Confusión cultural en las administraciones públicas
Se mire por donde se mire “San Francisco de Asis”, tal y como se ofreció en la Casa de Campo de Madrid, “C(H)OEURS, “Vida y muerte de “Marina Abramovic”, las tres óperas pactadas con Rattle y la Filarmónica de Berlín o “I due Figaro”, con Muti sí, pero también con una orquesta y unos coros inferiores a los titulares del Real y con un reparto de jóvenes extranjeros, que perfectamente en lo vocal y mejor escénicamente podrían haber compuesto jóvenes españoles, son todo ofertas de festival y la temporada del Teatro Real no debería ser un festival. Mortier pisa fuera del plato. Cuesta mucho dinero -sólo los citados más que cualquier temporada entera en la gran mayoría de los teatros españoles- y no es ni lógico ni justo que se utilice un decreto de hacienda para quitar dinero a los trabajadores del Real para dárselo a Mortier y sus caprichos festivaleros. Un millón de euros más a su libre disposición sin que nadie le controle.
No están los tiempos para que el Ministerio de Cultura, la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid o la misma Caja Madrid permitan que el Teatro Real sea económicamente un pozo sin fondo dedicado a caprichos festivaleros con artistas de un clan personal mientras dejan hundirse propuestas mucho más serias e importantes culturalmente a las que asisten públicos verdaderamente interesados -caso de “Los Siglos de Oro” o el ciclo de cámara del Auditorio Nacional- en vez de jóvenes curiosos -¡de hasta 35 años!- que pasan por la taquilla del Real pagando sólo el 10% de lo que vale una entrada, empujados por una mastodóntica campaña publicitaria en radio y prensa, y que sirven para que se maquillen las cifras de ocupación del primer teatro de ópera español. ¿Qué pasará con el déficit del Real cuando se vean las cifras de taquilla? Puede ser aún peor que lo sucedido en el Liceo. Todo pura equivocación, pura confusión.
¿Y quién es responsable de tanta confusión? Sólo faltaría que, una vez más, los responsables de ella intentasen que fuesen quienes destapan y advierten de sus absurdos para evitar asumir sus tremendas responsabilidades.
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