Comunicado sin desperdicio
El comunicado del Teatro Real del día 18 de septiembre no tiene desperdicio: “El Director General del Teatro Real, Miguel Muñiz, ha comunicado a la Comisión Ejecutiva, en la tarde de hoy, haber recibido sendas cartas del Director Musical, Jesús López Cobos, el 2 de septiembre de 2008, y del Director Artístico, Antonio Moral, el 16 de septiembre de 2008, en las que ambos renuncian a la posible renovación de sus contratos más allá del 1 de septiembre de 2010.
La Comisión Ejecutiva reafirma el cumplimiento de los contratos hasta el 1 de septiembre de 2010 y acepta y respeta la decisión de los directores, además de valorar altamente su continuidad en el Teatro durante las dos próximas temporadas.
La Comisión Ejecutiva reconoce el excelente trabajo que viene realizando Jesús López Cobos con la Orquesta Sinfónica de Madrid, y valora de forma muy positiva la labor artística de Antonio Moral, quien ha realizado una programación innovadora y coherente, que consolidará al Teatro Real como uno de los principales teatros de ópera europeos.”
Con tanta valoración positiva, ¿cómo es posible que nadie del Real se haya puesto en contacto con los directores artístico y musical para preguntarles qué pensaban ellos, si quería o no seguir, en qué condiciones..? Y eso a pesar que ellos ya en junio pidieron hablar. Sólo obtuvieron una respuesta: el silencio. Y, además, los que vengan en sus puestos a negociar se enterarán perfectamente de cómo se las gastan en la casa. Peor, con peores formas, no se pueden hacer las cosas. Y es que no hay forma de que el Teatro Real esté dirigido por profesionales con ideas claras, que sepan por dónde ir, cómo hacerlo, motivar al personal para que todos vayan por el mismo camino, etc.
Ahora la gran cuestión: La célebre comisión ejecutiva la integran Gregorio Marañón, Juan Carlos Marset y Santiago Fisas. ¿Quién de ellos tiene tiempo -dados sus múltiples cargos- y, sobre todo, conoce el mundo musical internacional cómo para poder contactar, atraer, negociar y contratar a las dos figuras que se precisan? Calaf respondería en un santiamén a este enigma: ninguno de ellos. ¿Se entregarán a los brazos de Lissner?
¡Qué de barbaridades y qué mal ejemplo! ¿Por qué estos señores, en vez de códigos de buenas prácticas, no se matriculan en aquella asignatura que se llamaba “urbanidad” o “buenos modales”? Mucha educación para la ciudadanía, mucho sectarismo y nada de formas.
Lo peor de todo: quien sufre las consecuencias es el propio Teatro Real. Ya superado el parón de la marcha de Emilio Sagi -acuerdense de que el asunto fue muy parecido- será difícil evitar ahora un nuevo y considerable estancamiento.
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