Comentario de Gonzalo Alonso a Butterfly en el Real
Beckmesser me transmite que no para de recibir emails preguntando por qué no he escrito la crítica sobre Madama Butterfly en el Real y solicitando mi opinión. Cuestiones personales me han impedido redactarla, pero les dejo una brevísima opinión que completa mi crítica de hace cinco años y que, por lo que Beckmesser me cuenta, está incluida en las reflejadas en “Dialogos de besugos”.
Escena: lo dicho entonces sirve para ahora.
Dirección musical: Plácido Domingo resuelve la papeleta con gran dignidad. Quizá un poco plúmbeo en ocasiones y sin ser Barbirolli en el reflejo del colorido y matices ni Karajan en la efectividad dramática.
Intérpretes: excelente para el mundo de hoy la Butterfly de Gallardo-Domás, sobre todo desde un punto de vista dramático en segundo y tercer acto. El primero ya le resulta demasiado ligero. Mucho mejor la expresión facial en los primeros planos en blanco y negro sobre el escenario que en los movimientos corporales. Difícil encontrar hoy mayor emotividad. Una muy merecida ovación en pié por parte del público, algunos con lágrimas en los ojos.
Estupenda la Suzuki de Rodríguez-Cusí. Hubiera tenido el mismo triunfo en cualquier primer teatro del mundo.
Muy discreto el consul.
Realmente flojo el tenor, auténtico lastre para un triunfo aún mayor del logrado.
Nota final: desearía que la dirección del teatro tomase nota del entusiasmo del público dentro del teatro, sobre todo, en la plaza de Oriente ante un título de repertorio muy dignamente interpretado. ¿Se podría conseguir otro tanto con “Il burbero di buon cuore”? ¿A que no? Pues que se enteren. Cierto es que no se puede programar sólo repertorio, pero cierto también que el Real ha de encontrar aún el equilibrio programativo que el Liceo ha logrado. Y si su dirección necesita ayuda, tiene algunos miembros en el patronato que podríamos encantados ayudarla a hallarlo, pero no es misión del Patronato decidir la programación del teatro. Muchos aficionados me preguntan porqué no escribo todo lo que pienso y yo, una vez más, he de contestar que ya llegará el día, pero que mientras sea miembro del patronato del teatro debo intentar mantener un equilibrio -fuera de vanas e inútiles complacencias- en mis presiones internas y externas para que el teatro mejore lo que, a fin de cuentas, es lo que interesa a todos sus usuarios, a cuyo servicio estoy como crítico y como patrono y a cuyo servicio deberíamos estar todos en el teatro, por encima de vanidades personales.
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