Crítica: Accademia del Piacere. De dolores antiguos
ACCADEMIA DEL PIACERE
De dolores antiguos
Obras de Weckman, Schütz, Buxtehude, Correa de Arauxo, Alonso Lobo y Mogavero. Hana Blažíková (soprano), Gabriel Díaz (contratenor), Ariel Hernández (tenor) y Javier Jiménez Cuevas (bajo). Accademia del Piacere. Dirección musical y quintón: Fahmi Alqhai. Ciclo Universo Barroco. 20 de noviembre
El programa que preparó en su día la Accademia del Piacere, titulado “Lamentum. Cantos fúnebres, sonidos de la guerra y elegías por la devastación”, no provenía del dolor de la consabida pandemia, sino de un dolor antiguo, de otras muertes casi olvidadas y cuyas trazas se pueden encontrar en un rastro de desolación que anduvieron algunos de los compositores contemporáneos a la Guerra de los Treinta Años. El hilo argumental del programa se construyó hace meses pero su resultado llega a los escenarios ahora, no buscando el don de la oportunidad sino más bien sumando consuelos remotos a tragedias contemporáneas. Con una disposición de quinteto instrumental (quintón, violín, violone y dos violas da gamba) a la que sumó un cuarteto de voces, el recorrido se centraba en buena parte en la música del entorno alemán del Barroco Temprano y Medio, lastrado en sus realidades artísticas por las consecuencias económicas de las guerras y las plagas de aquel siglo XVII.
La selección musical demostraba conocimiento y gusto, con piezas instrumentales (como la Ciacona en mi menor, BuxWV 160, de Dietrich Buxtehude) que descargaban la tensión expresiva de las lamentaciones y las epístolas. La Accademia se mostró en un espléndido estado de forma, empastada y con su característico color tímbrico, aunque volcado en este caso a una luz menos mediterránea que en otras ocasiones. Buenas intervenciones a solo, destacando Javier Núñez al órgano y el violín de D’Aprile.
También alto el nivel en lo vocal, con soprano, tenor, contratenor y bajo volcados en la retórica de su canto y la afinación labrada de un orfebre. Fueron especialmente intensas las intervenciones de Hana Blažíková, con una voz limpia, plena de armónicos y bien colocada, a las que se sumaron las apariciones de Javier Jiménez Cuevas, un bajo de fraseo elegante, potencia y un color vocal realmente interesante. Al buen nivel que acostumbran Díaz y Hernández. Algunos de los mejores momentos llegaron de la mano de la excursión hacia el sur de Europa de la mitad del programa, en particular a las Lamentationvm Ieremiae prophetae de Antonio Mogavero, compositor desconocido pero con una capacidad prodigiosa para la emoción contendida. Público y músicos acogieron el concierto con entusiasmo y agradecimiento, repitiendo una pieza de Schütz y con reivindicación ante los versos cantados en la última composición de Weckman, extraída de la Primera Epístola a los Corintios: «La muerte ha sido devorada en la victoria». Cantemos hasta que sea cierto. Mario Muñoz Carrasco
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