Crisis en la Orquesta de Gran Canaria
La Orquesta Filarmónica de Gran Canaria tuvo un gerente de 1996 a 2007 que fue despedido tras ser condenado por malversación de fondos al utilizar la tarjeta de crédito de la orquesta “para su recreo personal”. Con anterioridad se criticó una gestión que, según los representantes de la orquesta, llevó a la entidad a un grave endeudamiento, dio lugar a despidos luego considerados improcedentes, ocasionó la suspensión de los conciertos por la isla, etc.
Parece ser que el presidente de la Fundación Orquesta Filarmónica estaba estudiando la rescisión del contrato de Pedro Halffter, director titular, cuando éste propuso y consiguió la nueva contratación del gerente despedido. Los representantes de la orquesta han señalado que contó para ello con el apoyo de “personas de fuera de la orquesta y del mundo de la política que están teniendo una influencia desmedida” en el nombramiento del gerente y que hicieron valer “los derechos de rehabilitación moral y social y de reinserción laboral” para con el condenado. Ante las presiones se le puso a la firma un contrato que le dejaba sin competencias económicas, lo que desagradó al afectado. Las mismas fuentes señalaron la conveniencia del nombramiento para los intereses de la agencia que representa al titular, a la orquesta y a una buena parte de los solistas que figuran en las temporadas. El contrato se firmó, los músicos anunciaron huelgas, paros, plantes al director titular en sus conciertos, llegó la crisis al Cabildo y, finalmente, el contratado dimitió antes de ejercer sus funciones.
Toda la historia, que es seguro tendrá continuidad y que posiblemente afecte a Halffter o al presidente de la Fundación, es muy lamentable y airea la existencia de un tremendo caciquismo en las instituciones artísticas, con empresarios, periodistas y agentes que influyen más de la cuenta en la vida musical canaria. También viene a mostrar la carencia de gerentes sinfónicos, una actividad cuyos estudios deberían ser incluidos en las escuelas de dirección. Y, por último, señala lo lejos que están nuestras islas de la península, donde casi nadie ha informado del escándalo.
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