Crítica: Alondra de la Parra. Pura vitalidad
Alondra de la Parra. Pura vitalidad
Obras de Brahms y Dvorak. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Alondra de la Parra, dirección. Auditorio Nacional. Madrid, 14 de octubre de 2024.
Segundo concierto de la temporada en que Alondra de la Parra (Nueva York, 31 de octubre de 1980) ha asumido la titularidad de la Orquesta de la Comunidad de Madrid. Desde su fundación, en 1987, la ORCAM desarrolla su actividad a través de diversas iniciativas, proyectos y ciclos artísticos en diferentes recintos e instituciones. Destaca su Ciclo Sinfónico-Coral en el Auditorio Nacional de Música, su presencia en los Teatros del Canal y, desde 1998, ocupa la plaza de orquesta titular del Teatro de la Zarzuela.
De la Parra sucede a Miguel Groba (1987-2000), José Ramón Encinar (2000-2013), Víctor Pablo Pérez (2013-2021) y Marzena Diakun (2021-2024). De la Parra, cuyo nombre se barajó también en el pasado para la OCNE, se encuentra ante un reto importante: ha de impulsar una mejora en la creciente calidad de la agrupación y atraer nuevos públicos. Lo segundo parece se está logrando, con el lleno hasta la bandera en su concierto de presentación hace unos días y el incremento de abonos de aproximadamente un treinta por ciento. Lo primero requiere más tiempo del que, por ejemplo, dispuso Diakun, cuya labor pasó más o menos desapercibida. Tiene a favor su juventud, vitalidad y ganas. No es poco.
Esas tres cualidades quedaron patentes en el concierto aquí comentado. Eligió dos sinfonías del repertorio tradicional de Brahms y Dvorak, de algún modo conectadas y no sólo por la admiración del checo a la obra del vienés, sino también porque la Séptima de Dvorak está compuesta en la tonalidad relativa de la Tercera brahmsiana. Muy curioso es que prácticamente ambas partituras tuvieron la misma duración en las lecturas ofrecidas: 37 minutos.
Si bien en el caso de Dvorak no suele haber demasiada dispersión en los tempos habituales, entre 35 y 40 minutos, sí que existe con Brahms, yendo de los 33 desenfrenados de un Welser-Möst o un Karajan a los más de 43 de un Bernstein relajado. Así pues, los elegidos por de la Parra se situaron en un término medio. Sin embargo, la impresión que dejaron en ambas obras y, especialmente en Dvorak, fue la de velocidad. Es posible que ello obedeciese en parte a los movimientos de la directora, de gesto vivo y grandilocuente, con brazos abiertos frecuentemente, que probablemente moderará en el futuro.
Lo mejor del Brahms tuvo lugar en el segundo tiempo y, sobre todo, en el tercero, donde se lucieron los cellos, violines y la trompa. En el caso de Dvorak acaeció quizá en el tiempo lento, con la tristeza subrayada por la trompa o en el fulgor del clímax del último, llevado hasta crear una cierta sensación de stress en el oyente. Concierto muy ovacionado y clara muestra de la vitalidad que Alondra de la Parra parece querer imprimir a la ORCAM, cuyo contrabajista Manuel Valdés se jubiló entre flores y aplausos del público, entre el que se encontraba el nuevo titular del Teatro de la Zarzuela, José Miguel Pérez-Sierra, responsable de la ORCAM en el foso del teatro.
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