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Por Publicado el: 12/11/2023Categorías: Diálogos de besugos

Comentarios en la prensa: Las golondrinas en el Teatro de la Zarzuela

LAS GOLONDRINAS (J. M. USANDIZAGA)

El gesto de despedida y bienvenida, la repetición del mismo éxito que obtuvo en su estreno y el aplauso unánime de los críticos a los cuerpos estables del teatro son los tres puntos en común que desgranan los expertos en sus comentarios respecto a la reposición de Las Golondrinas de José María Usandizaga en el Teatro de la Zarzuela. El título vuelve como punto y final del mandato de Daniel Bianco, que inauguró con este montaje su etapa al frente del coliseo, y se prolonga hasta el 19 de noviembre con seis funciones más en las que toma el testigo de la dirección Isamay Benavente.

Presentado ante el público por primera vez en 2016, la presente temporada lírica ha recuperado la producción de Giancarlo del Monaco, “auténtico hombre del teatro” según Gonzalo Alonso, quien “realizó, y lo repite, un montaje majestuoso”, señala Jorge Fernández Guerra. En esta ocasión, ha ocupado el foso el maestro Juanjo Mena, en plena sintonía con el regista a la hora de “resaltar desde en foso y los tintes más dramáticos de la obra”, destaca Alonso. El reparto, de nuevo encabezado por Gerardo Bullón y Raquel Lojendio, transmite “buen tono general y teatralidad”, que concluye “muchos minutos de ovaciones a todos los artistas sin excepción alguna”.

Las golondrinas. Música, José María Usandizaga. Libreto, María de la O Lejárraga. Gregorio Martínez Sierra. Dirección musical, Juanjo Mena. Dirección de escena, Giancarlo del Monaco. Escenografía, William Orlandi. Vestuario, Jesús Ruiz. Iluminación, Vinicio Cheli. Reparto: Puck, Gerardo Bullón / César San Martín; Lina, Raquel Lojendio / Sofía Esparza; Cecilia, Ketevan Kemoklidze / María Antúnez; Juanito, Jorge Rodríguez-Norton; Roberto, Javier Castañeda. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coro del Teatro de la Zarzuela, director, Antonio Fauró. Del 9 al 19 de diciembre. Teatro de la Zarzuela, Madrid.

Escena-Las-golondrinas-c-Teatro-de-la-Zarzuela

Escena Las golondrinas (c) Teatro de la Zarzuela

El País 10/02/23

‘Las golondrinas’ vuelven para revalidar su éxito

No siempre las reposiciones en breve plazo resultan relevantes. El montaje que acaba de lanzar el Teatro de la Zarzuela sobre Las golondrinas es todo lo contrario. Presentada en 2016, vuelve a sus tablas siete años después y lo hace con un éxito y una acogida formidables. El equipo artístico es el mismo, a grandes rasgos; destacando la puesta en escena de Giancarlo del Monaco y la lúgubre y barroca escenografía de William Orlandi; incluso la protagonista femenina, la soprano canaria del primer reparto Raquel Lojendio retoma el arquetípico papel de Lina. Repite también gran parte de la troupe de artistas de circo que proporcionaba viveza y colorido al montaje, por más que el tono global sea el blanco y negro. La única incorporación relevante a este equipo es la del director musical: si en aquella ocasión era el joven Óliver Díaz, a la nueva propuesta se ha sumado el formidable director vasco Juanjo Mena.

[…]

Se añade al interés de la reposición la expectación sobrevenida del despertar del interés por la obra y la trayectoria de la libretista, María Lejárraga. Era bien sabido, pero escasamente valorado, el hecho de que la autora riojana había escrito gran parte de su obra teatral y, desde luego, sus intervenciones junto a músicos como Joaquín Turina (Margot) y Manuel de Falla (El amor brujo) bajo el nombre de su marido, el empresario y editor Gregorio Martínez Sierra. En los últimos años, se ha redoblado la atención sobre esta figura capital de la historia de España, escritora, activista, feminista junto a pioneras como Zenobia Camprubí, María de Maeztu e incluso Victoria Kent, y diputada por el Partido Socialista entre 1933 y 1936, con el consiguiente exilio que la llevó a Argentina hasta su muerte al filo de alcanzar los 100 años. Sirva, pues, esta reposición para alumbrar algo más el buen hacer de esta figura digna representante de la España grande que se llevó el ácido viento de la historia de nuestro país. Y también para ajustar la decisiva aportación de su entonces marido Martínez Sierra en el nacimiento de esta zarzuela-ópera tan importante como productor, instigador y protector del frágil Usandizaga, aunque no de colibretista como sigue apareciendo por razones que se me escapan.

[…]

Del equipo artístico, poco se puede añadir a una prestación ya celebrada en la versión de hace siete años. Del Monaco, realizó, y lo repite, un montaje majestuoso, y más con las estrecheces del Teatro de la Zarzuela. Sus colaboradores repiten éxito y los cuerpos artísticos siguen disfrutando y haciendo disfrutar, el Coro, siempre seguro, y la troupe circense que, quizá con algo de exceso, animan la escena. Mención aparte merece el director musical Juanjo Mena, que se impregna del espíritu y la letra de una partitura que posee toda la complejidad de una ópera internacional, con una orquesta inmejorable y llevada con tanta técnica como pasión.

