Crítica: 1º y 2º reparto de Nabucco en Les Arts
NABUCCO (G. VERDI)
1º reparto
Nabucco, la disimulada debilidad
Plácido Domingo, Amartuvshin Enkhbat, Arturo Chacón-Cruz, Riccardo Zanellato, Anna Pirozzi, Alisa Kolosova. Dirección escénica: Thaddeus Strassberger. Dirección musical: Jordi Bernàcer. Palau de les Arts. Valencia, 2 de diciembre.
Dentro de la sinrazón que domina el mundo, esta representación era una más. La primera actuación de Plácido Domingo tras los incidentes y Valencia le esperaba con expectación y gratitud. Pero no sólo Valencia. Los acosos de la prensa tras la noticia han sido llamativos: sólo importaba el tenor. Y, como alguien ha hecho mal las cosas, ha dejado mucha prensa enfadada. Todos habían pedido entrevistas y sólo se publicaron dos en vez de organizar una rueda de prensa. Tan enfadada ha quedado que, después de tanto interés, ya no importaba saber si a Domingo le habían aplaudido mucho o poco. Cosas de la vida.
Pues sí, se le ovacionó tras cada una de sus intervenciones y muy especialmente después de su “preghiera” final y al acabar la representación, antes de que se simulase el estreno de “Nabucco” en La Scala en 1842, con carteles de “Viva Verdi” y octavillas desde las alturas con “Gracias Plácido”. Hay veces que el texto de una ópera sugiere una realidad más inmediata. Nabucco canta que se encuentra débil, que no desea que el pueblo se entere de ello y que quiere parecer fuerte. Eso mismo le sucedía a Domingo, en lo personal y en lo vocal. Sin duda le han tenido que afectar los sucesos y resentirse tanto físico como voz pero, como ha descansado tras cancelarse actuaciones, no se ha advertido tanto. Ya no trata de oscurecer la voz. No es Nabucco, es Plácido, para bien y para mal. Aún admira su fraseo en el registro central, incluso la belleza del timbre, pero la ópera no es sólo eso. No creo que sea el momento adecuado para exponer la reflexión que me hice durante la función. Ya habrá ocasión. Dejemos ahora al artista recoger la gratitud y el cariño que todos sentimos por él.
Anna Pirozzi fue una Abigaille -papel incantable- de enorme caudal en los forte-agudos, opaca en los graves y con problemas en las coloraturas. Arturo Chacón-Cruz aportó dignidad en el breve papel de Ismaele, como otro tanto Alisa Kolosova como Fenena. Flojos en cambio los bajos. Al Zacarías de Riccardo Zenatello le faltaron enjundia, graves y agudos. Jordi Bernàcer supo mantener viva, con pulso, una representación que flojeaba por el reparto y, sobre todo, por la escena.
La coproducción de Washington, Minnesota y Filadelfia simulaba el estreno de “Nabucco”, con palcos a la izquierda del escenario, espectadores y soldados de época, como excusa para unos decorados de cartón piedra de telas pintadas sin ser los de la “Aida” de Mestres Cabanes del Liceo.
Valencia estuvo con Plácido Domingo. ¡Lástima que no se dedicase la función a Helga Schmidt! Otra a quien tiene mucho que agradecer. Gonzalo Alonso.
NABUCCO (G. VERDI)
2º reparto
Enkhbat, auténtico barítono verdiano
Palau de Les Arts de Valencia. 14 Diciembre 2019.
Estas representaciones de Nabucco habían levantado una gran expectación y no solo en Valencia, debido a la presencia como protagonista en las primeras funciones de Plácido Domingo, que, si normalmente atrae a los aficionados, ahora lo ha hecho de manera especial al coincidir con el escándalo de las acusaciones en Estados Unidos de abusos sexuales por su parte hace mucho años, lo que ha traído consigo la anulación de sus actuaciones en aquel país, además de haber tenido que renunciar a la dirección artística de la Ópera de Los Ángeles. Es claro que en Europa en general y en España en particular no se está de acuerdo con esta política de condenar a un acusado sin prestar la mínima atención a algo tan importante como es la presunción de inocencia.
Por razones que no vienen al caso no pude asistir a las representaciones en las que Supermán era el protagonista de este Nabucco y lo he hecho en una de las últimas funciones, en las que ha ocupado su sitio en escena el barítono de Mongolia Amartuvshin Enkhbat, cuya carrera meteórica en los dos últimos años llamaba poderosamente mi atención. La verdad es que ha merecido la pena.
La producción ofrecida lleva la firma del americano Thaddeus Strassberger y todo parece indicar que el propio Plácido Domingo ha tenido que ver mucho con el hecho de que se ofreciera en Valencia, ya que fue durante su mandato como director de la Ópera de Washington (2012), cuando se estrenó, aunque entonces no había debutado todavía en el personaje de Nabucco. Son coproductores las óperas de Filadelfia y de Minnesota y también se pudo ver hace dos años en Los Ángeles, siendo Domingo director artístico de la ciudad californiana y entonces ya fue él el protagonista de la ópera.
