Comentarios en la prensa: ‘Theodora’ en el Teatro Real
Theodora (G.F.Händel)
Theodora de Händel. Julia Bullock, Joyce DiDonato, Iestyn Davies, Ed Lyon, Callum Thorpe, Thando Mjandana. Orquesta y Coro Titulares del Teatro Real. Escenografía: Chloe Lamford. Vestuario: Sussie Juhlin-Wallén. Iluminación y vídeo: James Farncombe. Coreografía: Sarita Piotrowski. Coordinación de intimidad: Ita O’Brien. Dirección del coro: José Luis Basso. Dirección de escena: Katie Mitchell. Dirección musical: Ivor Bolton. Teatro Real. Madrid, 11 de noviembre de 2024.
El Teatro Real ha estrenado el famado oratorio de Händel, en una versión escénica diseñada por Katie Mitchell, la cual traslada la acción de la obra al mundo actual. La crítica de los diarios nacionales -que recogemos a continuación- muestra una idea desigual en cuanto a la producción, la cual ha levantado no poca polémica por lo impactante que puede resultar a ciertas personas del público. Mientras que el diario EL PAÍS destaca la escenografía y la fluidez de los movimientos en el escenario, el diario EL MUNDO incide en lo desconcertante que puede resultar al espectador.
En el campo de lo musical, buena nota para los cantantes de forma general, si bien podemos leer alguna crítica abierta al director de orquesta Ivor Bolton, cuya versión, según el diario ABC, resulta un tanto desigual.
Entre las crítica abiertamente negativa de Alvaro del Amo en El Mundo y la abiertamente positiva de Alberto González Lapuente en Abc, se sitúa la moderada de Gonzalo Alonso en La Razón y en esta web.
EL PAÍS 12/11/2024
‘Theodora’ se empodera sobre el escenario del Teatro Real
Admirable producción feminista de Katie Mitchell del penúltimo oratorio de Handel con excelentes actuaciones de Joyce DiDonato y Iestyn Davies, junto a los conjuntos titulares de coro y orquesta, dirigidos por Ivor Bolton
La tradición de acercar los oratorios de George Frideric Handel a la ópera no tiene más de cien años. En vida del compositor nunca precisaron de una representación escénica, con esa combinación de temática religiosa, protagonismo coral y uso de la lengua inglesa. Todo comenzó en Gotinga y Münster, en las décadas de 1920 y 1930, con masivas producciones corales coreografiadas por Hanns Niedecken-Gebhard que disponían de escenografías geométricas inspiradas en la Bauhaus. En ese contexto se representó escénicamente la primera Theodora, en 1926, junto a otros oratorios, como Hércules, que Hitler incorporó a los Juegos Olímpicos de 1936, tras haberla adaptado a la liturgia nazi.
Pero la coproducción de Katie Mitchell del penúltimo oratorio de Handel estrenada en el Teatro Real, el lunes, 11 de noviembre, está relacionada con la ola del llamado Regietheater. Este movimiento incorporó El Mesías, en 1985, en una famosa producción de Achim Freyer que celebraba el 300º aniversario del compositor. Una puesta en escena que presentaba a Handel como un precursor del teatro épico de Bertolt Brecht y que contó con Christopher Hogwood como responsable musical. La fórmula de combinar una interpretación históricamente informada con la imaginación escénica contemporánea siguió adelante, en 1996, con la famosa producción de Theodora, de Peter Sellars, para el Festival de Glyndebourne, que contó con William Christie como responsable musical.
Sellars convirtió la historia del martirio cristiano en la Antioquía del siglo IV en un alegato contemporáneo contra la pena de muerte por inyección letal en Estados Unidos. Incluyó una impactante escena en la que Theodora y Didymus estaban atados en sendas camillas mientras morían cantando el dúo Streams of pleasure ever flowing. Tanto Mitchell como la soprano Julia Bullock reconocen, en el programa de mano, la influencia de esta poderosa propuesta escénica, pero su alegato va dirigido contra el heteropatriarcado.
