Crítica: Afkham y la inagotable genialidad del animalario
Afkham y la inagotable genialidad del animalario
Obra de J. Haydn. Genia Kühmeier (soprano), Maximilian Schmitt (tenor) y Markus Werba (barítono). Orquesta y Coro Nacionales de España. Dirección del Coro: Niguel Ángel García Cañamero. Dirección musical: David Afkham. Ciclo Sinfónio /2. Auditorio Nacional, Sala Sinfónica, Madrid. 22-IX-2018.
El encanto de este oratorio no tiene fecha de caducidad. No se trata únicamente del diseño de los corales, del sentido único del espectáculo o de la capacidad de reflexionar sobre la creación desde la creación. Es más bien la genialidad de las concreciones musicales del universo y su animalario, vertidos en la partitura de forma primorosa: allí están silueteados desde los cetáceos a los tigres, desde el solo a la llegada de Adán y Eva. Afkham arrancaba sus intervenciones en esta temporada con una de las obras magnas del periodo clásico, y como se puede suponer, estas elecciones nunca son gratuitas. Aquella Sinfonía Resurrección de Mahler que inauguró la temporada 15/16 quería hablar de muchas cosas, al igual que lo pretende esta salida del caos hacia la luz de anoche.
Con una formación de tamaño moderado –en esa loable búsqueda por la transparencia del discurso clásico–, el acercamiento del director alemán profundiza en lo que ya vimos al final del curso pasado con las últimas sinfonías de Mozart: gradaciones dinámicas, ductilidad melódica y ausencia casi completa de vibrato. La obra necesita mucho de todo esto para que funcione a nivel expresivo, y más allá de alguna pérdida de nitidez pasajera, se consiguió. El recitativo acompañado en el que nacen las estrellas fue lo mejor del concierto. En lo vocal, limpio y elegante comenzó Markus Werba explotando su condición de barítono lírico. Su voz se adecúa bien al dialecto musical vienés, y también su capacidad para mantener la columna de sonido en buena parte de su registro. El problema, más allá de una cierta limitación de volumen, es que su papel durante la primera parte es más grave que su tesitura, algo que solventó con elegancia en los recitativos y como pudo durante las arias. Su Adán cuadró mucho mejor. Sí supo aprovechar su buena química con la soprano Genia Kühmeier, como ya lo demostraron en Escenas del Fausto de Schumann, hace unos meses. Al igual que con Werba, la soprano fue más convincente como Eva que con su encarnación previa, con las dosis justas de candidez y melancolía bajo una tímbrica realmente interesante. El tenor Maximiliam Schmitt narró con sentido y proyección.
En cualquier caso, el protagonismo de una parte importante del oratorio recae en el coro, que manejó muy bien los balances y se ajustó a la teatralidad del texto y a la extroversión de la música, en una lectura tan íntima a ratos como fastuosa. Las largas ovaciones cerraron otro exitoso (y no oficial) arranque de temporada. Mario Muñoz Carrasco
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