“Ciudad sin Sueño” o el genio de Francisco Coll en Valencia.
‘Ciudad sin sueño’ o el genio de Francisco Coll
ORQUESTRA DE LA COMUNITAT VALENCIANA. Javier Perianes (piano). Mark Elder (director). Programa: Obras de Franck, Coll y Ravel. Lugar: Palau de les Arts (Auditori). Entrada: Alrededor de 1.200 personas. Fecha: Viernes, 20 diciembre 2024.
Francisco Coll, el compositor español actual de mayor proyección internacional, ha vuelto a poner una pica en Flandes en su ciudad natal. El viernes, el Auditori del Palau de Les Arts ha albergado el estreno en España de Ciudad sin sueño, la fantasía para piano y orquesta que el compositor valenciano estrenó el pasado febrero en Londres, y que ahora ha recalado en España de la mano del mismo solista de entonces: Javier Perianes, cuyo pianismo pleno de virtuosismo y expresión ha realzado las mil luces y pasiones que entraña la partitura. Si entonces, en la capital inglesa, el pianista onubense contó con la colaboración de la Filarmónica de Londres y el valenciano Gustavo Gimeno, ahora los compañeros de aventura han sido la Orquestra de la Comunitat Valenciana y un iluminado James Gaffigan ya en horas de despedida, tras su recién anunciada partida del podio de Les Arts.
Ciudad sin sueño irrumpe como obra maestra del repertorio concertante para piano. En ella palpitan y se trufan la memoria de Falla y la gran música española; el pulso de Bartók y la insistente obsesividad de Janáček. Todo en el marco de esa manera compositiva tan singular y característica de Coll. Heterodoxia evidente, libre y escrupulosamente fiel a sus sueños y memorias. Una fantasía en el más variado sentido, en la que late y resuena renovadora la figura de Lorca. No solo en el título, tan explícito y lorquiano –“No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie. No duerme nadie”-, sino también en el alma y sentires cruzados de poeta y compositor, del músico que habita en ambos.
Como punto nuclear de esta fantasía que, como apunta Coll, transpira, “el primitivismo de compositores que bebieron de la esencia popular y folclórica, como Janáček, Bartók o el mismo Falla”, el quieto segundo movimiento, “Duende”, donde late con pulsación recóndita la estela de Lorca, pero también la del Falla de la “Nana” o la “Canción”. De hecho, su cuajo afligido y contemplativo adquiere perfiles específicos de desfigurada nana en el extenso soliloquio del piano, que es -dice Coll- como “un movimiento dentro de otro movimiento”. Perianes, poeta del teclado como músico es Lorca en su verso, cantó y delineó el prodigio con jondura de excepcionales quilates pianísticos. Inolvidable.
Tras la pausa, Perianes irrumpió de nuevo en el escenario para interpretar el Concierto en Sol de Ravel. Como en la fantasía de Coll, el lento segundo movimiento, con la larga introducción en solitario del piano, se convirtió en momento inspirador. La genialidad del pianismo se complementó con el idealmente cantado solo de corno inglés, y con el gobierno de un James Gaffigan que cuajó una de sus mejores tardes sinfónicas en València. Fue un programa ¡sin programa de mano! y ensuciado por el intolerable ruidito de los auriculares de los cámaras que filmaban el concierto.
Manchas colaterales de una actuación que se abrió con una referencial versión del poco programado poema sinfónica El cazador maldito de Franck, y culminado con el colofón de La valse de Ravel, apoteosis dancística en la que orquesta y maestro mostraron sus mejores cualidades, sintonías y complicidades. Fue esta misma composición con la que Ravel cerró el programa que, el 17 de noviembre de 1928, dirigió en el Teatro Principal a la “Orquesta Sinfónica de València”. El propio Gaffigan llevaba en el bolsillo, quizá amuleto inspirador, un programa de mano de aquella velada, adquirido en un anticuario del centro de València. Fue el mejor Ravel de la mano de él mismo. Justo Romero.
Publicado en el diario Levante el 21 de diciembre de 2024.
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