El enfoque de Mitchell es profundamente feminista, pero también radical y trepidante en su puesta en escena. Evita la división entre paganos y cristianos que plantea el oratorio, y unifica la acción en una embajada romana actual donde los cristianos se han infiltrado como parte de su personal de cocina.
La trama ideada por Mitchell empodera a la protagonista que, en el primer acto, prepara con sus compañeros un atentado que es frustrado por la seguridad de la embajada. En el segundo acto, la noble cristiana termina en un burdel, pero escapa al intercambiar sus ropas con Didymus, un ex miembro de seguridad enamorado de ella y convertido al cristianismo.
En el tercer acto, Theodora decide enfrentarse al malvado embajador Valens y evitar su martirio. Todo termina de forma delirante y con la protagonista convertida en una especie de Lara Croft. Aun así, el resultado escénico es admirable. La coreografía de movimientos sobre el escenario funciona a la perfección con la maravillosa música de Handel, que incluye secciones de arias tranquilas a cámara lenta para subrayar momentos de especial tensión, como la desactivación de la bomba o el asesinato de los guardias de seguridad.
Esa fluidez en la acción se apoya en una excelente escenografía de Chloe Lamford. Está formada por cajas yuxtapuestas e interconectadas, muy bien iluminadas por James Farncombe, que se mueven para mostrar las diferentes estancias de la embajada, entre las que destaca el burdel en terciopelo rojo con dos bailarinas de pole dance. El vestuario de Sussie Juhlin-Wallén acompaña bien la acción, que ha requerido por vez primera en el Teatro Real de una directora de intimidad para las escenas de sexo, aunque nada resultó subido de tono.
En esta reposición, dirigida por Dan Ayling, ha vuelto a destacar el excelente nivel actoral. Con la violenta heroína, su devota y feminista amiga Irene, el prototipo de la nueva masculinidad de Didymus y su inflexible amigo Septimius. Sin embargo, el punto más bajo fue el malvado Valens, convertido aquí en un proxeneta bravucón que no provoca ni temor ni repulsa.
Los miembros del coro se integraron bien escénicamente y participaron en varios momentos ceremoniales, como en la celebración de la Navidad, el bautismo de Didymus o su boda con Theodora. Sin embargo, la propuesta de Mitchell prioriza a los cristianos y suprime la mayor parte de los coros de paganos. Fue el único elemento discutible en una versión musical, con todos los recitativos y arias junto a sus respectivos da capo, que fue superior en calidad orquestal, coral y vocal a la que estrenó esta producción en el Covent Garden de Londres, a finales de enero de 2022.
El director titular del coliseo madrileño, Ivor Bolton, volvió a extraer un ideal color barroco de la Orquesta Titular del Teatro Real, ya desde la obertura, junto al acompañamiento del Monteverdi Continuo Ensemble, donde el propio Bolton participó tocando uno de los claves.
Aparte de la orquesta, las otras bazas musicales de esta producción fueron las voces. El Coro Titular del teatro madrileño, dirigido por José Luis Basso, elevó los tres finales corales de cada acto, como el del segundo, He Saw the Lovely Youth, que Handel colocó “muy por encima” de su popular Aleluya, de El Mesías.
La soprano Julia Bullock encabezó un excelente elenco, aunque no terminó de convencer como Theodora, con cierta tirantez en los agudos e incomodidad en algunas vocalizaciones. No obstante, su bellísima aria del segundo acto, With darkness deep, fue uno de los momentos estelares de la noche. La gran triunfadora fue la Irene de la mezzosoprano Joyce DiDonato, que brilló con luz propia en la apertura del tercer acto, con Lord, to thee.
