Crítica: Amartüvshin Enkhbat: el Gengis Khan de la lírica
Amartüvshin Enkhbat. El Gengis Khan de la lírica
Auditorio Euskalduna. 29.III.2025. Amartüvshin Enkhbat, barítono. Stefano Salvatori, pianista. Música de Giuseppe Verdi (Romence per voce e pianoforte, Il trovatore, La traviata, Un ballo in maschera, La forza del destino, I due foscari y Macbeth), Pietro Mascagni, Ruggero Leoncavallo (Pagliacci) y Umberto Giordano (Andrea Chénier).

El barítono Amartüvshin Enkhbat ©E. Moreno Esquibel
Cantó el personaje de Scarpia en la ópera Tosca el día 28 de marzo del año en curso en el Teatro alla Scala. De seguido toma el vuelo Milán/Madrid. Duerme 3 horas en la capital del reino. Vuela a Bilbao a mediodía del 29. Canta el concierto de la ABAO a las siete de la tarde del mismo día, con previo ensayo dos horas antes, en el que decide suprimir del programa preestablecido el aria de Michele “Nulla! Silenzio!” perteneciente a la ópera Il tabarro de Giacomo Puccini.
Reflexión propia en doble vía: por un lado es un portentoso artista; por otro, hay agentes artísticos cuya preocupación es el porcentaje de comisión sobre el cachet que percibe el cantante, antes de preocuparse de que su estado vocal sea en verdad óptimo.
Pues bien, ante esa realidad se disfrutó en modo sobresaliente durante los 115 minutos que duró la velada – sin contabilizar los 17 de descanso – ante la escucha del un poderoso torrente de voz que con los años irá, a buen seguro, ganando en expresividad de su dicción y en la modulación del fraseo de la lengua de Dante. Con significar que al final de la velada el público asistente (70 por ciento del aforo, más menos), puesto en pie, le tributó una rotunda ovación que duró seis intensos minutos, incluidos bravos y los silbidos tan de moda en los últimos tiempos, queda todo dicho.
No sé si el ansia de aplaudir o el desconocimiento de determinadas piezas líricas, pero lo cierto es que la entrega del respetable interrumpió al cantante con sus aplausos en tres ocasiones, lo que supuso a éste una incómoda quiebra en el hilo conductor de su discurso vocal.
Enkhbat inició su recital con dos arias de Verdi, “Brindisi” (texto de Andrea Maffei) y “L’esule” perteneciente a la ópera Oberto, conte di San Bonifacio (texto de Temistocle Solera). En ellas acudió a una lectura puntual de las partituras en el atril, lo que sirvió para apreciar su cansancio por falta de horas de sueño, redundando ello en la reducción de apoyos en las notas de paso hacia el registro grave.
Amartüvshin con Verdi estuvo pletórico, como fue el caso de aria que el personaje de Renato canta en el acto III el recitativo aria “Alzati, lá tuo figlio …. Eri tu …” de Un ballo in Maschera donde construyó frases realmente cuajadas y bien encajadas en esa torrentera de voz que la naturaleza le ha regalado.
Lo mejor de la velada, a mi particular criterio, tuvo lugar cuando el barítono cantó el aria “Perfidi, all’Anglo … Pietá, rispetto, onore” en el acto IV de Macbeth. Ahí la esencias melódicas del ya joven maduro Verdi en 1.847 crearon una luminaria portentosa, resplandeciendo en la elegancia de su técnica con el uso de las notas de apoyo, tanto ascendentes como descendentes, eficazmente bruñidas. ¡Una gozada!
Dentro del belcantismo que encierra il drama de Leoncavallo, Pagliacci, nuestro hombre se embridó en el aria de Tonio “Si può? … Si può?” dejando ver una consistente elegancia expresiva en la intencionalidad burlesca que significa el texto. Recibir el Italia el ‘Premio Ettore Bastianini’, en 2024, lo califica de por si dentro de una playade luciente de barítonos, avalando tal galardón con un canto restallante en el recitativo y aria de Charles Gerard “Nemico della patria” donde Giordano imprime el ansia de libertad que anima el drama histórico que es su Andrea Chenier, donde el mongol se dejó querer haciendo uso de sus enormes facultades, aunque deberá hacer mejor énfasis en el desarrollo del canto legato.
Al menos el cuarenta por ciento del éxito de un recital de canto lírico está en el acompañamiento de quien trabaja en las 88 teclas y en este caso ello fue así gracias al virtuosismo de pianista Stefano Salvatori, quien ejerce también como director adjunto en el Teatro della Scala de Milán, a la vez de ser el apoyo de Amartüvshin desde su llegada a Italia.
Sus dos intervenciones, a solo, en la pieza verdina “Romanze sensa parole” y en la adaptación para piano del Intermezzo de Cavalleria Rusticana fueron una autentica delicia tanto en el refinamiento de la pulsión como en la sonoridad creada por la precisión del pedal derecho. Todo ello sin mermar un ápice en la elegancia del acompañamiento que ofreció al cantante, llegando, en un casi apreciable, a respirar al unísono.
Como dejó escrito Nietzsche, a la sazón pianista aficionado: “la vida sin música sería un error”.
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