Crisis en la ópera italiana
De vez en cuando la ópera italiana experimenta una convulsión. Recordemos los tiempos en los que Montserrat Caballé -habría cumplido 91 años el pasado día 12 de abril- se tuvo que enfrentar al público en un teatro italiano que protestaba porque en el reparto eran casi todos extranjeros.
De cuando en cuando hay asociaciones que elevan las protestas y así dos asociaciones líricas italianas denunciaron la ausencia de artistas nacionales en el Festival Puccini Torre de Lago en 2021, tildando de inconcebible que se prescinda de cantantes italianos a la hora de interpretar papeles en los que el mercado nacional es fuertemente representativo. En estos días salta a la prensa italiana la queja de que en el próximo Festival de Verona sólo 43 de los 149 papeles principales serán artistas del país.
Otras denuncian la invasión de extranjeros para dirigir sus teatros: Sebastian Schwarz, Alexander Pereira, Stèphane Lissner o Dominique Meyer son algunos de esos nombres. Curioso que en Italia no encuentres figuras relevantes para comandar su gran tesoro cultural, la ópera, y haya que recurrir a extranjeros. Y todos estos nombramientos a golpe de talonario y con contratos llenos de salvaguardias para los nombrados a pesar de la gran crisis que atraviesan los teatros. Lejos, muy lejos, quedan los tiempos de Ghiringhelli o Siciliani, intendentes que dominaban la economía tanto como lo artístico.
Ahora nos encontramos con una peculiar situación en el San Carlo de Nápoles, donde los tribunales han obligado a readmitir a Lissner. El gestor fue destituido como intendente en mayo de acuerdo con una ley aprobada por el gobierno de Meloni, que fija en 70 años la edad límite para dirigir fundaciones lírico-sinfónicas.
Desde el 1 de septiembre del año pasado era Carlo Fuortes, exdirector de la Rai, quien ostenta la dirección, designado por el Comité de Dirección de la Fundación del teatro, pero Stéphane Lissner se reincorporó inmediatamente a su puesto como intendente del San Carlo de acuerdo con el Tribunal Laboral de Nápoles, que ha ratificado que la anulación de su contrato el pasado junio “no respeta sus derechos fundamentales”. Por cierto, Andrés Maspero, se incorpora como director del coro esta temporada, tras despedirse en julio como titular del Coro Intermezzo en el Teatro Real.
El citado Carlo Fuortes, que acababa de tomar posesión al frente del Maggio Musical florentino, se ve ahora sentenciado a 16 meses de prisión por la muerte de un trabajador en la Ópera de Roma en 2017.
Y siguen los recortes. En el Teatro Verdi de Salerno se ha reducido el caché de Daniel Oren de 130º€ a unos 43º, además de recortarse la programación en 1/3 respecto a la de 2023. Pero Oren se halla también en la prensa por su decisión de cambiar la puesta en escena de Nabucco de Verdi en otro Teatro Verdi, esta vez el de Trieste, sin contar con el regista Giancarlo del Monaco, creando una notoria polémica por una violación de los derechos de autor y una guerra entre ambos artistas entre bastidores dada después a conocer públicamente.
Y llegamos a la gran duda en la Scala, donde la alcaldía de Milán y el Ministerio de Cultura italiano discuten acerca del futuro de la superintendencia del teatro. Uno es partidario de prorrogar un año más a Dominique Meyer y el otro de contratar a Fortunato Ortombina, lo que también conllevaría la sustitución de Riccardo Chailly por Daniele Gatti, para quien no parecen regir las acusaciones de abuso de 2018. Finalmente acuerdo, prolongación y sustitución.
Ya ven que el panorama italiano está muy entretenido y aún queda bastante más por contar, como la meteórica carrera del corista Roberto Guenno en Turín gracias a sus relaciones con el superintendente William Graziosi o el déficit de Maccerata o los problemas de Alberto Veronesi en Torre del Lago y el centenario de Puccini.
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