La mejor voz que escuchamos sobre el escenario del Teatro Real fue la del contratenor Iestyn Davies. Impactó desde su primera aria, The raptur’d soul, con su exquisito color y gran naturalidad en las agilidades. Curiosamente, el público le aplaudió antes del da capo y aprovechó para añadir una fermata y desplegar un brillante catálogo de adornos en la repetición. Del resto del reparto, el tenor Ed Lyon también fue un buen Septimio, con voz clara y fluidez en los pasajes más floridos. Y el bajo Callum Thorpe, como Vales, sonó inseguro al principio, aunque mejoró en el segundo y tercer acto.
El Teatro Real dedicó la función a las víctimas de la DANA en Valencia. Y se guardó un emotivo minuto de silencio al inicio.
Pablo L. Rodríguez
EL MUNDO 12/11/2024
Theodora de Händel en el Teatro Real: ni virgen, ni mártir
La arenga se convierte en sermón en este montaje en el que los cantantes cantan muy bien, pero actúan como si no supieran lo que están cantando
El único oratorio de tema cristiano de Händel, Theodora, aparece en el Teatro Real en coproducción del Covent Garden londinense. Como oratorio la acción dramática se reduce a la exposición de un hecho o situación que se desarrolla a través de figuras, ya que no personajes, cada una representativa de una actitud.
Aquí la estampa de la virgen cristiana que resiste, en la Antioquía dominada por Diocreciano, el empeño del déspota de que sea adorada la diosa Venus, se trata como un drama, con historia y personajes, con un extraño resultado, el foso y la escena caminan por sendas diferentes; forcejeo y contradicción que alcanza también a los intérpretes, que como cantantes expresan una cosa y como actores deben manifestar otra, distinta y a menudo opuesta.
El canto es estrictamente religioso. Desde la plegaria hasta la profesión de fe, pasando por himnos corales, con un denominador común, la miseria de la existencia humana. La acción se ambienta en una elegante cocina, servida por un equipo nutrido del que forma parte Theodora (Julia Bullock) y su amiga Irene (Joyce DiDonato). La cocina pertenece a un burdel de lujo regentado por Septimius (Ed Lyon), el representante del emperador Diocleciano. Por allí bulle Didymus (Iestin Davis), que no consigue suavizar la ferocidad del tirano.
La primera parte, puramente extática, no se comprende. Vemos a los artífices en la cocina atareados minuciosamente en servir bebidas y en preparar un guiso o una tarta al tiempo que los malvados anuncian sus amenazas. Theodora, sin dejar de atender el detalle de su actividad culinaria, anuncia que ella no cree en los placeres terrenales y lo que desea es ascender a los cielos.
Mientras, los empleados del burdel se manifiestan con la vulgaridad que les correspone acompañados de un par de stripers que se desperezan con gimnástica languidez. Lo que se ve en la escena está muy bien realizado, así como la orquesta dirigida por Ivor Bolton produce una música diáfanamente ejecutada. Los cantantes cantan muy bien, pero actúan como si no supieran lo que están cantando.
La segunda parte ofrece la única situación dramática del oratorio. Theodora ha sido encarcelada y Dyodimus acude a rescatarla intercambiando sus atuendos, una escena teatral que ocurre después de que Theodora haya sido violada, un crimen que el oratorio no permite. La virgen ha dejado de serlo y se libra del martirio, rescatada por los cristianos que en súbita revuelta acaban con sus opresores mientras entonan la gloria de Dios.
Una cierta impresión de desconcierto. Algo así como un sermón que se predica desde el mismo púlpito donde se lanza una arenga. El sermón no llega teñido de un fervor contagioso; demasiadas alusiones a la gloria celestial poblada de ángeles vestidos de blanco y níveas nubes.
La arenga es confusa al perorar sobre varias injusticias a la vez. La arenga se convierte en sermón, increpando al espectador a tomar partido, y el espectador, humilde melómano, ¿no tiene derecho a que solo se le exija tomar partido por un tal George Friedrich Händel, no siempre el protagonista de la velada?
