Crítica: los tres conciertos estrella de los Proms: Petrenko, Nelsons, Berlín y Boston
Los tres conciertos estrella de los Proms: Petrenko, Nelsons, Berlín y Boston
Obras de Dukas, Prokofiev, Schmidt, Strauss y Beethoven. Orquesta Filarmónica de Berlín. Yuja Wang, piano. Kirill Petrenko, director. Royal Albert Hall. 1 y 2 de septiembre de 2018.
“Tercera sinfoníaa” de Mahler. Susan Graham, mezzosoprano. Orquesta Sinfónica de Boston y CBSO Chorus. Andris Nelsons, director. 2 de septiembre de 2018.
La temporada musical mundial empezó por todo lo alto con tres conciertos en Londres dentro del ciclo de los populares Proms en tan sólo dos días consecutivos, sábado y domingo, y por tanto muy propicios para un viaje en fin de semana, por lo que han sido muchos los españoles que estuvieron en el Royal Albert Hall. Además la BBC-3 los ofreció por radio en directo. Nada menos que la Filarmónica de Berlín con Kirill Petrenko, su próximo titular al frente, y la Sinfónica de Boston con Andris Nelsons su actual titular, compitieron por llevarse el gato al agua. ¿Quién se lo llevó?
Vaya por delante que los tres conciertos fueron magníficos. Petrenko abrió el sábado con “La Peri”, una intrascendente pieza de Dukas, que sólo sirvió para abrir boca y recordar el sonido de la mítica agrupación. Llegó seguidamente Yuja Wang (Pekin, 1987) con el “Tercer” concierto de Prokofiev para demostrar que la técnica y el vigor son lo más destacable de la pianista china, que supo mantener el ritmo y la estructura de una partitura que va muy bien a sus características, aunque no supo extraer todo su contenido más emocional y la versión rozó la superficialidad. El éxito fue tan enorme que tuvo que conceder dos propinas. Impresionante la primera de ellas, el “Preludio Op.23#5, y aún más la adaptación de la “Marcha turca” mozartiana que realizó Volodos. Las ovaciones no terminaban.
La segunda parte la ocupó la “Cuarta” sinfonía de Franz Schmidt (Pozsony, 1874- 1939), su sinfonía más importante por el avance que supuso respecto a sus anteriores obras. Es prácticamente la única que se interpreta, aunque en España sea prácticamente desconocida. Mahler, Bruckner y Strauss la impregnan. Aunque sin interrupción, se distinguen cuatro movimientos. La trompeta, que abre el primero con un solo, y el chelo son los dos instrumentos con mayor protagonismo. Éste último tiene su lógica ya que Schmidt fue chelista. De hecho fue una de las personalidades más completas de su época, como compositor, pianista y chelista. Fue miembro de la orquesta de la ópera vienesa bajo el mando de Mahler, que era su cuñado. Esta sinfonía tiene un carácter marcadamente triste y el compositor la definió como un réquiem a su hija fallecida durante su composición. Aunque su mujer, confinada en un hospital psiquiátrico, fuese asesinada dentro del programa de eutanasia nazi, fue calificado por los nazis tras la toma de Austria como el mejor compositor vivo del “Ostmark”. Petrenko ha dirigido ya la obra en varias ocasiones y es difícil imaginar una ejecución mas intensa y perfecta sonoramente de la ofrecida en esta ocasión, muy especialmente en el segundo movimiento, el central y más intenso de la partitura.
El segundo de sus dos conciertos, el domingo por la noche, tuvo un carácter más popular, que bien podía haber sido uno de los de Karajan, con “Don Juan” y “Muerte y transfiguración” de Strauss y la “Séptima” beethoveniana. En la primera obra destacó el impulso desde los acordes iniciales, mientras que la segunda tuvo un ambiente más reflexivo y sutil y menos grandilocuente de lo habitual. La “Séptima” ofreció toda la personalidad de Petrenko, un director con tempos muy rápidos y enérgicos, un poco en la línea de Toscanini de forma muy clara en la realmente apoteósica danza del cuarto movimiento y, sin embargo, contemplativa y profunda en la de Furtwängler como en el canto del oboe en el primer tiempo. Lo mejor: el vivísimo cuarto. Lo peor: el “allegretto”, que pasó sin pena ni gloria.
Es difícil escuchar en Europa a la Sinfónica de Boston, un conjunto con sonido típicamente americano. La “Tercera” de Mahler es una de las partituras más monumentales y largas de su autor, una obra que requiere mucha profundidad para irnos llevando desde el canto a la naturaleza inanimada al amor divino. Andris Nelsons es sin duda uno de los directores más interesantes del presente, aunque para algunos se encuentre algo sobrevalorado. Lo mejor de su lectura fue el movimiento final, en el que la profundidad de la música y todo su contenido emocional brotó tanto como se había resistido en parte en los tiempos previos. Así en el primero se prestó demasiada atención al lucimiento sonoro, especialmente de los impresionantes metales bostonianos. Sonaron con potencia enorme, brillante, luminosa y siempre afinada, pero quizá hubiera sido mejor retener tanta sonoridad y dejar que sólo se explayase en los climax a fin de obtener una mayor contraste. La mezzo Susan Graham cantó admirablemente su parte en el cuarto movimiento y la actuación de los coros de menores y mayores fue impecable. En cualquier caso un concierto memorable.
Berlín tuvo la suerte de cerrar este tríptico concertista y orquesta y director comprendieron que tras la exhibición bostoniana habían de dar lo mejor de sí mismos. Lo hicieron y se llevaron el gato al agua. Gonzalo Alonso
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