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Por Publicado el: 18/03/2020Categorías: Colaboraciones

El Covid-19 cultural

EL COVID-19 CULTURAL

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Siento verdadera envidia, a la par que coraje, cuando constato cómo la Ministra de Cultura de la República Federal Alemana, ha hecho expresa manifestación de no abandonar a su suerte al mundo de las artes, ante el descalabro económico que va a suponer las medidas que adoptará su gobierno, para la contención y destierro del maldito virus Covid-19, puesto que va a afectar a los salarios de trabajadores de teatros, de imprentas, a honorarios profesionales de cantantes, músicos, actores, directores, etc. Pero es que todo se entiende, por suerte o por desgracia.
Por suerte para Alemania, donde la cultura es un territorio especialmente cuidado por los representantes del pueblo, haciendo gala y honor a una tradición de siglos que han dado luz a una pléyade de músicos, escultores, pintores, pensadores, literatos y poetas, siempre protegidos por un mecenazgo especial tanto público como privado; amén de constituir una importante fuente de entrada de divisas.
Por desgracia para nuestro suelo patrio, en el que la cultura es un apéndice de corto recorrido dentro de la administración pública (local, provincial, autonómica y estatal). Sin ley de mecenazgo, tan necesaria y tantas veces prometida (con muchos borradores de proyecto de ley tirados a la basura) y ahora oficialmente aparcada. Con unas medidas (a la fecha desconocidas en lo económico) para paliar los efectos del Covid-19, que en nada tienden a cauterizar las pérdidas dinerarias de los trabajadores asalariados o autónomos en la música, en el canto, en el teatro, a las empresas promotoras de cultura. Aquí se cierra el chiringuito y, por ahora, si te he visto no me acuerdo. La “vil razza dannata” política española (casta casposa y cutre) solo quiere la cultura para decir que se hace algo al respecto y, ¡eso sí!, para salir en la foto. Vuelve a mi memoria aquella esposa de un ministro que agarrada a su brazo, entrando en el Teatro Real, mientras los reporteros gráficos hacían su trabajo, preguntó a su cónyuge “cariño, ¿hoy de qué va?”.
En el fondo, muy en el fondo, y haciendo un gran esfuerzo, comprendo su miseria humana, ya que en esos personajes existe un razonamiento muy simple, pero efectivo: cuando más inculto sea el pueblo, más manejable es. Por ahora están acertando.
¡Y pensar que con esas miserias de toros castrados -bueyes-, se nos obliga a arar nuestra cotidiana existencia! ¡Qué tropa!
Manuel Cabrera, 15 de marzo de 2020

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