Crítica: Accademia del piacere
Crítica: Accademia del piacere
Monotonía y falta de unidad
Andrés Moreno Mengibar
Hablábamos ayer de la importancia de la investigación en las prácticas interpretativas del pasado como instrumento para otorgarle sentido performativo a las músicas del pasado. Pero, al hilo de esta cuestión y a propósito de este nuevo programa de la Accademia del Piacere, cabe lícitamente interrogarse sobre si existen límites o barreras estilísticas entre las cuales se deba mover la manera de interpretar una obra musical de siglos atrás. Es decir, ¿todo vale con tal de intentar ser original? ¿Se pueden insertar elementos de épocas posteriores o de nuestros días en la interpretación de obras anteriores en el tiempo?
Accademia del Piacere lleva años pisando ese quebradizo suelo de cristal que delimita la interpretación historicista de la actualización de dicho repertorio, a veces con brillantes resultados. Pero no es el caso de este concierto. Falta en este programa una mayor coherencia interna acorde con la temática anunciada, pues hay obras de referentes muy dispares que no acaban de casar unas con otras. Comparecen a menudo poco explicables licencias en materia de afinación y sonido. Los arreglos a veces emborronan el original, como en No me mueve, Señor o en Vergine pura. Y, sobre todo, esa sensación de monotonía en las versiones instrumentales. La velada se salvó gracias a la espléndida Mariví Blasco de la Nannade Merula (magnífico acompañamiento de Rincón) y al conmovedor Ariel Hernández del soneto castellano de Merula.
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