Crítica: Anna Bolena con tres estrellas
ANNA BOLENA (G. DONIZETTI)
Grand Théâtre de Burdeos. 5 Noviembre 2018.
Han pasado más de 3 años desde la última vez que vine a Burdeos y mi vuelta ha tenido que ver con el hecho de ver anunciadas a dos importantes cantantes en el reparto de esta Anna Bolena, como son la letona Marina Rebeka y la rusa Ekaterina Semenchuk, ambas de presencia muy frecuente en los grandes teatros de ópera del mundo, lo que no suele ser tan habitual en la programación de Burdeos. Esperemos que la llegada de Marc Minkowki a la dirección del teatro haga que lo excepcional se convierta en regla y que a partir de ahora vuelva a contar con Burdeos en mi propia programación de ópera.
Como acabo de decir, dos eran los nombres que atraían mi atención y la verdad es que ambos han respondido a lo que puede esperarse de dos grandes cantantes. La sorpresa ha sido haber contado con un tercer gran cantante, hasta ahora absolutamente desconocido, como es el tenor de Samoa Pene Pati, que ha sido un auténtico descubrimiento y del que a buen seguro oiremos hablar en un futuro próximo.
La producción escénica ofrecida por Burdeos lleva la firma de la suiza Marie-Louise Bischofberger, que no es la primera vez que se ofrece en este teatro, ya que fue aquí donde tuvo su estreno en Mayo de 2014. Posteriormente, se ha visto la producción en otras ciudades francesas, como Toulon y Aviñón, habiéndose ofrecido también en la Scala de Milán, donde se pudo ver en Marzo del año pasado. Con estos antecedentes es claro que las expectativas eran altas, pero la verdad es que no estaban justificadas, a juzgar por los resultados.
Estamos hablando de una producción bastante simple, que cuenta con escenografía de Erich Wonder, que no consiste sino en unos paneles y alguna cortina, utilizando elementos de atrezzo para crear ambiente. El vestuario es en gran medida de la época de la trama, siendo obra de Kaspar Glarner, y no pasa de ser adecuado. Se añaden algunos elementos más atemporales, como queriendo decir que el abuso del poder no es solo cosa de la época de Enrique VIII en Inglaterra. La iluminación de Bertrand Couderc apenas ofrece ningún interés.
Para mí la gran decepción de la producción ha venido por la dirección de escena, prácticamente inexistente, especialmente en lo referente a las masas, siempre estáticas. Tampoco los solistas salen muy bien librados, quedando abandonados a su suerte. Como aportación aparece muchas veces en escena una niña, que no es sino la que luego ocupará el trono inglés como Isabel I.
La dirección musical corrió a cargo del británico Paul Daniel, el actual director musical de la Orquesta de Bordeaux-Aquitine. Su lectura ha tenido dos partes muy diferenciadas. Un primer acto, en el que ha habido excesiva rutina y también exceso de volumen, mientras que la interpretación del segundo acto ha ganado en todos los sentidos. Buena la prestación de la Orquesta y buena también la actuación del Coro de la Opera National de Bordeaux.
Al frente del reparto estaba la soprano letona Marina Rebeka, que debutaba en la parte de Anna Bolena. Como ha ocurrido con la parte musical, también en su caso su actuación ha mejorado notablemente en el segundo acto de la ópera. En la primera parte la he encontrado por debajo de lo esperado, mientras que ha brillado en toda la escena final, tan exigente para la cantante. En conjunto, un buen debut en el personaje.
La gran sorpresa de la noche ha sido la actuación del tenor Pene Pati en la parte de Riccardo Percy. Se trata de un auténtico desconocido, cuya presencia en este reparto llamaba la atención. De él apenas sabía otra cosa que el hecho de que hubiera debutado el año pasado en San Francisco como Duca di Mantova y también el hecho de haber ganado el segundo premio de la edición de Operalia de 2015. La sorpresa ha consistido en encontrarnos frente a un tenor de voz de mucha calidad, algo mayor que la de un puro tenor ligero, muy homogénea a lo largo de toda la tesitura, sin problemas en la zona alta, aunque los puro sobreagudos pierden algo de calidad, y además se trata de un buen cantante. Una especie de mirlo blanco, del que oiremos hablar en los próximos años, cuyo mayor hándicap radica en su escasa habilidad escénica, que espero sea capaz de superar con el tiempo. Lo dicho, un auténtico descubrimiento.
Para mi gusto lo más flojo del cuarteto protagonista corrió a cargo del bajo ruso Dimitry Ivaschenko en la parte de Enrico VIII. Le he encontrado con la voz menos atractiva que hace unos años y con falta de autoridad y peso en su canto para este personaje.
Intachable la mezzo soprano rusa Ekaterina Semenchuk como Giovanna Seymour. Tanto su voz como la artista brillaron de manera indudable, mostrando un gran dominio del personaje, destacando en su gran aria del segundo acto.
Smeton fue interpretado por la mezzo soprano Marion Lebègue, más bien de medios bastante modestos y escasa calidad vocal.
Cumplió bien el tenor Kevin Amiel como Sir Hervey, quedando claramente por debajo Guilhem Worms en la parte de Rochefort, el hermano de Anna Bolena.
El teatro estaba casi lleno y el público ofreció una acogida entusiasta a los artistas en los saludos finales, especialmente a las dos protagonistas femeninas y a Pene Pati.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 3 horas y 14 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 48 minutos. Siete minutos de ovaciones.
El precio de la localidad más cara era de 112 euros, costando 52 euros la más barata. José M. Irurzun
Fotos: M. Etcheverria
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