Critica: Ainhoa Arteta ¡Ahí queda eso!
¡AHÍ QUEDA ESO!
Fecha: 28-XII-2022. Lugar: Teatro Arriaga. Intérprete: Ainhoa Arteta. Programa: obras de Félix Lavilla, Antón García Abril, Joseph Canteloube, Tomás Garbizu, Jesús Guridi, Amaia Zubiría y Mikel Laboa. Maestro pianista acompañante: Javier Carmena.
Viene al caso para el trasfondo de esta crítica el dramaturgo alemán Bertolt Brecht cuando escribió el poema titulado, en español, “Malos tiempos para la lírica”. Así se constata cuando, desde determinados planteamientos ideológicos ubicados en territorios hacia el Este de nuestra mar cántabra, a la tolosarra Ainhoa Arteta Ibarrolaburu se le ha querido crear un vaho de indiferencia -en sutil repudio- por ejercer su libertad de ejercitar en el arte del canto lirico por su interpretación de determinados temas. Es como si al gran barítono que es Carlos Álvarez se le quisiera encasillar como persona perversa por interpretar al conspirador paranoide cual es Yago en el verdiano “Otello”. Por eso, si sobre la belleza del canto se quiere hacer reptante ideología, en verdad son malos tiempos para la lírica. Pero -este ‘pero’ es irrefutable- en este caso el tiro salió por la culata ya que el público, como juez soberano, asistente al concierto de Arteta en el bilbaíno Teatro Arriaga le tributó al finalizar el concierto, puesto en pie, rotundas ovaciones, unánimes y sonoros aplausos y manifiestas ovaciones. El crítico musical se puede equivocar, sin embargo ¡nunca la valoración popular!
Ainhoa quiso, en esta ocasión, demostrar sus profundas raíces vascas conformando un programa, en un 95%, sobre autores de su madre tierra, utilizando el viejo idioma mamado desde la cuna para dejar bien a las claras que no recibe lecciones de nadie respecto a su amante implicación con su suelo natal. Además, dejó en palabras propias al inicio de la segunda parte del concierto, la inmensa belleza que está presente en esta música interpretando obras de compositores cuya fama ha trascendido a niveles internacionales, viniendo a decir: ¡ahí queda eso! Estamos ante una mujer que causa, sobre el escenario, auténtica sorpresa admirativa, por su poderío pese a haber padecido, con evidentes secuelas físicas, una concatenación de enfermedades durante más de un año que la tuvieron a punto de hacerle pasar hacia el más allá en la barca de Caronte. Las secuelas físicas se concatenaron con aún hirientes sajaduras en el alma, que son las que más tardan en cicatrizar. Pues bien, pese a ello, a la par de una reductible voluntad de superación, rechazando toda tentación de abandono, salió a escena pletórica, con un programa bien diseñado para realizar la escalada fonal en modo pausado pero firme en la exposición de su vocalidad y dominio de la técnica, dando al recital un aura de intimismo que encandiló al respetable. Su estado de ánimo se fortaleza sobremanera en el momento de dar el primer paso hacia el descenario desde bastidores.
Largo y, sin duda posiblemente plúmbeo, sería hacer una valoración puntual de cada una de las obras cantadas, amén de que a Herr Beckmesser, como buen profesor en la wagneriana ópera Die Meistersinger von Nürnberg (Los Maestros Cantores de Nuremberg), no estaría muy de acuerdo con la extensión de estas líneas. En base a ello resulta acertado destacar los cinco momentos más importantes de una noche muy especial, que como acertadamente dijo Baltasar Gracián ‘Lo bueno y breve dos veces bueno’. Así que vamos a ello. De “Las cuatro canciones vacas” escritas por el maestro Félix Lavilla, con la partitura de “Loa, loa” la soprano hizo un emporio, a media voz perfectamente timbrada y mejor proyectada, en esta amorosa nana. Debe resaltarse la emotividad añorante, con una vocalidad totalmente ajustada a un profundo sentimiento de pasión por la madre naturaleza cuando cantó “Chori erresiñoula”, como parte del conjunto “Chants des Pays Basques”, del poeta sobre el pentagrama que ha sido el francés Joseph Canteloube, eminente folclorista, amigo de Isaac Albeniz, donde la Arteta supo expresar con total acierto armónico y melódico la concepción que aquel siempre sostuvo sobre el arte puro y simple en la música. En las “Cuatro Canciones” de Tomás Garbizu nos puso en la memoria a aquel San Sebastián que, por desgracia, no volverá, en su famosa “Habanera del Guría”, cantándola con la misma pasión como si su letra quisiera hacerse viva y transeúnte en la actual Bella Easo. Al genial Jesús Guridi -parte de su familia acudió al concierto- la soprano supo sacarle todo el jugo a los ocho textos de las famosísimas “Diez Melodías Vascas” (que están pidiendo a gritos una digna y elegante versión en ballet, sobre el que Ainhoa ya tiene, desde hace tiempo, una idea al respecto), dejando la impronta del recio sentimentalismo tan propio del insigne compositor vitoriano, en la melodía número 6, “Amorosa”, con el preciosismo emotivo de su “Ala baita”. Tres propinas cerraron el concierto, dos de ellas con famosos villancicos en euskera de antes cuales son “Ator, ator” del propio Guridi (que se canta hasta en Tailandia) y “Virgiña Maite” de Amaia Zufiría (que dominan los coros vascos y alguno que otro en U.S.A.). Pero donde ya se rompieron los moldes de la emoción en aumento y muy embridada por el público fue cuando la propia Ainhoa se comprometió a que en sus futuros recitales estará siempre incluida la hermosura de “Txoria txori” de Mikel Laboa, para ella una de las canciones más bellas que ha interpretado. Como sería el calor contenido fuera del escenario que el respetable, en algunos momentos, también cantó esa música. A todo esto el maestro pianista Javier Carmena, quien tuvo el acierto, no como otros, de abrir poco el piano para que la voz humana fuese la protagonista del concierto, puso los puntos de volumen precisos en perfecto ajuste con la emisión de la voz y realizó, a piano solo, de modo impecable, la obra que siempre muy querido Antón García Abril (2021 fue su adiós) nos regaló, titulada “Añoranzas”, así como en la versión para su instrumento del vals de “Mirentxu”, siendo muy aplaudido en este especial trabajo. Manuel Cabrera
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