Álvaro del Amo
ABC 12/11/2024
La genialidad de Katie Mitchell señala a Theodora
Pese a los prejuicios, todo rueda a las mil maravillas en la ejecución del proyecto y más aún en su contemplación. ‘Theodora’ es impactante y todo un hito por razones que van más allá de lo supuestamente ofensivo.
Lo más obvio de la Theodora que estos días programa el Teatro Real tiene que ver con todo aquello que se ha anunciado, de manera un tanto amarillista, en relación con la puesta en escena firmada por Katie Mitchell…
…Theodora es impactante y todo un hito por razones que van más allá de lo supuestamente ofensivo….
….Hay mucho de conmovedor en este entorno exquisitamente decorado y en el que coincide una música penetrante, diáfana y extraordinariamente vehemente con una acción opresivamente exhibicionista. El trabajo de la soprano Julia Bullock y el dibujo que propone de la compleja personalidad de Theodora explica la disposición al sacrificio y la defensa de la causa religiosa, a ojos de Mitchell mediante un justificado uso de la violencia. Bullock demuestra aquí, y a lo largo de toda la obra, que es mucho más interesante el retrato que hace del personaje que las herramientas vocales que maneja….
….coloca al espectador en una posición voyerista, con todo lo que de excitante pueda haber en el término.
En una visión de estricta contemporaneidad, Theodora es mártir pero también guerrillera y caudilla de su causa, lo que lleva la obra a un final imprevisiblemente razonable. Hay que insistir en la contundencia y elegancia visual de la representación, en la sensación de realidad, armada en varios escenarios, desde la cocina en la que todo se fragua al frigorífico en el que podría morir la esperanza, y que de manera sucesiva o simultánea aparecen ante el espectador. Y, mejor aún, en el desarrollo narrativo que se propone hilado en una continuidad intrigante, que enriquece las observaciones del libreto original de Thomas Morell e intensifican su orientación moral….
…El teatro de Katie Mitchell es inapelable desde una perspectiva dramática y estrictamente escrupuloso en su acatamiento musical.
Entre los protagonistas de esta puesta en escena aparece también Joyce DiDonato aportando sustanciosa experiencia. Con ella prima la identidad de Irene y su calado emocional sobre la facilidad de ejecución… …El contrapunto lo establece el contratenor británico Iestyn Davies, quien ya ofreció el papel en el Real en 2009 cuando Theodora se programó en versión de concierto. Su actual vocalidad coloca al romano DiDymus en una posición reflexiva, sazonada de buen gusto y honradez.
En otro orden de cosas, a la tosca interpretación que Callum Thorpe hace del gobernador Valens se une la asepsia con la que Ed Lyon resuelve el de Septimunus. Todo ello nace en el escenario para difuminarse en un foso desde el que Ivor Bolton plantea una versión desigual….
Alberto González Lapuente
LA RAZÓN 13/11/2024
Theodora en el Real, triunfo del feminismo
El oratorio Theodora de Händel, con libreto de Thomas Morell, está basado en una obra de Robert Boyle publicada el 1687 con el nombre de The Martyrdom of Theodora and Didymus. Händel lo compuso en 1749 y fue estrenado ene 1750 en el Covent Garden londinense, junto a su Concierto para órgano en sol menor, op. 7 núm. 5, con tan poco éxito que se retiró después de tres conciertos y no se volvió a representar hasta 1755. Se trata del único oratorio dramático de Händel compuesto sobre un tema cristiano y narra la historia de santa Teodora de Antioquía, quien, a pesar de las persecuciones, mantiene su fe.
Esta obra, aunque poco programada en concierto y menos representada, es considerada por no pocos como uno de los mejores -incluso el mejor- oratorio de Händel por su rica orquestación y elaboradas arias. El estilo es una mezcla de lo dramático y lo lírico, musicalmente, enfatizando los conflictos emocionales de los personajes, presenta una combinación típica entre recitativos, arias y coros, mezclando elementos de la ópera y el oratorio, lo que permite dotar a la música de mayor dramatismo conservando un enfoque espiritual.