En cuanto a los intérpretes, hay un muy buen tono general y una teatralidad que transmite admirablemente tanto los tonos alegres y festivos como la triste melancolía que transmiten los amores enredados y sin solución. Gerardo Bullón, en su papel de Puck, sale triunfador en un rol que siempre parece evocar aquel original de Emilio Sagi-Barba hace más de 100 años; excelente prestación vocal con poderío y justa musicalidad. El papel de Lina lo incorpora de nuevo Raquel Lojendio, que se transmuta en una juvenil, casi adolescente, admiradora de la vida, el espectáculo y cautivada por ese primer amor que la deja en precaria situación, resuelve bien los erizados problemas vocales del personaje y convence en escena. Su contrafigura, Cecilia, esa complicada primera amante del desdichado y colérico Puck, está encarnada por la mezzo georgiana Ketevan Kemoklidze, convincente en lo vocal y con algunos problemas de dicción que se perdonan por su origen y porque, quizá, no serían ajenos al personaje original que, por más que se llame Cecilia, podría haber sido una artista de cualquier país, así era el circo.

En suma, una producción que retoma la vida de éxitos que siempre caracterizó a esta obra maestra del teatro lírico español. Si no la conocen o la han olvidado, no se la pierdan. Jorge Fernández Guerra

Escena-de-Las-Golondrinas-c-Teatro-de-la-Zarzuela

Escena de Las Golondrinas (c) Teatro de la Zarzuela

La Razón 11/01/2023

‘Las golondrinas’, un señor espectáculo

Verdadero estallido de “Bravo” al bajarse el telón con las últimas notas de la obra de Usandizaga y muchos minutos de ovaciones a todos los artistas sin excepción alguna. Un éxito rotundo que se apuntó Daniel Bianco en la apertura de su primera temporada como responsable del Teatro de la Zarzuela y se apunta en la última junto a Isamay Benavente, su sucesora como responsable del teatro. Merecido, ya que puso toda la carne en el asador eligiendo una ópera española poco representada y encargando una nueva producción a un director de escena de la talla de Giancarlo del Monaco.

Se ha utilizado la revisión a ópera de la zarzuela del prematuramente fallecido Usandizaga –antes de cumplir los treinta- realizada por su hermano, basada en la transformación en ópera (estreno: Teatro del Liceo de Barcelona, 14 de diciembre de 1928) de la zarzuela original, dada a conocer en el Teatro Price de Madrid el 5 de febrero de 1914 por la compañía de Emilio Sagi Barba, en la que los diálogos están musicalizados. Estamos ante una partitura irregular, muy propia de su tiempo, con influencias y ecos de todo tipo, desde Wagner a Debussy, pasando por Lehar con más promesas que realidades, con una orquestación rica y brillante, a la que le falta continuidad en la inspiración, aunque presente momentos con arranque melódico como el aria de Puck en el primer acto, el dúo “Fuego de paja en el viento” o muy especialmente la amplia “Pantomima”. Se ofreció anteriormente en una de las primeras temporadas del Real (1998-1999) con regia de José Carlos Plaza, María José Montiel y Vicente Sardinero y más tarde, en concierto, en la Quincena donostiarra y el Arriaga.

Tanto Juanjo Mena como del Monaco han coincidido en resaltar en foso y orquesta los tintes más dramáticos de la obra, en la que tiene cabida hasta el maltrato. El regista se ha decantado claramente por apartarse del naturalismo, con una compañía ambulante de payasos, para adentrase en el neorrealismo en los dos primeros actos y en el expresionismo en el tercero bajo dos ideas generales básicas: la locura de los personajes que se mueven en condición de teatro dentro del teatro y, cómo no, el teatro mismo. Predomina la escena en blancos y negros cinematográficos, que se tiñen de colorido –precioso el vestuario de Jesús Ruiz– en la “Pantomima”. La escenografía parece la propia caja del teatro, pero no lo es y la iluminación no puede estar más acertada. Hay registas que se limitan a diseñar espectáculos más o menos bellos o imponentes en los decorados y otros que, al margen de ello, son auténticos hombres de teatro y hacen actuar a los cantantes. Uno de estos es el italiano. Del Monaco plantea una completa actuación escénica hasta en esa pantomima en la que no se recurre al tradicional lavado de manos de un ballet, sino que la representan los propios cantantes. Y es sólo uno de los ejemplos. Desde el primer maltrato de Puck a Cecilia hasta la forma de desvelar el asesinato de ésta se respira una tensión casi abrumadora, sólo apaciguada por los abundantes movimientos secundarios en segundos planos. Inspirada la aparición final de la compañía. Un trabajo admirable y es curioso que sea un italiano quien mejor haya sabido llevar a escena dos obras tan nuestras como “Golondrinas” o la excelente “Vida breve” del Palau de les Arts que la Zarzuela supo recuperar.

El reparto funciona, salvando las dificultades de una escritura en tesituras altas exigentísimas que obliga a cambios del más ligero primer acto al dramático tercero. Los tres protagonistas dan la talla. Bullón, con su atractivo timbre baritonal, se reserva para darlo todo y conmover en su relato del asesinato a Lina, arrancando una ovación; Lojendio repitiendo y otorgando mayor densidad y dramatismo a su interpretación de 2016, perfecta como bailarina; Kemoklidze, una mezzo cada vez más lanzada; Rodríguez-Norton y Castañeda completando un reparto redondo. Es cierto que todos ellos quedan a veces algo cortos y poco cómodos vocalmente ante la densidad orquestal pero la escena lo salva. La dirección en el foso de Juanjo Mena resulta ágil, vibrante, enérgica, pero nunca descontrolada, con un muy trabajado y espléndido interludio, también ovacionado, consiguiendo una gran prestación de la Orquesta de la Comunidad y el Coro del teatro. Gonzalo Alonso

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