Comentarios en la prensa: ‘Los maestros cantores de Núremberg’ en el Teatro Real
LOS MAESTROS CANTORES DE NÚREMBERG (R. WAGNER)
Los maestros cantores de Nuremberg, Wagner. Reparto: Gerald Finley, Tomislav Muzek, Nicole Chevalier Jongmin Park, Leigh Melrose, Sebastian Kohlhepp, Anna Lapovskaja, José Antonio López… Director musical: Pablo Heras-Casado. Director de escena: Laurent Pelly. Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. 24 de abril de 2024.
El Teatro Real ha estrenado la famosa comedia de Wagner, en una nueva producción con la colaboración de la Royal Danish Opera de Copenhague y el Teatro Nacional de Brno. La crítica de los diarios nacionales -que recogemos a continuación- destaca, en general, la buena puesta en escena del francés Laurent Pelly, que despliega, como concluye Pablo L. Rodríguez de El País, una “producción impecable a nivel escénico y fiel a la obra de Wagner“.
Sobre la parte musical, la crítica ha destacado la “raspona sonoridad” de la orquesta, con Pablo Heras-Casado al frente, que, como apunta Alberto González Lapuente, “aclimató a duras penas en el tercer acto sin dejar de estar algo sobrecargada e inestable“.
EL PAÍS 25/04/24
Laurent Pelly despliega su magia sobre ‘Los maestros cantores de Núremberg’ en el Teatro Real, por Pablo L. Rodríguez
Wagner siempre exhibió un sentido del humor cruel y poco confiable. (…) bajo la superficie de su gran comedia Los maestros cantores de Núremberg, con situaciones prototípicas de parodia y pantomima, también encontremos drama y violencia.
(…)
Esta puesta en escena del régisseur francés suponía el esperado regreso de Los maestros cantores al Teatro Real, tras la visita de la Staatsoper berlinesa, en junio de 2001, con la última producción de Harry Kupfer (…)
(…) producción impecable a nivel escénico y fiel a la obra de Wagner. Pelly añade un efectivo diseño de vestuario con aire popular que combina con una excelente dirección de actores. Una labor que le permite ahondar en la personalidad de cada uno de los doce maestros cantores, conectar las parejas de enamorados e identificar al coro. (…) Un espacio escénico medio derruido que se gira y altera para evocar las localizaciones de los tres actos y destaca, en el segundo, con esas casitas de cartón que representan los tortuosos callejones de Núremberg (…)
La dirección musical de Heras-Casado cosechó sonoras ovaciones al final. (…) su ascenso a este everest musical que son Los maestros cantores fue irregular. Lo comprobamos en la obertura, donde Wagner resume la trama de la ópera en una magistral forma sonata, que no terminó de despegar por muchos decibelios que se añadieran al final (…)
El barítono Gerald Finley encabezó un buen reparto con varios cantantes españoles. Construyó un Sachs sin la dimensión vocal de un Wotan, pero con un indudable atractivo vocal. (…) Otro de los triunfadores de la velada fue el maniático Beckmesser de Melrose, que convirtió su dificilísima intervención en el certamen de canto en uno de los momentos más divertidos y logrados de toda la noche. Y el tercer triunfador fue el sólido y cavernoso bajo surcoreano Jongmin Park, como el orfebre Veit Pogner (…)
No convenció el tenor croata Tomislav Mužek (…) la soprano estadounidense Nicole Chevalier, fue una Eva tan sobreactuada como inexpresiva (…) Bien la Madgalene de la mezzo alemana de origen bielorruso Anna Lapkovskaja, a pesar de su forzado agudo en el tumulto que cierra el segundo acto. Y muy destacado el David del tenor alemán Sebastian Kohlhepp (…)
EL MUNDO 25/04/24
Los Maestros Cantores de Nuremberg: ópera dentro de la ópera, por Álvaro del Amo
Situada entre dos cumbres, el Tristán y el inicio de la Tetralogía, parece que Richard Wagner quiso utilizar el esquema dramático y narrativo frecuente en su estilo para proponer una obra que sirviera de pórtico, explicación y algo así como un compendio de sus intenciones artísticas, personales e incluso patrióticas. Aquí también llega una figura del exterior, el hidalgo Walter para remediar, replantear, redimir una situación, el anquilosamiento de la retórica musical practicada ancestralmente por los maestros cantores y artesanos; del mismo modo que el holandés aterrizaba con su buque fantasma para responder a la angustia de Senta, el extraño Lohengrin se subía a un cisne volador para librar a Elizabeth de una acusación falsa, y el niño salvaje, Parsifal, acudía para restañar un enconado dilema místico. Todos estos intrusos irrumpen inconscientes de su papel en la historia; papel que el autor les ha astutamente designado.
