dejado días atrás la Orquesta de La Scala con Chailly.

El conjunto francés, de sonoridades bien acolchadas, equilibrado en sus familias, sólido y unitario en los ataques, de pátina envolvente, de texturas agradables, parece haber establecido una unión hipostática con su director, hombre rechoncho, de baja estatura, de brazos ágiles de compás muy abierto, de batuta clara y precisa, de criterios musicales bien asentados, de exposiciones y resoluciones muy lógicas. Otro discípulo aventajado del gran maestro Jorma Panula. El resultado es de notable confortabilidad para el oído y de muy grato seguimiento. No es Frank en todo caso un poeta, un amalgamador de texturas inefables, un mágico investigador. Pero lo racional de sus propuestas y la flexibilidad de sus músicos nos llevan siempre a buen puerto.

Lo apreciamos nada más empezar el “Preludio a la siesta de un fauno” de Debussy, una de las obras determinantes de una nueva era. Todo fue expuesto con cuidado y equilibrio y abierto por esa maravillosa frase inicial de la flauta, tocada en esta ocasión por una magnífica solista. El peculiar mundo impresionista de Claude de Francia se nos ofreció a lo largo de una exposición diamantina, si se quiere algo falta de rarefacción, de sublimidad, de fantasía. La que tuvo la chelista argentina, de ascendencia francesa, Sol Gavetta, todavía joven y garbosa.

Ofreció una soberana interpretación, llena de encanto y finura, del no muy escuchado y curioso “Concierto” de Lalo, obra de 1877 cuajada de contrastes, de giros melódicos, de aires danzables, de melodías muy de la firma. Todo fue expuesto con delectación, totalmente ajena a lo artificioso o empalagoso por la solista. Su sonido lleno y aterciopelado, su fraseo bien esculpido, su aliento y su afinación fueron ejemplares. Estuvo bien asistida por Orquesta y director. Y regaló una pieza llena de gracia española. 

No muy conocida es la obertura feérica “Shéhérazade” de Ravel, su primera obra sinfónica de relieve y que no tiene nada que ver con el ciclo posterior de canciones del mismo nombre. Esta página prematura no hay duda, como consigna en sus amenas notas al programa Regino Mateo, de que está influenciada por la música de Rimski-Korsakov y no presenta las soluciones tímbricas, temáticas o armónicas de sus obras posteriores. Fue bien expuesta, con lucidez y seguridad por Frank y sus músicos. La solidez de la batuta, su claridad y su presteza se pusieron de nuevo de manifiesto en la interpretación de la suite más breve y más conocida de El pájaro de fuego” de Stravinski.

Todo estuvo bien hilado, conectado y expuesto, con especial atención al equilibrio entre familias y a la fusión diríamos que pictórica de las voces. Frank, a veces sentado, otras de pie, gobernó los distintos movimientos y pasajes con enorme soltura. La Orquesta le sigue fielmente. De ahí la afortunada recreación de la sutilísima “Ronda de las princesas” o la bien diseñada y equilibrada en sus voces y ritmos de la “Danza infernal de Kaschei”. Todo en su sitio; enjuto y preciso. El cierre, en ese característico y tan stravinskiano “crescendo”, que se desborda en la irresistible “Alegría general”, fue bien controlado y medido. Los bronces del conjunto brillaron de manera refulgente en la peroración postrera. Los aplausos de un público que casi llenaba el recinto tuvieron el premio, estupenda y sensiblemente tocado, de un “Nocturno” de Sibeliius. Digno colofón. Arturo Reverter

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