Crítica: Anna Netrebko triunfa en su debut en Turandot en Múnich
TURANDOT (G. PUCCINI)
Nationaltheater de Munich. 3 Febrero 2020.
Uno de los acontecimientos que destacaba en la presente temporada de ópera era el debut de Anna Netrebko en el personaje de Turandot, tras haber debutado un mes ante en la inauguración de La Scala con Tosca. Indudablemente, la diva rusa elige muy bien los teatros donde actúa y no cabe duda de que la Bayerische Staatsoper se ha apuntado un buen tanto con este debut.
Hemos asistido a una buena representación de Turandot, en la que lo más interesante ha radicado en la parte vocal, con una buena prestación musical y una producción escénica exagerada y ya bien conocida.
Teniendo en cuenta las circunstancias, me parece que lo más oportuno es comenzar por la parte vocal, que es el aspecto más importante y atractivo de estas representaciones de Turandot.
Anna Netrebko ha demostrado que sabe perfectamente lo que hace y si alguien albergaba dudas sobre la conveniencia de su debut en un personaje como Turandot, la realidad le ha dado la razón a la soprano rusa. Su voz sigue manteniendo una belleza indiscutible y una homogeneidad espectacular, a lo que hay que añadir una emisión ejemplar, ya que su voz a lo largo de toda la tesitura corre sin el más mínimo problema por el teatro. Fue muy buena su interpretación de In Questa Reggia, cantando con poderío siempre, atacando sin ningún problema las notas altas, y siendo además capaz de apianar, lo que está al alcance de muy pocas cantantes en este y en otros personajes. Estamos hablando seguramente de la ya mejor Turandot de hoy en día, con permiso de Nina Stemme, quien no suele prodigarse en exceso en La Princesa de Hielo. No diré que es Anna Netrebko la gran referencia en el personaje de Turandot, pero sí que es una magnífica intérprete. Sentí que en esta producción se suprime el final de Alfano, por lo que Turandot canta menos que en otras versiones tradicionales.
Su Calaf era efectivamente el suyo, ya que lo interpretó su marido Yusif Eyvazov y nadie albergará ninguna duda sobre las razones de su presencia en estas representaciones. Evidentemente, estamos en una categoría distinta, ya que se trata de un tenor de voz no especialmente atractiva y que casi se puede decir que tiene varias voces a lo largo de la tesitura. Lo hizo bien, si se quiere, pero no es un tenor digno de ser destacado. Desde luego en el segundo acto, tras resolver los enigmas, quedaba prácticamente inaudible frente a la gran emisión de su Turandot. Hay que decir que no tuvo problemas para dar y mantener el DO sobreagudo Ti voglio ardente. No mas que correcto su Nessum dorma.
Muy buena la impresión dejada por la soprano Selene Zanetti en la parte de Liù, cantando con voz de notable belleza y muy bien manejada. Interpretó muy bien sus dos arias, ofreciendo piani de calidad. Casi se puede decir que está fija en Múnich, lo que pone en evidencia el buen hacer de los responsables de la compañía.
Repetía como Timur el bajo ruso Alexander Tsymbalyuk, que volvió a ofrecer su voz amplia y sonora, cantando de manera adecuada.
Lo hicieron bien las tres máscaras, interpretada por Boris Prygl (Ping), Manuel Günther (Pang) y Andrés Agudelo (Pong). Correcto también el Emperador Altoum, interpretado por Ulrich Ress. Un tanto modesto el Mandarín de Bálint Szabó.
La dirección musical en esta ocasión estuvo encomendada al italiano Giacomo Sagripanti, que hizo una lectura correcta, siempre al servicio de los cantantes, con tiempos un tanto erráticos, sin duda por deseos de ellos. Buena la prestación de la Orquesta de la Bayerische Staatsoper, así como del Coro de Staatsoper.
Repetía una vez más la producción de Carlus Padrissa y La Fura dels Baus que se estrenara en diciembre de 2011 y que ya había tenido ocasión de ver anteriormente. Mi impresión sigue siendo la de que se trata de espectáculo que pone la ópera a su servicio y no al revés, como debería ser.
Todo se mueve y de manera continuada, excepto los cantantes. Cuando no tenemos patinadores, tenemos danzantes, o bien figurantes subidos en trapecios o tramoyistas poniendo cables de seguridad a sus compañeros, o bien proyecciones permanentes, para cuyo disfrute se entregan unas gafas de plástico a los espectadores, con instrucciones para usarlas en la pantalla de los sobretítulos.
La Fura parece haber sido la responsable de presentar la versión original de Turandot, la estrenada en La Scala, lo que no me parece que tiene una lógica hoy en día. Me parece muy bien querer ser respetuoso con el compositor, que bien sabido es que no terminó la ópera, pero resulta sorprendente que Carlus Padrissa se ponga exquisito en este aspecto después de haber hecho en escena lo que le da la gana. Efectivamente, el acto I se
desarrolla en un polideportivo con supuesto partido de hockey sobre hielo. En el segundo acto Calaf usa una tableta para resolver los enigmas y anteriormente los tres ministros nos han aparecido borrachos o casi. En el tercero, Liú no se suicida sino que muere en la tortura y, por cierto, empalada.
El teatro había agotado sus localidades hacía bastante tiempo. El público se mostró cálido con los artistas, siendo las mayores ovaciones para Anna Netrebko y Selena Zanetti.
La representación comenzó con los 6 minutos de retraso habituales en Munich y tuvo una duración total de 2 horas y 42 minutos, incluyendo dos intermedios. Duración musical de 1 hora y 44 minutos. Nueve minutos de aplausos.
Estas representaciones eran especiales y así lo eran los precios de las localidades, costando 343 euros la más cara, habiendo butacas de platea desde 213 euros. La localidad más barata con visibilidad costaba 69 euros. José M. Irurzun
Fotos: W. Hösl
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