Wagner, para su propósito de afirmación testamentaria, desplegó una música en el esplendor de una madurez que se recrea en sí misma, un deleite ególatra que invita a una interpretación entregada a su propio disfrute; así lo han entendido Pablo Heras-Casado y la orquesta del Teatro Real; su interpretación invita a zambullirse en el universo wagneriano, olvidando lo que tiene de simplismo nacionalista, esquematismo sentimental y tópico en la caracterización de algún personaje, lo que a la postre solo son pecadillos frente al monumento operístico levantado por su autor a lo largo de casi cinco horas de mirarse prodigiosamente al ombligo.
La ciudad de Nuremberg en el siglo XVI la concibe el director de escena Laurent Pelly como un lugar sin carácter, donde reina Hans Sachs, el personaje histórico, zapatero, poeta y dramaturgo que el barítono Gerald Finley, buen actor, acomete sin la presencia, dignidad y liderazgo que corresponde a su múltiple condición de alter ego wagneriano, consejero sentimental, ciudadano ejemplar, además de sagaz crítico musical, capaz de dar paso al nuevo estilo que anuncia el recién llegado, Walter, un tenor impetuoso que resulta algo tímido en el hidalgo en mangas de camisa que presenta Tomislav Muzek. El antagonista, sin categoría de villano, es Beckmesser, un tipo estrafalario, quizá el punto débil de la comedia costumbrista; como si el Wagner dramaturgo no hubiera acertado a la hora de endilgarle sus fobias; egoísta, reaccionario y judío, que en la torpe versión de Leigh Melrose pierde todo atisbo de dignidad. Eva (Nicole Chevalier) es lo mejor del reparto; se impone en el último acto (también lo mejor de la función), después de ser tratada como una pazguata por el director de escena,
Una disfrutable velada operística, con el predominio de la orquesta y su director, que a menudo tapan un reparto de voces en general poco adecuadas a sus personajes. Y el siempre talentoso Laurent Pelly no ha acertado esta vez a la hora de ofrecer la imagen de un pueblo encantado de haberse conocido; no es esta obra triste y viejuna, ¿tanto miedo da recrear una atmósfera luminosa con 500 años de retraso?
ABC 25/04/24
‘Los maestros cantores de Núremberg’ de Laurent Pelly enorgullecen al Teatro Real, por Alberto González Lapuente
La tradición considera que Los maestros cantores de Núremberg es una de las óperas que mejor demuestran la capacidad y solvencia de un teatro. Y la tradición, según Hans Sachs, conserva la pureza del arte frente al desgaste del tiempo. De manera que hay un beneficio inmediato en el hecho de que el Teatro Real se someta a esta prueba de esfuerzo, que lo haga estrenando una nueva producción firmada por Laurent Pelly, en coproducción con Copenhague y Brno, y que coloque al frente de embrollo musical a Pablo Heras-Casado que es uno de sus principales directores invitados.
(…)
En ello está Laurent Pelly, quien ha visitado Madrid en siete ocasiones durante diez temporadas, siempre con éxito (…) ‘Los maestros’, tras el estreno del miércoles, pasa a incorporarse entre sus mejores realizaciones (…) En Los maestros hay teatro y personajes de carne y hueso, que sufren, gritan, divierten, ríen y enfurruñan.
De inmediato surge Sixtus Beckmesser, el escribano pedante, obtuso y ofuscado que se dibuja con particular protagonismo gracias a la muy redonda interpretación del inglés Leigh Melrose. (…) Por supuesto, Hans Sachs, cuyo arbitraje como ‘primus inter pares’ cuenta con la astucia de Gerald Finley (…)
Algún ejemplo más. La voz grande y dominadora de Jogmin Park, cuyo Veit Pogner da sentido al rico orfebre y padre de Eva con su talante de gran señor. La solvencia de José Antonio López aparece bajo la máscara del panadero, secretario y guardián de rancias esencias Frtiz Kothner. La aristocracia desteñida de Tomislav Muzek que defiende al siempre comprometido Walther von Stolzing (…) Nicole Chevalier guardó lo mejor para el tercer acto, para expandirse luego en un encanto demasiado coloquial
(…)
Pelly advierte sobre la grandeza de Núremberg y alerta sobre una realidad que toma forma de fachada ruinosa. Podría considerarse que hay similitud con el preludio que surge del foso, o al menos tal y como surgió en la primera función, altisonante, confuso, emborronado, de compleja narrativa y turbia ejecución.