Ejemplo de ello son sus arias Angels, ever bright and fair, The raptured soul y With harmony and love o los coros He saw the lovely Youth y How strange their ends, de cristianos y romanos respectivamente. El mundo romano está descrito por una música de fanfarria, mientras que en el cristiano predomina lo místico, pacífico y afable.
Además de su combinación entre ópera y oratorio, aborda temas de fe, sacrificio, amor y la lucha entre la opresión y la libertad, lo que lo hace partícipe en muchas épocas y contextos. Por ello, se presta a concepciones modernas como la versión escénica que hizo Peter Sellars para el Festival de Glyndebourne. La directora de escena, Katie Mitchell, propone una lectura feminista de Theodora, muy acorde con su extremismo en este tema. Theodora e Irene no son mujeres resignadas, sino luchadoras y las convierte en guerrilleras que luchan contra el sistema, representado por sus jefes tiranos que someten a las mujeres y a las minorías religiosas.
Traslada la acción a nuestro tiempo en las dependencias -una cocina multiusos, un salón, un lupanar, etc. – de una embajada romana en la que los empleados la radical minoría religiosa de los cristianos, encabezada por Theodora, se rebela activamente contra sus opresores como extremistas revolucionarias y fundamentalistas, incluso terroristas fanáticas. Novedad es la aparición de una coordinadora de intimidad, Ita O’Brien, para la realización de las escenas de violencia y contenido sexual. En su página web, el Teatro Real advierte: “Esta producción muestra escenas violentas y contiene temas de terrorismo, acoso y explotación sexual”.
No es para tanto, sino una forma de llamar la atención para atraer un público a quien la entrada le cuesta 407€. Se trata de una producción muy bien pensada, que extrae un impensable jugo del oratorio, con una excelente combinación de canto y actuación. El problema radica en que se trata de un oratorio y no una ópera y a más de uno le ha pasado (conversaciones mantenidas en los descansos) lo que a mí.
Uno está tan pendiente de la escena, de ver lo que nos quiere contar en cada momento, que te alejas de la música y desaparece la concentración que esta requiere. Eso sí, sería impensable hoy estar más de tres horas escuchando el oratorio en concierto.
Al final, a Katie Mitchell se le ve el plumero feminista y tiene que hacer que Theodora, Irene y Didymus triunfen asesinando al embajador. Se acabó la auténtica historia de la obra y Theodora deja de ser santa al no morir en la cámara frigorífica de la embajada. ¿Es esto admisible? Es como si Tosca muriese asesinada en vez de suicidarse o como si Mimí acabase curándose. En fin…
Julia Bullock domina el papel de Theodora, habiéndolo cantado en el Covent Garden. Notable actriz, su voz de soprano, de emisión irregular, inaudible a veces y con agudos destemplados otras, contrasta mejor con la de mezzo de Joyce DiDonato que cuando lo abordan también mezzos. DiDonato es el gran reclamo, habitual en el Real, donde ha cantado últimamente el Dido de Purcell y a donde regresará en mayo para la versión de concierto de Jephta. Impecable su Irene y la más ovacionada.
El contratenor británico Iestyn Davies muestra su gran clase en arias y dúos, el tenor británico Ed Lyon cumple y el bajo Callum Thorpe, de voz timbrada, sufre en algunas coloraturas. En conjunto una buena interpretación vocal y excelente escénica.
Ivor Bolton, que está en su última temporada como director musical del Teatro Real, siempre ha destacado en las óperas barrocas y lo demuestra con el buen rendimiento a los buenos elementos del Real, aunque nos hayamos acostumbrado a lecturas con más chispa en este repertorio como las de Minkowski, Gardiner, etc.
Gonzalo Alonso
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