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Por Publicado el: 19/01/2014Categorías: Crítica

CRÍTICA: ‘Adriana Lecouvreur’ (F. Cilea). Palacio Euskalduna de Bilbao (18/1/2014)

ADRIANA LECOUVREUR (F. CILEA)
Palacio Euskalduna de Bilbao. 18 de enero de 2014.

Inicia ABAO la segunda parte de su temporada de ópera, tras una primera dedicada íntegramente a Giuseppe Verdi. Adriana Lecouvreur no es un título frecuente en la programación de ABAO, puesto que únicamente se ha ofrecido en dos ocasiones anteriores. La primera en 1962 con Renata Tebaldi como protagonista y, posteriormente, en 1992,  con Mirella Freni al frente del reparto. Historia, por tanto, corta, pero de indudable nostalgia para los buenos aficionados. Es evidente que esta ópera es un estupendo vehículo para el lucimiento personal de una gran diva y pocas son las que se han resistido a incorporarla a su repertorio. Ahora le llega el turno a Ainhoa Arteta, cuya importancia no alcanza la de los nombres mencionados anteriormente, pero no cabe duda de que tiene un importante atractivo en nuestro país y más en Euskadi. La prueba ha resultado muy positiva, aunque haya matizaciones que hacer.

La evolución vocal de la soprano guipuzcoana ha sido muy positiva en los últimos años, habiendo pasado de ser una soprano ligera a convertirse en una lírica plena e incluso en una soprano spinto. Nada tiene de particular, por tanto, que los personajes verdianos y puccinianos sean cada vez más frecuentes en sus actuaciones. Si ahora debuta en Bilbao
en el rol de Adriana Lecouvreur, el mes próximo lo hará en Bolonia en el de Tosca. Su debut en la ópera de Francesco Cilea ha sido positivo, aunque todavía está lejos de poder compararse con las grandes Adrianas del pasado. En su haber hay que destacar un registro central muy adecuado y una convincente interpretación vocal y escénica del personaje de la actriz de la Comedie Française. Cantó francamente bien el aria de entrada Io son l’umille ancella, con buena exhibición de fiato y buen uso de reguladores. Las grandes divas siempre se han caracterizado por sus interpretaciones de la escena del monólogo de Fedra que cierra el tercer acto y que es una ocasión casi única en la ópera para demostrar la capacidad de recitar en escena. Aquí Ainhoa Arteta se quedó bastante corta, siendo este monólogo lo más flojo de su actuación. El aria del cuarto acto Poveri Fiori es muy exigente en graves y, aunque cantó con mucho gusto, su voz quedó un poco corta. No cabe duda de que su centro ha ganado mucho en importancia, pero no tanto su registro grave y esto es fundamental en el aria a la que me acabo de referir. Aunque su actuación no fue redonda, sí fue convincente y es la vez que la he visto debutar un personaje con mayor dominio del mismo.

Maurizio de Sajonia era el tenor portugués Bruno Ribeiro y su actuación me resultó poco interesante y mucho menos convincente. La voz es adecuada a las exigencias del personaje, pero tiene serios problemas de afinación en la zona de paso y la emisión es excesivamente engolada. La voz se  abre bien en la zona alta, que resulta forzada e inestable. Su canto es muy poco expresivo, lo que hace que su Maurizio resulte menos convincente todavía.

Luciana D’Intino fue una Princesa de Bouillon  sin mucho interés. Estamos ante una de las grandes mezzosopranos de los últimos años, pero su voz ha perdido frescura de manera notable y ofrece dos registros muy distintos a los largo de la tesitura. Los 20 años que han pasado entre su primera presencia en la temporada de ópera de ABAO y ésta no han pasado en vano.

Luca Salsi tuvo una destacada actuación como Michonet. Su voz es más importante que lo que habitualmente escuchamos en este personaje y el resultado de su actuación es francamente bueno.

En los papeles secundarios hay que destacar la estupenda actuación de Francisco Vas como Abate de Chazeuil, demostrando que es un comprimario excepcional. Cumplió Stefano Palatchi en la parte de Príncipe de Bouillon, aunque su voz es una sombra del pasado. Bien, tanto Marta Ubieta (Mlle. Jouvenot) como Nuria Lorenzo (Mlle. Dangeville). Completaron adecuadamente el reparto Miguel Ángel Arias (Quinault) y Manuel De Diego (Poisson).

La dirección musical estuvo en manos de Fabrizio Maria Carminati, cuya actuación fue mejor de lo que yo esperaba de antemano. Su lectura tuvo buen ritmo y energía, controlando el volumen de la orquesta, sin crear problemas a los cantantes. Sacó un muy buen partido de la Orquesta Sinfónica de Bilbao, cuyo sonido me resultó claramente mejor que el de otras ocasiones del pasado. El Coro de Ópera de Bilbao cumplió en su breve intervención del tercer acto. Se ofreció  el ballet El Juicio de Paris (sin tilde) con coreografía de Igor Yebra, en el que destacó él mismo por encima de sus compañeras de baile.

La producción escénica llevaba la firma de Lorenzo Mariani y procedía del Teatro San Carlo de Nápoles, habiendo visitado posteriormente otros teatros italianos, entre los que habrá que destacar el Regio de Turín en el año 2009. Se trata de una producción muy clásica y atractiva, que no ofrece originalidades, sino que se limita a narrar la trama sin
cambios de época ni ambientes. La escenografía de Nicola Rubertelli es única para toda la ópera, con módulos móviles de elementos de atrezzo, que permiten rápidos cambios de escena. Vestuario atractivo y algo recargadote Giusi Giustino. Correcta la iluminación de Claudio Schmid. La dirección escénica la ha llevado adelante Eleonora Gravagnola.

El Euskalduna ofrecía una entrada de alrededor del 85 % de su aforo. El público se mostró cálido durante la representación y en los saludos finales, siendo los aplausos más intensos para  Ainhoa Arteta y Luca Salsi.

La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración total de 2 horas y 44 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 11 minutos. Cinco minutos de aplausos.

El precio de la localidad más cara era de 190 euros. En los pisos superiores los precios oscilaban entre 135 y 153 euros. La localidad más “barata” costaba 82 euros.  José M. Irurzun

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