Crítica: Arcadi Volodos, del piano reconcentrado
CICLO GRANDES INTÉRPRETES DE LA FUNDACIÓN SCHERZO. ARCADI VOLODOS
Del piano reconcentrado y lírico
Obras de Schubert y Brahms. Arcadi Volodos, piano. Grandes intérpretes Fundación Scherzo. Auditorio Nacional, Madrid, 25 de mayo de 2021.
A este pianista ruso, con lazos en España –durante algún tiempo completó su formación en la Escuela Reina Sofía– lo vemos con cierta frecuencia por nuestros pagos. Con independencia de otras actuaciones posteriores recordamos ahora mismo la que en septiembre de 2013 realizó para este mismo ciclo de la Fundación Scherzo en donde tocó Schubert, Brahms y Schumann.
Los dos primeros autores han estado también presentes en este concierto en el que el pianista ha exhibido de nuevo sus credenciales y afirmado sus reales de artista en constante evolución que dirige con frecuencia su mirada hacia adentro y que muestra una formidable variedad de registros. Por debajo de la severa apariencia corre una turbulenta emocionalidad que se despliega con contundencia y, curiosamente, mucho orden, lo que permite que sus versiones de obras de muy distintos repertorios aparezcan habitualmente construidas con mucha propiedad.
Junto a su magnífica pegada, a su justeza y exactitud de reproducción, a su infalible control de acontecimientos y sabia regulación de intensidades, descubrimos en el pianista a veces otras cualidades de signo más interior, más íntimo, más efusivo, que nos facilitan el acceso a los arcanos más entrañables de las páginas del clasicismo o el primer romanticismo. Algo que hemos percibido claramente en este recital, inaugurado con la enorme “Sonata en Sol mayor D 894” de Schubert. El primer y fundamental tema, un complejo armónico de increíble belleza, inmóvil, estático, constituido en su célula inicial por la ligadura de negras y semicorcheas repetidas con una sola variación de un tono fue el pórtico de una interpretación reconcentrada y profunda, solemne, en la que se hicieron todas las repeticiones.
Casi 50 minutos de música maravillosa trabajada en sus menores detalles. El liederístico “Andante” fue tocado con un lirismo de altos vuelos y el danzable y valsístico “Menuetto” tuvo una reproducción elegante, con efectos tímbricos sorprendentes en su “Trío”. Las numerosas ideas melódicas que pululan con aire de improvisación por todo el “Allegretto” conclusivo, que es, sin duda, un rondó, tuvieron su acomodo en la pausada recreación, que no marginó los ecos y perfumes de las regiones geográficas en que vivió el compositor.
Las seis piezas de la “op. 118” de Brahms tienen mucha miga, cada una en su estilo, y dan oportunidad al intérprete para profundizar en los meandros, en las sorprendentes soluciones armónicas y para exhibir un especial sentido del claroscuro. Volodos alcanzó el cénit en las dos últimas: “Romanza”, calma y serena, un “Andante” expresado con un canto lírico conmovedor, e “Intermezzo”, “Andante” asimismo, una magistral meditación que preconiza el piano de Debussy. Tres bises, el primero uno de los “Intermezzi” de la “op. 117” del propio Brahms, cerraron un concierto muy aplaudido por un público que, respetando las medidas sanitarias, casi llenaba la sala. Arturo Reverter
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