Coincidencias inoportunas
Coincidencias inoportunas
En días pasados se produjeron un par de ellas. De un lado la Segunda de TVE emitió un programa conmemorativo del recién iniciado año Puccini -lo quiera o no Mortier- que incluía la impresionante “Tosca”, grabada en vivo en sus escenarios originales en 1992, con un reparto de campanillas -Malfitano, Domingo, Raimondi, Mehta- mientras otra cadena digital programaba el mismo título en grabación realizada en el Teatro Calderón de Madrid. Jamás he visto en ópera mayores extremos. Cualquier espectador podía darse cuenta de lo que va de las cosas hechas a fondo a la chapuza sin medios. Aplaudo los esfuerzos y dedicación de José Luis Moreno a la lírica, pero el camino era equivocado. Mejor una buena película como la de Andrea Andermann que una parodia en vivo.
Más difícil comparación, pero también bastante más interesante, se ofrecía entre el “Simon Boccanegra” del Liceo y el de la Ópera de Zurich, ambos por las mismas fechas. En el primero, con un reparto muy endeble, se mostraban las carencias del director de escena -un José Luis Gómez tan acertado habitualmente- así como su total desconocimiento de la obra. “Írmela cantando para qué vea cómo suena”, bien podría haber sido su trabajo en los ensayos. En el segundo, con buenos artistas, una regia de del Monaco de aquellas en las que cada mínimo detalle tiene su justificación en el texto y la música, de las que recrean la obra sin sacarla de contexto. Lo realmente difícil de lograr.
Fragmentos de los cuatro casos servirían para mostrar en una conferencia por dónde debe ir la ópera y por dónde no, cómo crear afición y cómo ahuyentarla. Gonzalo Alonso
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