Crítica: Afkham y la OCNE abordan tiempos oscuros
Obras de Berg y Schumann. Christian Tetzlaff, violín. Orquesta Nacional de España. David Afkham, director. Auditorio Nacional. Madrid, 19 de noviembre de 2021.
Ha sido breve en duración el concierto de esta semana de Afkham y la OCNE, tanto en su primera parte como en la segunda. Dos obras que, además de su menor duración de la habitual, tienen en común el estar escritas en tiempos oscuros, lo que, de una u otra forma, se refleja en sus respectivos ambientes.
El “concierto para violín” de Alban Berg nació como un reto ante las críticas que suscitaba en diversos ambientes la música dodecafónica. El violinista Louis Krasner, como explica muy bien Ramón Puchades en sus notas al programa de mano, retó al compositor a que escribiese una partitura capaz de transmitir sentimientos y emoción. Lo logró Berg al dedicársela a Manon, la hija fallecida a los dieciocho años de su amiga Alma Mahler. “A la memoria de un ángel” escribió. Apenas unos meses más tarde moriría él también tras una septicemia provocada por la picadura de un insecto. Fue, por tanto, su última obra, su propio réquiem. Concierto difícil para el solista y para el público, que requiere una gran técnica y una compenetración con la orquesta que permita se escuchen todos sus pasajes. Christian Tetzlaff es un buen violinista, poseedor de esa técnica precisa y de ideas claras respecto a esta obra, que prácticamente dirigió él, dejando que Afkham le acompañara. Se logró así esa compenetración capaz de transmitir el ambiente apesadumbrado, con remansos muy líricos, aunque dolientes, y momentos joviales en ritmo de vals, también con un peculiar länder con trompa y dos trompetas, que son interrumpidos dramáticamente al inicio del segundo y último movimiento, hasta concluir en un coral de tipo bachiano y la coda que nos devuelve al inicio de la pieza.
Schumann pasaría en su vida por momentos también oscuros, de tristeza y melancolía, que incluso le llevaron a un intento de suicidio. En uno de estos momentos compuso su “segunda sinfonía”, la menos popular de sus cuatro y no totalmente afortunada en su integridad. Afkham y la OCNE reflejaron bien, incluso con un tempo excesivamente apresurado que no le viene mal a la obra, las ansias de Schumann por escapar de su abatimiento con una música casi festiva y también fueron capaces de trasladar todo el contenido emotivo de lo mejor de la partitura, el formidable adagio. Gonzalo Alonso
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