Crítica de los tres repartos de “Aida” en el Real
Crítica de los tres repartos de “Aida” en el Real
PRIMER REPARTO
IMAGEN LUJOSA Y TÓPICA
Verdi: “Aida”: Liudmyla Monastyrska, Gregory Kunde, Violeta Urmana, George Gagnidze, Roberto Tagliavini, Soloman Howard, Sandra Pastrana, Fabián Lara. Coro y Orquesta del Teatro Real. Director: Nicola Luisotti. Director de escena: Hugo de Ana. Teatro Real, Madrid, 7 de marzo de 2018.
Arturo Reverter. Desde 1999 no subía al escenario del Real esta ópera verdiana. Lo hace ahora de nuevo y, curiosamente, en la misma producción que en aquella oportunidad ideara Hugo de Ana. “Aida” es un título capital en el que resplandece la habilidad para combinar lo antiguo con lo moderno, hasta el punto de que podríamos afirmar que es, a la vez, una ópera reaccionaria y progresista. Una obra que tiene un planteamiento clásico, similar al de cualquier partitura de los “años de galeras”, los de la trabajosa juventud del músico. Aquí se aúna todo: tradición, números cerrados, exotismo, espectáculo, lenguaje musical de gran modernidad y un tratamiento poético de situaciones y personajes de alquitarado refinamiento. Encontramos, en paralelo, unas muy cuidadas instrumentación y orquestación, a través de las que Verdi obtiene momentos de bello colorido, pasajes de extrema delicadeza y novedad.
Pese a que se ha reducido en parte su monumentalidad, atendiendo sobre todo a las nuevas medidas obligatorias de seguridad, la producción sigue pecando de grandilocuencia, lo que hace perder intimidad y recogimiento a los muchos momentos líricos que atesora la partitura y que se combinan con las escenas de masas. En ocasiones la visión se hace confusa pues continuamente se están proyectando, sobre una pantalla translúcida situada en la corbata, imágenes alusivas del antiguo Egipto, monumentos, ruinas, estatuas y otros elementos arquitectónicos.
Se nos ofrece una imagen tópica, más bien rancia y acartonada, aunque lujosa y espectacular de aquella civilización faraónica. La escena de la Marcha triunfal, ese tan famoso “Gloria a Egitto”, se edifica sobre enormes escalones de piedra, bien diseñados y reproducidos con toda clase de detalles y con movimientos de figurantes un tanto confusos y a veces infantiles y obvios, redundantes y tópicos, bien que vistosos. No nos gustó la coreografía de Leda Lojodice por su falta de originalidad y su escasa conexión con la acción, aunque tuvo su lado virtuoso. El empleo de largas cintas blancas en el cuadro del templo de Vulcano (que, por cierto, nunca fue adorado por los egipcios) resultó demasiado simplón en su evocación de momias. Las cintas de otros colores jugaron también un papel simbólico en otros momentos. En todo caso, la narración se siguió con fluidez a pesar de los numerosos descansitos ente cuadros. Sólo hubo un intermedio, entre el segundo y el tercer acto
La prestación vocal tuvo sus más y sus menos. Empecemos por lo mejor, que estuvo en la garganta de Aida. La ucraniana Monastyrska posee un instrumento potente y extenso de soprano lírico-“spinto”, con un vibrato apreciable y un metal no del todo bruñido. Es hábil para el filado, del que quizá abusa, aunque hubo momentos muy conseguidos, así en la escena del Nilo. Coronó en un hilo el do sobreagudo de “O patria mia!” y cantó con fuerza y vigor en los conjuntos, donde siempre fue audible. En la parte más grave de su primera octava emite feas sonoridades de tinte nasal. A su lado, Kunde fue un Radamés fatigado y mayor, que cantó una muy deslucida y calante, nada refinada, “Celeste Aida”. La voz ha perdido esmalte y suena mate casi siempre, cuando no engolada, excepto en algún agudo bien cogido. Fue a más. Su atuendo era más el de un samurai que el de un general egipcio.
Urmana tiene ahora dos colores, uno en el grave, que suena hueco, y otro a partir del do 4. Pareció reservarse al principio, en donde se la oyó poco, siempre tapada por los demás. Estuvo intensa y artista en el dúo con Aida y echó el resto en su gran escena con Radamés y en su soliloquio posterior, donde los agudos sonaron destemplados. Gagnidze, que sustituía a Viviani, a su vez sustituto de Maestri, mostró su atractivo color baritonal, espeso y firme, con agudos bien puestos y expresión convincente. Mejor el rey de Howard, joven bajo de oscuro timbre, que el Ramfis de Tagliavini, de grave muy débil. Bien Pastrana como sacerdotisa y estupendo el mejicano Lara como mensajero: mostró bello timbre de lírico, buena emisión y caluroso fraseo en su brevísimo cometido. Ahí hay futuro.
