Claudio Abbado en Sevilla. DIARIO DE SEVILLA, 3 DE ENERO DE 2007
Claudio Abbado en Sevilla. DIARIO DE SEVILLA, 3 DE ENERO DE 2007
Natalia Gutman. Orq. Simón Bolívar. Obras de Schumann y Tchaikovsky. Teatro de la Maestranza, 2 de enero de 2007.
Me van a permitir que, antes de abordar la crítica propiamente dicha de este extraordinario concierto, me detenga en un par de reflexiones al amparo de lo que ocurrió en el Maestranza anoche.
Una. El afán de protagonismo mediático y la alocada carrera en pos de la foto de los responsables municipales de la cultura llevan a ridículos como el traer a la máxima figura de la dirección orquestal para luego regalar entradas a quienes no saben como comportarse en un concierto. Si en vez de en este desangelado festival se programa a Abbado en la temporada del Maestranza, se habría asegurado el lleno con público respetuoso y no con esos padres de bebés ruidosos y esas máquinas de toser del gratis total.
Dos. El ejemplo de los dos conciertos de la Orquesta Simón Bolívar, con cuanto hay detrás de ella, debería servir de reflexión sobre los resultados de apostar a largo plazo por la educación musical desde la base. Todo lo contrario que esos otros montajes mediáticos costeados por la Junta en loor de cierto director estrella y que apenas si rinden para que algunos políticos se hagan la tradicional foto veraniega.
Y a las pruebas me remito a la vista de la extraordinaria calidad alcanzada por la joven orquesta venezolana. En manos de un genio como Abbado, cuesta trabajo recordar un conjunto orquestal de tal riqueza de sonido y de tal flexibilidad. No hay sección que no sobresalga por sí misma, pero de forma colectiva construyen un instrumento compacto y homogéneo y de una capacidad de respuesta inmediata extraordinaria. Es especialmente rico el sonido de las cuerdas, con una de las secciones de violas más bellas que recuerdo, mientras que los metales suenan con una sobresaliente definición y brillo.
El concierto arrancó de forma desilusionante. Si juzgamos a Natalia Gutman por su actuación en el Maestranza, a años luz de su anterior comparecencia sevillana, habrá que reconocer que no se encuentra ya en sus mejores momentos. Ni por la calidad del sonido (desabrido y áspero), ni por la precisión (demasiadas notas fuera de tono), ni por la agilidad (pasajes rápidos confusos, con notas escamoteadas y saltos imprecisos), quedará en al memoria un concierto de Schumann aburrido y sin vida y en que Abbado no tuvo más remedio que limitarse a marcar y a no tapar a la solista; eso sí, con mimo y ligereza, pero sin pasión. La propina, en cambio, fue un dechado de estilo y de limpieza.
Pero afortunadamente todo cambió en la segunda parte, con una de las obras más apropiadas para lucir el virtuosismo de una orquesta y en la que Abbado se mostró con esa magia del sonido y de la expresión que le ha hecho famoso. Desde la brillantísima fanfarria inicial de los metales se vio venir lo más extraordinario que hemos escuchado en Sevilla. Además de la incontenible pasión, casi agónica, del primer movimiento, hay que recordar ante todo la absoluta transparencia del Andantino, con ese nítido contracanto de la flauta y esa frase final del fagot moldeados con el corazón en un puño y con la sabiduría en el otro. Admirable la precisión y las matizaciones en los pizzicatti del Scherzo, y apabullante la energía del final. Buen inicio de año.
ANDRÉS MORENO MENGÍBAR
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