El espectáculo escénico rememora el estreno de la ópera en la Scala de Milán en 1842, cuando Italia no estaba unificada y el norte estaba en poder del Imperio Austriaco. Así pues, se nos ofrece en escena una reproducción del teatro milanés, con palcos a la izquierda del escenario, donde se sientan autoridades austriacas, apareciendo incluso soldados del imperio en escena. El autor de la escenografía es el propio Thaddeus Strassberger y rememora la época a base telas pintadas, todo ello dentro de un gran clasicismo. El vestuario resulta adecuado y de la época histórica, siendo obra de Mattie Ullrich, contando con una correcta iluminación por parte de Mark McCullough.
La producción narra la trama correctamente y no hay ni cambios de época ni originalidades a las que tan acostumbrados nos tienen los registas modernos. Quizá lo más curioso de la producción es que de hecho sigue en los aplausos finales, ya que las damas austriacas lanzan ramos de flores a los artistas, siendo rechazados por Abigail y, a continuación, por el resto del reparto, dando lugar a un enfrentamiento en escena con los austriacos, mientras el coro canta una estrofa del Va Pensiero, terminando el mencionado enfrentamiento con la aparición de una bandera tricolor italiana con la leyenda de Viva Verdi, tan oportuna en aquellos años.
La dirección musical estuvo encomendada al valenciano Jordi Bernàcer, cuya actuación puede considerarse como buena, llevando la obra con buen ritmo y apoyando a los cantantes. Lo menos convincente de su dirección tuvo lugar en la famosa obertura, en la que hubo exceso de volumen en general, lo que durante la ópera no se repitió sino muy aisladamente. Hay que destacar las prestaciones tanto de la Orquesta de la Comunitat Valenciana como la del Coro de la Generalitat Valenciana.
El protagonista Nabucco fue interpretado por el barítono Amartuvshin Enkhbat, prácticamente desconocido en España, aunque lleva una carrera muy importante en los últimos años. El caso es que no era su debut en Les Arts, ya que en este mismo escenario fue en el año 2012 Monterone en Rigoletto y estuvo incluso anunciado en una función como el protagonista de la ópera. Entonces era un cantante muy bisoño y poco tiene que ver con la realidad de hoy en día, pero algo debió de ver en aquel joven la siempre recordada Helga Schmidt. Siete años más tarde vuelve a Valencia en plena sazón.
Efectivamente, Amartuvshin Enkhbat ha ofrecido una voz importante de auténtico barítono verdiano, de las que pocas circulan en la actualidad por los teatros de ópera. Voz muy bien timbrada, perfectamente adecuada para personajes como Nabucco y tantos otros de la producción de Giuseppe Verdi. Y la verdad es que buena falta hacen este tipo de cantantes, ya que el barítono verdiano casi parece una especie en extinción. Pocas pegas pueden ponerse a su actuación en términos vocales, aunque tiene todavía que mejorar algo en el aspecto interpretativo. En cualquier caso, ha merecido la pena el viaje.
El resto de personajes han sido interpretados por los mismos cantantes que en las funciones anteriores. En primer lugar hay que señalar a la soprano italiana Anna Pirozzi, de quien se puede decir que es hoy en día la auténtica referencia en la parte de Abigail. Posiblemente, sea la mejor en el personaje desde la casi ya legendaria Ghena Dimitrova. La voz tiene calidad y amplitud considerable en el centro y en la parte alta, donde se abre de modo casi excepcional, siendo una buena intérprete en escena. Únicamente, las notas graves no están a la altura del resto de la tesitura.
Zaccaria fue interpretado por el bajo Riccardo Zanellato, que ofreció una actuación correcta, con una voz de cierto atractivo, aunque un tanto reducida en volumen.
El tenor mejicano Arturo Chacón Cruz fue Ismael y lo hizo bien, aunque no brillara en exceso.
Finalmente, Fenena era la mezzo soprano Alisa Kolosova, que ofreció una voz atractiva y amplia en el centro, aunque me pareció un tanto apretada por arriba.
En los personajes secundarios me dejó buena impresión el bajo Dongho Kim como Gran Sacerdote. Lo hizo bien Sofía Esparza como Anna y sin mayor interés el Abdallo de Mark Serdiuk.
El teatro había agotado sus localidades y el público se mostró muy satisfecho con el resultado de la representación, tanto a escena abierta como en los saludos finales. En el primer caso hubo largas ovaciones para Enkhbat en Dio di Giuda, así como para el Coro en el Va Pensiero. En los saludos finales hubo muestras de entusiasmo apara Anna Pirozzi, Amartuvshin Enkhbat y Jordi Bernàcer, en este orden.
La representación comenzó con 5 minutos de retraso y tuvo una duración de 2 horas y 53 minutos, incluyendo un intermedio y algunas paradas breves entre actos. Duración musical de 2 horas y 8 minutos. Los aplausos finales se prolongaron durante 11 minutos, incluyendo la escena narrada más arriba.
El precio de la localidad más cara era de 138 euros, costando la más barata con visibilidad plena 78 euros. José M. Irurzun
Fotos: M. Lorenzo y M. Ponce
Leído lo escrito, cabe la pregunta: ¿quién maneja ahora el tinglado gerencial del Palau?.
¡Qué falta de estilo y de gusto!