Crítica: David Afkham dirige la Orquesta Nacional en el Festival de Granada
La Nacional luce su renovado poso mahleriano
72º Festival de Granada. Orquesta Nacional de España. David Afkham (director). Obras de Marco (Ur-Nachtmusik) y Mahler (Séptima sinfonía). Lugar: Granada, Palacio de Carlos V. Fecha: 9 julio 2023.
La Séptima sinfonía de Mahler es, quizá, la más difícil de interpretar y de escuchar de entre la nueve que completó el creador de La canción de la tierra. De hecho, son contadas las orquestas y maestros que se atreven a abordar el que es uno de los huesos más difíciles de roer del repertorio sinfónico. No sólo por las enormes dificultades técnicas que presenta y la abultada plantilla orquestal que requiere (que incluye hasta una mandolina y una guitarra), sino, sobre todo, por la complejidad conceptual de su contenido expresivo y estético. La Orquesta Nacional de España y su titular, el alemán David Afkham (1983), lo han hecho el domingo en el Palacio de Carlos V, en el marco propicio de la variada agenda del 72 Festival de Granada. Los resultados han colmado de largo las mejores expectativas.
Desde los inicios de la sinfonía, con esa melodía que al comienzo del primer movimiento tan lentamente presenta la trompa tenor e inmediatamente recoge la trompeta, hasta la extraña amalgama de danzas vienesas (con vals y hasta polcas incluidas), que configura el extraño y fallido “Rondo” final, la ONE lució versatilidad mahleriana y sólidas calidades, particularmente en una cuerda vibrante y empastada que hoy, a tenor de lo escuchado el domingo, es lo mejor de la formación, que cuenta en su historial con el honor de haber introducido en España, en 1971 y 1972, de la mano de Frühbeck de Burgos y la cabeza de Federico Sopeña, el sinfonismo mahleriano. Ese poso, esa tradición, asomó con nitidez y orgullo en sus renovados atriles. Con peso y densidad, pero también con flexibilidad, ligereza e identificación con el inconfundible lenguaje expresivo, tan fracturado y entre tiempos, de Mahler.
David Afkham mostró algo más que solvencia eficacia, gesto claro y buenas maderas. Planteó un Mahler bien estructurado, de ideas precisas. Empeñado en ordenar el caos de una sinfonía en la que, pese a su estructura simétrica, con un Scherzo central abrazado por dos “Nachtmusik”, Mahler establece, a través de un espectacular muestrario instrumental (en el que incluso en el cuarto movimiento se escuchan una mandolina y una guitarra), un atractivo y multicolor universo de sombras, pero que -a diferencia de la “trágica” Sexta sinfonía– también de luces.
Todo lo desarrolló Afkham con una naturalidad que en absoluto implica indiferencia o superficialidad. Atendió detalles y dinámicas, y no perdió ocasión de enfatizar los grandes momentos y pasajes que habitan la partitura, como la citada introducción de la wagneriana trompa tenor en el primer movimiento –“aquí ruge la naturaleza”, dijo Mahler y escuchó Afkham-. También recalcó el fantástico glissando del arpa a mediados de este primer movimiento, sucedido por uno de esos indescriptibles pasajes musicales (nada que envidiar a Wagner) en los que la emoción impone su caprichosa ley, cuando los violines primeros (“sin sordina”, especifica Mahler en la partitura) entonan una lírica y arrebatada melodía mientras el resto de la cuerda (“con sordina”) desarrolla un acompañamiento no ajeno al preludio de Parsifal. O, en fin, aún en el primer movimiento, antes del glissando comentado, no descuidó la solitaria llamada de la trompeta, bien tocada, y que parece evocar la del Fidelio beethoveniano.
Con equilibrio y pericia indicó el maestro el dúo/dialogo entre la trompa primera y tercera que abre la primera “Nachtmusik”, como también recalcó los populares y llamativos col legno (con la madera del arco) de los violines segundos que aparecen en este movimiento de carácter fantástico e insólitos colores orquestales. Fue, en definitivo, una versión de notable calado expresivo, transparente y de calidades instrumentales que brillaron particularmente en las cuerdas. Reto superado con notable más que alto, revelador del buen momento artístico y sinfónico que disfruta la ONE.
Antes, fiel a su tradición de escaparate de la mejor música española, maestro y orquesta estrenaron la última de las cuatro “alegorías” mahlerianas compuestas por Tomás Marco (Madrid, 1942). Ur-Nachtmusik (Mahleriana IV) nace iluminada por la música de la Séptima sinfonía, y más específicamente, por sus dos “músicas de noche”. Marco, esquiva cualquier cita específica y explica el título como “Música nocturna primigenia”. “Una ficción”, precisa, “compuesta como si fuera una pieza escrita antes de las de Mahler, que emergerían de ella”. Página clara, diáfana, esencializada y sin complicaciones, plagada de detalles y modos mahlerianos que se suceden como pinceladas dentro de una escritura definitivamente propia. Un glissando aquí de los violonchelos, una melodía apenas apuntada allí, una pausa súbita, un encontronazo atonal apenas presentido… Y el definitivo “gongazo” final, que culmina está página cargada de sugestiones, de más luces que sombras, evocadora de la sinfonía de Mahler llamada “Canción de la noche”. Acaso la composición más mahlermarquiana de las cuatro mahlerianas ya estrenadas. Afkham y la ONE en su aplaudida actuación hicieron flotar en la noche alhambrista las coherencias y lógicas caprichosas de esta nueva página del querido y veterano compositor en residencia de este contemporáneo 72 Festival de Granada. Toda una vida. Justo Romero
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