Luisotti es un experto conocedor de la literatura de Verdi. Llevó en general “tempi” moderados, sin aceleraciones intempestivas, pero también sin auténtico fuego verdiano, sin marcar ese ritmo férreo e implacable que piden ciertos momentos. Manejó bien las dinámicas y trató con gusto los instantes más líricos. La Orquesta y el Coro del Teatro funcionaron bien engrasados bajo su gesto claro y convincente.
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SEGUNDO REPARTO
AIDA (G. VERDI) Teatro Real de Madrid. 8 Marzo 2018. Versión semi-escenificada.
José M. Irurzun. Esta segunda representación de “Aida” nos ha deparado la sorpresa de que se ha hecho en forma semi-escenificada. Es decir, la orquesta en el foso y el escenario para cantantes y coro, todos ellos con trajes de la producción, eliminándose figurantes y ballet. La razón del cambio, que ha tenido lugar casi a última hora, se ha debido a que no se ha podido montar la producción escénica completa a causa de la huelga general feminista que se ha desarrollado en este día.
En mi opinión no hemos perdido gran cosa, ya que nos hemos evitado volver a soportar los distintos ballets de la producción. Por otro lado, en mi opinión ha mejorado la prestación musical y hemos contado con un destacado reparto vocal, especialmente en los que se refiere a las dos féminas.
A falta de producción se ha ofrecido un escenario único con un obelisco a la izquierda, que es el que sale en el primer acto de la producción de Hugo de Ana. En general, los solistas se han movido de modo correcto y únicamente, el coro ha estado de forma totalmente estática, como no puede ser de otra manera.
Decía más arriba que ha mejorado la dirección musical de Nicola Luisotti. No sé si la falta de producción me ha hecho centrarme más en la música o si el propio director ha mejorado, al no tener delante la producción. En cualquier caso, la dirección de Nicola Luisotti me ha resultado más convincente y mucho más en línea con lo que yo esperaba de antemano de él. Muy buena la actuación de la Orquesta del Teatro Real, también mejorando su ya buena actuación del día anterior. En cambio, algo por debajo el Coro del Teatro Real.
La nueva Aida fue interpretada por la soprano italiana Anna Pirozzi, cuya actuación me ha resultado brillante y perfectamente equiparable a la de Lyudmila Monastyrska en el día anterior. Es hoy la mejor soprano spinto italiana y desde luego una de las más interesantes a nivel mundial en este repertorio. La voz es atractiva y poderosa, cantando con gusto y matices. Confieso que se ha acrecentado mi interés por verla en un par de meses en la Norma de Bilbao. Me dio la impresión de que llegó algo fatigada al último acto.
Radamés tenía que haber sido interpretado por el coreano Alfred Kim, pero fue sustituido por Fabio Sartori sin que se diera ningún tipo de explicación sobre el cambio. El tenor italiano tiene una voz atractiva y adecuada para el personaje, pero de su actuación podría decir lo mismo que decía hace unos días de Franco Vassallo en Rigoletto. Para cantar la parte de Radamés hace falta más que voz y Fabio Sartori solo tiene voz. Su fraseo deja que desear y su expresividad anda bajo mínimos. Si me resultó decepcionante la Celeste Aida de Kunde, la de Sartori simplemente fue muy deficiente.
Buena actuación de la mezzo-soprano rusa Ekaterina Semenchuk como Amneris, brillando de manera importante en su gran escena del cuarto acto. La voz tiene amplitud y está bien manejada, aparte de ser atractiva y de moverse bien en escena.
Si el día del estreno George Gagnidze sustituyó en la parte de Amonasro a Gabriele Vivini sin que se dieran explicaciones, en esta ocasión ha ocurrido al revés y hemos tenido a Gabriele Viviani, que ha ofrecido un convincente Amonasro. Entre los dos me quedo con el italiano, con una voz amplia y atractiva y mejor línea de canto. Un buen Amonasro.
El bajo polaco Rafal Siwek fue un sonoro Ramfis, aunque un tanto basto en su emisión.
El bajo americano Soloman Howard fue el gran beneficiado de la versión semiescenificada en la parte del Rey, ya que cantó en el frente del escenario, en lugar de hacerlo en las gradas traseras como el día anterior. Me pareció una prueba muy positiva.
Repitieron el tenor Fabián Lara en el Mensajero y la soprano Sandra Pastrana como Sacerdotisa.
