Critica: Aquiles en Esciros, una Èducation Sentimentale
UNA ÈDUCATION SENTIMENTALE
Corselli: “Aquiles en Esciros”. Mirco Palazzi, Tim Mead, Francesca Aspromonte, Sabina Puértolas, Gabriel Díaz, Krystian Adam, Juan Sancho, Katie Klein. Monteverdi Continuo Ensemble. Orquesta Barroca de Sevilla. Coro del Real. Director musical: Ivor Bolton. Directora de escena: Mariame Clement. Teatro Real, Madrid. 17 de febrero de 2023.
Salía a la luz, por fin, esta representación del Real anunciada para la temporada 2019-2020, pero la pandemia se la llevó por delante. A principios de 2018 se presentó en Dallas bajo la dirección escénica del llorado Gustavo Tambascio en edición de Grover Wilkins. La edición madrileña lleva el sello del ICCMU y la firma de su director, Álvaro Torrente, que ha contado con la colaboración de Ana Llorens, Alberto Cubero y Nicola Usula. En la acción Tetis disfraza a su hijo Aquiles de mujer para ocultarlo en la corte del rey Licomedes e impedir así su participación en la guerra de Troya. Todo se complica con la aparición de Ulises. La trama resalta las dudas del protagonista entre el amor y el deber. La música alterna distintos episodios y lleva el marchamo de la tradicional ópera seria, que aparece en diversos y progresivo estratos.
El director musical, Ivor Bolton, ha gesticulado a mano abierta, subrayado períodos y frases, impulsado la música con estilo y convicción, sin lograr por completo otorgar variedad a una partitura que se hace algo monótona a lo largo de sus muchas arias “da capo”, aunque hay algunas muy bellas y excitantes; como las que requieren un instrumento “obbligato”: salterio y flautas para la última de Aquiles; violín solista para la última de Deidamia y trompeta para la que cierra la intervención de Teagene (hombre que canta una mujer). La Orquesta Barroca de Sevilla actuó con entrega y convicción, con relativa claridad de líneas y algunos emborronamientos pasajeros, debido también al nerviosismo del mando. Aportaron su calidad los seis miembros del Monteverdi Ensemble, con Bolton y Roderick Shaw al clave. El coro, al que se le dio un tratamiento cómico, cantó a satisfacción en sus tres intervenciones.
En lo vocal hay que hablar en primer término del contratenor Gabriel Díaz, que sustituyó a última hora al enfermo Franco Fagioli, y lo hizo con mucha dignidad en una parte que tiene hasta siete arias. Timbre de mezzo lírica bien esmaltado, abundancia de sonidos fijos, agilidades a falta de pulimento, trinos descoloridos. Robusto registro modal. Flexible como actor. Bravo en todo caso. Bien de línea, timbrada, con aceptable coloratura la soprano lírico-ligera Francesca Aspromonte (Deidamia). Espectacular en sus deslumbrantes arias de ópera seria, sobre todo la de la trompeta (tocada magistralmente por Bruno Fernandes), cuajadas de agilidades, de saltos interválicos, de florida coloratura, Sabina Puértolas, líriico-ligera cada vez más resuelta y segura.
Homogénea emisión y lustroso timbre de mezzo aguda los del contratenor Tim Mead como Ulises. El bajo lírico Mirco Palazzi fue un Licomede frágil, sin los necesarios graves resonantes, y muy apagado el tenor Krystian Adam. Brillante Juan Sancho, también tenor, en el papel de Nearco, casi siempre en recitativo y con una sola aria. Gentil y fina la actriz Katie Klein, protagonista de la inteligente subtrama ideada por la directora de escena Mariame Clément, aprovechando la circunstancia histórica sobre la que nació la ópera: la boda de la Infanta María Teresa Rafaela con el delfín Luis de Francia, hijo de Luis XV. Ella está presente como espectadora y a veces actora a lo largo de toda la ópera, que acaba por enseñarla en un curioso proceso de “éducation sentimentale”.
Menos convincente nos parece la escenografía, presidida por un paisaje rocoso que recuerda vagamente el de la Ciudad Encantada de Cuenca, pero que Clément afirma que es una gruta, que, nos dice, “emula algo simbólicamente relacionado con el vientre maternal (Aquiles se encuentra allí dado que su madre quiere protegerlo), y al mismo tiempo algo sexual relacionado con el universo femenino”. Parece bastante rebuscado y entorpece enormemente el movimiento. Hay también, en la segunda parte, la proa de un extraño e indefinible barco. Arturo Reverter
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