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Por Publicado el: 05/07/2018Categorías: En vivo

Crítica: Afortunado debut de Elena Stikhina en Senta

DER FLIEGENDE HOLLÄNDER (R. WAGNER)

Nationaltheater de Munich. 2 Julio 2018

José M. Irurzun

Una vez más se ofrece en el Festival de Julio de Munich El Holandés Errante en la conocida producción de Peter Konwitschny. El resultado ha estado en línea con lo esperado, con una buena dirección musical y un reparto en el que ha destacado la intérprete de Senta.

Recuerdo que cuando se estrenó esta producción se anunciaba como coproducción de la Bayerische Staatsoper y el Bolshoi de Moscú. Sin embargo, ahora no queda rastro de este último en el programa. La dirección escénica es del alemán Peter Konwitschny y se estrenó aquí en Febrero de 2006. Los trabajos de Konwitschny siempre me resultan interesantes, particularmente por el trabajo de escena que suele hacer, aunque sus concepciones resultan, cuando menos, discutibles.

Escena y Elena Stikhina

En esta ocasión su concepción es clásica y poco transgresora hasta llegar al final de la ópera, momento en el que se ha visto “obligado” a provocar innecesariamente al público. Un primer acto de poco interés escénico, con unos telones pintados en los laterales de la embocadura en forma de rocas y con el único atisbo de barcos en forma de escalas que salen de las supuestas naves. Destacable la presencia de la tripulación holandesa en el puerto, que, como su capitán, parecen salidos de un cuadro de Van Dyck, aunque el aspecto sea naturalmente un tanto fantasmagórico. El segundo acto está mejor conseguido, desarrollándose en un gimnasio con las “hilanderas” cantando y dando vueltas a las ruedas no de los telares, sino de las bicicletas estáticas, en un auténtico spinning. La escena tiene un gran colorido y hay un trabajo escénico con los miembros del coro estupendo. La mano de Konwitschny sale también a relucir en el último acto, desarrollado en la taberna del puerto con presencia de la tripulación del barco holandés y el enfrentamiento entre noruegos y holandeses, ganando mucho la escena frente a la forma tradicional de ofrecer a la tripulación holandesa fuera de escena. El petardo llega literalmente al final, ya que la inmolación de Senta tiene lugar no lanzándose al mar, sino explosionando unos barriles, lo que trae consigo el mayor pecado de Konwitschny, puesto que la explosión viene seguida de la completa oscuridad de escenario y foso, terminando la obra con los compases orquestales enlatados y apenas audibles. Este apagón no puede entenderse sino como una provocación.

La escenografía y el vistoso vestuario eran obra de Johannes Leiacker. El trabajo de iluminación de Michael Bauer deja que desear en el segundo acto, ya que el dúo del Holandés y Senta a plena luz del día pierde emoción.

Escena

La dirección musical estuvo encomendada en esta ocasión al francés Bertrand de Billy, que ha ofrecido una buena lectura, una vez pasada una obertura excesivamente ruidosa. Me ha parecido una dirección bastante mejor que la que ofreciera Asher Fisch hace dos años. Ha contado con muy buena colaboración de la Orquesta y el Coro de la Bayerische Staatsoper.

El Holandés fue interpretado por el alemán Wolfgang Koch, que volvía a pisar el escenario de la ópera de Munich tras haberlo hecho el día anterior como Klingsor en Parsifal. Su actuación ha sido buena, pero confieso que esperaba más de este notable cantante, a quien he encontrado algo corto de misterio y emoción, aparte del hecho de que su voz me ha parecido que clareaba en ocasiones.

Lo mejor de la representación corrió a cargo de la soprano rusa Elena Stikhina en la parte de Senta, habitual en el Mariinsky y que parece haber lanzado su carrera internacional, ya que esta temporada estará presente en la Bastilla de París, en la Semperoper de Dresde e incluso en el Metropolitan de Nueva York. Efectivamente, la voz responde a las características de una lírica plena, con voz atractiva y magníficamente emitida, corriendo a la perfección por la sala. Es una voz muy homogénea a lo largo de toda la tesitura y ofrece también poderío en las notas altas. Era la primera que vez que la veía en escena y la impresión es muy favorable aunque me queda la duda respecto de su control de respiración.

Wolfgang Koch

Buena también la actuación del bajo Franz Josef Selig en la parte de Daland en una convincente actuación tanto vocal como escénica.

Erik fue interpretado por el tenor Tomislav Muzek, que lo hizo bien, pasando apuros, como tantos otros, en su intervención del tercer acto.

Buena también la prestación de la mezzo-soprano Okka von der Damerau como Frau Mary, irreprochable también en escena. El Timonel fue un correcto Dean Power, cuyo registro alto se estrecha mucho.

El Nationaltheater había agotado sus localidades. El público dedicó una cálida acogida a los artistas en los saludos finales, siendo las mayores ovaciones para Elena Stikhina.

La representación comenzó con los 5 minutos de retraso habituales en Munich y tuvo una duración de 2 horas y 9 minutos, sin interrupción. Nueve minutos de aplausos.

El precio de la localidad más cara era de 132 euros, habiendo butacas de platea desde 74 euros. La localidad más barata con visibilidad costaba 30 euros.

Fotos: W.Hösl

 

 

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