El Teatro Real había agotado sus localidades. Al tomarse la decisión de ofrecer la representación en forma semi-escenificada, se dio la posibilidad de devolver las localidades, al tiempo que se ofrecía un descuento del 15 % para los que se quedaran en el teatro. Me parece una decisión digna de aplauso, a diferencia de lo que ocurrió hace unos meses en el Don Pasquale de ABAO.
Finalmente, el teatro ofrecía una ocupación de alrededor del 80 % de su aforo. El público se mostró un tanto frío durante la representación. Los mayores aplausos en los saludos finales fueron para Nicola Luisotti, Anna Pirozzi y Ekaterina Semenchuk.
La representación comenzó con nada menos que 8 minutos de retraso, sin duda ocasionados por los cambios mencionados, y tuvo una duración total de 2 horas y 51 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 20 minutos. Cinco minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 270 euros, habiendo butacas de platea al precio de 258 euros. La localidad más barata costaba 45 euros.
TERCER REPARTO
Teatro Real de Madrid. 9 Marzo 2018.
José M. Irurzun
Tras la accidentada Aida del día anterior, que tuvo que ofrecerse en versión semiescenificada como consecuencia de la huelga general feminista, hemos vuelto a la normalidad con esta nueva representación con el tercero de los repartos programados, que ha resultado vocalmente el más flojo de los tres, especialmente por la deficiente actuación de la protagonista.
Nada nuevo que añadir a la producción de Hugo de Ana. Solamente diré que no la eché en falta el día de la huelga y tampoco la habría echado en falta hoy. Demasiado figurante y exceso de danzantes en los aburridos ballets.
Respecto de la dirección de Nicola Luisotti, debo decir que nuevamente su dirección se me ha quedado por debajo de las expectativas, como me ocurriera el día del estreno. Disfruté mucho más con su dirección en la versión semi-escenificada. Otra vez la dirección fue más convincente en la segunda parte de la ópera.
El reparto vocal mostraba dos cambios importantes, que había que adivinar, ya que no se recogía en el programa ni siquiera en un encarte, como sí había ocurrido los dos días anteriores. Los cambios me informan que se había colgado en la web del teatro, pero esto no es de ninguna manera suficiente. O se cambia el programa o se pone un encarte. Lo que no se puede es hacer creer que cantan unos y no otros. Sería bueno que el Teatro Real tomara buena nota de lo que ocurre en otros teatros de ópera, donde independientemente de web, de programa de mano o de anuncios en las paredes, antes de empezar la función sale un responsable delante del telón y anuncia los cambios que haya y las razones de los mismos. Esto no puede pasar en un teatro que quiere ser de primera fila en el mundo de la ópera. Así pues, y tal como he sabido 12 horas después de terminar la representación, la nueva Aida no era la soprano armenia Lianna Haroutounian, que causó baja por motivos para mí desconocidos, siendo sustituida por la húngara Csilla Boross, cuya actuación ha dejado bastante que desear. Lo peor de su actuación estuvo en el tercer acto, en el que abundaron notas desafinadas, agudos destemplados y gritados y hasta paradas para tomar aire y prepararse para las notas más altas. Fue una deficiente actuación.
El nuevo Radamés fue finalmente el tenor coreano Alfred Kim. Digo lo de finalmente, porque en el programa estaba anunciado este día Fabio Sartori, que fue quien cantó el día anterior. Así como entonces se anunció el cambio, no se ha hecho ahora, aunque imagino que el público se habrá dado cuenta por sus rasgos orientales. Alfred Kim tiene una voz sana y atractiva y su canto resulta superficial, monótono y corto de matices.
Amneris fue interpretada por la mezzo-soprano Daniela Barcellona, que tuvo una buena actuación. Su voz nunca me ha resultado atractiva y queda mejor en Rossini, ya que siempre ha destacado en el canto de agilidad, que no es el caso en Verdi. Su mejor momento fue la gran escena del último acto.
Ángel Ódena dio vida a Amonasro y lo hizo francamente bien, con voz bien timbrada y poderosa. Han sido tres buenos intérpretes y el catalán no ha desmerecido en absoluto, sino todo lo contrario.
Roberto Tagliavini repetía como Ramfis y su prestación vocal fue para mi gusto más redonda que el primer día, corriendo mejor la voz que entonces.
Muy adecuado, como todos los días, el Rey del bajo americano Soloman Howard.
Volvieron a repetir actuación Fabíán Lara en un notable Mensajero y Sandra Pastrana como Sacerdotisa.
El Teatro Real estaba prácticamente lleno. El público se mostró frío durante la representación y no hubo entusiasmo en los saludos finales, siendo los mayores aplausos para Luisotti y Barcellona.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 3 horas y 1 minuto, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 21 minutos. Cinco minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 270 euros, habiendo butacas de platea desde 237 euros. La localidad más barata costaba 47 euros.
Fotos: J. del Real
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