Crítica: Anne Sofie von Otter en el CNDM
A medio camino
Obras de Schubert y Wainwright. Anne Sofie von Otter, mezzosoprano. Cuarteto Brooklyng Rider. Serie Fronteras. CNDM. Auditorio Nacional, sala de cámara, 6 de abril de 2022.
Interesante, curioso y hasta cierto punto insólito concierto, por su contenido, por su estructura, por su desarrollo, en el ámbito de las actividades del CNDM. Tenía como principal atractivo para los amantes de la lírica y de la música de cámara de la mejor cepa la presencia de la veterana mezzosoprano sueca Anne Sofie von Otter (Estocolmo, 1955), que se unía en esta ocasión, como lo ha venido haciendo en los últimos años, al Cuarteto de cuerda norteamericano Brooklyn Rider, un grupo que se mueve indistintamente entre la música popular, la música culta y la música ambivalente.
Bajo el título de “Canciones de amor y de muerte”, se unían los nombres de Schubert, a través nada menos que del formidable “Cuarteto nº 14, D 810”, “La muerte y la doncella”, y cuatro lieder (tres de ellos pertenecientes al ciclo “Viaje de invierno”), y de Wainwraight, compositor neoyorkino de 1973, con diversas piezas líricas de creación fronteriza. Una combinación sorprendente y relativamente afortunada. No lo fue desde luego escuchar, después del monumental y dramático “Presto” del “Cuarteto”, “Tres Canciones de Lulu” del músico de nuestros días. La sesión perdió con ello valor, vigor y trascendencia.
Los arcos del grupo camerístico son fulgurantes, agresivos, virulentos, chisporrotean más de la cuenta y aunque su talante no viene mal para la obra schubertiana, a veces está de más por falta de temperancia. A partir de un “Allegro” inicial en el que la conjunción no fue perfecta y las voces no se empastaron suficientemente, y de un “Andante con moto” en el que las variaciones sucesivas peligraron por las estridencias y excesiva justeza técnica del primer violín, luego la interpretación ganó altura con un brioso “Scherzo” y un “Finale” con mucha dinamita.
Entremedias Von Otter desgranó, después del muy lógico aperitivo del lied “La muerte y la doncella” (en el que se basa el Cuarteto), las aludidas canciones de “Winterreise” –“Der Wegweiser”, “Die Nebensonnen” y “Einsamkeit”, en arreglo de Golijov-, y lo hizo con depurado estilo, concentración e impecable dicción alemana; aunque, claro, con una voz ya muy disminuida, opaca, falta de brillo, nada lustrosa, con graves abiertos y agudos temblones y descoloridos, con volumen –que nunca tuvo en demasía- más bien reducido. Lució su indudable gusto y sus dotes expresivas en las piezas de Wainwraight, “Tres valses ingleses” y “Tres canciones para Lulu”, en ambos casos en arreglo del segundo violín, Colin Jacobsen.
Son canciones muy gratas, con episódicas llamadas a lo minimalista, bien balanceadas y con un cierto abuso de pasajes arpegiados y empleo algo excesivo de armónicos en busca de una irisación expresiva un tanto infantil, pero son de grata escucha. Cerrados aplausos y gran éxito, correspondido con una pieza instrumental schubertiana sobre la que Von Otter desgranó un texto. No acertamos a escuchar con claridad su presentación previa. Arturo Reverter
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