La Orquesta Titular del Teatro Real pincha si se empeña en leer la obra con una sonoridad tan raspona, que Heras-Casado aclimató a duras penas en el tercer acto sin dejar de estar algo sobrecargada e inestable. Hay mucho por desbrozar en una interpretación cuya gruesa volumetría fue muy aplaudida y artificialmente jaleada (…)
Y en el cierre la ovación incluyó a Laurent Pelly y a sus colaboradores. Al muy determinante juego de luces y a la calidad visual del vestuario (…) Núremberg es una ciudad de cartón, frágil, efímera, envejecida hasta el límite y que, muy en la narrativa de Pelly, se conforma con aparentar ser un juguete abierto al solapamiento de perspectivas.
(…)
LA RAZÓN 25/04/24
«Los maestros cantores de Núremberg»: Comedia humanista y divertida, por Arturo Reverter
Tras muchos tropiezos y traspiés, el largo proyecto de Meistersinger tomó cuerpo por fin el 21 de junio de 1868 en Múnich. Resulta curioso que aquí Wagner, sin perder de vista sus ideas defendidas hasta el momento en La tetralogía o en Tristán –discurso continuo, melodía infinita, uso del leitmotiv-, organizara una forma muy diferente en la que, aparte de la huida constante del cromatismo, establecía un tejido en el que se distinguen con claridad números prácticamente cerrados, arias y hasta conjuntos tradicionales.
Estamos por tanto ante una obra original, muy diferente a todas las demás salidas de la misma pluma y que en estas representaciones madrileñas lleva la marca escénica del imaginativo Laurent Pelly, siempre agudo y, frecuentemente, metafórico, que este caso no tiene dudas en plantear un acercamiento en clave de comedia; una comedia que es, en sus palabras, “divertida y bonita a la vez, universal como la vida, que enfoca su puesta en escena haciendo referencia a un mundo en descomposición, como el actual”..
No es nuevo en la manera de Pelly recurrir a maquetas, como plantea a lo largo del segundo acto de la ópera, que se desarrolla entre casitas de cartón, que crean “un espacio emotivo, poético y gracioso, con caminitos y plataformas giratorias, que se destruyen en el complejo y fugado cierre de la secuencia”. La acción, enmarcada por enormes paredes como de patio de vecindad, transcurre aquí a lo que parece en los primeros años del siglo XX. Lo que a la postre se quiere que prevalezca es la idea de una comedia humanista y divertida que ha de entenderse con la escucha de una música que tiene remansos líricos, abundantes leitmotiven y numerosos pasajes fugados, en los que se desarrollan escenas especialmente rápidas, casi de dibujos animados.
A la dirección musical de Heras-Casado le faltó algo de pulimento, de vuelo, de lirismo; también de claridad y transparencia, de sentido de las proporciones, de contrastes. La obertura fue manifiestamente mejorable, como, en general, todo el complejo tejido contrapuntístico. Hubo momentos, sí, conseguidos, algo esperable de un maestro de la talla actual del granadino: final del primer acto, el tan evocativo “Monólogo de las lilas” y la reflexión del comienzo del tercer acto de Sachs. También los aires danzables del último cuadro, convertido por Pelly a veces en un baile de salón.
Irregular el muy amplio plantel de voces. Por falta de espacio hablaremos solo de las muy principales. Gerald Finley tiene muy ahormado a Sachs, personaje que ha cantado innúmeras veces. Sabe decir, regular, variar y convencer, aunque a su voz baritonal le falte ahora mismo algo de robustez, de enjundia, de amplitud. Leigh Melrose, un barítono lírico de buena pasta, flexible y musical, apechugó con la exagerada caricatura que de él hace Pelly: una suerte de pelele cojitranco, de rasgos epilépticos. Beckmesser es ridículo pero no deforme mental y físicamente. Fácil, con plausible vibrato, el David de Sebastian Kohlhepp.
Walther estuvo en la voz lírica no especialmente timbrada, de Tomislav Muzek, de buena línea y escaso volumen. No se le oyó prácticamente en los concertantes. Penetrante, a veces demasiado, el lírico timbre de la Eva de Nicole Chevalier, que cantó muy bien su apasionada comunicación a Sachs del tercer acto. Pelly nos la presentó al comienzo de la obra como una niña tonta. Oscura, redonda, plena y bien asentada la voz de Jongmin Park, un Pogner muy sólido. El grupo de los Maestros, con José Antonio López, un estupendo Kohtner, cumplió bien. Como lo hizo la Orquesta y sobre todo el Coro, que sonó rotundo, pleno, vigoroso, mejor en los pasajes en forte que en los más delicados. El público aplaudió con ganas al final. El que quedaba, pues muchos se fueron en el descanso. La representación empezó a las 6 de la tarde y terminó pasadas las 11 y media de la noche.
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